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18 Oct 2010Dirigentes del Partido Comunista y del Poder Popular de la provincia Ciudad de La Habana se reunieron con alrededor de ochenta trabajadores de la granja agrícola estatal La Coca, próxima a Campo Florido, municipio Habana del Este, para comunicarles sobre las drásticas medidas que serán aplicadas en ese centro a partir de noviembre.
Octubre 15, 2010
“Llorarán un puesto en la agricultura”
Un pulpo sobre los campesinos
¿En el umbral del caos?
Los paradigmas de la decepción
Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, 14 de octubre (www.cubasindical.org) – Dirigentes del Partido Comunista y del Poder Popular de la provincia Ciudad de La Habana se reunieron con alrededor de ochenta trabajadores de la granja agrícola estatal La Coca, próxima a Campo Florido, municipio Habana del Este, para comunicarles sobre las drásticas medidas que serán aplicadas en ese centro a partir de noviembre.
Los comisionados provinciales dijeron que los trabajadores directamente vinculados a las faenas agrícolas permanecerán en sus puestos, pero el personal auxiliar de producción y de oficina, excepto los imprescindibles, y hasta los custodios, quedan desempleados.
Los agentes del gobierno «invitaron» a los inmediatos excedentes a convertirse en obreros agrícolas en trabajos directos en la tierra.
Llegado a este punto se formó la algarabía; pero los representantes provinciales cortaron los impulsos de los perjudicados lavándose las manos como Poncio Pilatos: «No estamos aquí para tratar asuntos particulares. Deben verlos con la administración de La Coca. Vinimos a informarles.»
Los excedentes conocieron que de no aceptar la propuesta quedan despedidos, puestos a disposición de la Bolsa de Trabajo del Ministerio del Trabajo a la espera de opción laboral que seguramente será en los sectores de la Agricultura, Construcción, o como policías, que es donde se ofertan plazas.
«Estudié muchos años para obtener mi título; después trabajé años eficientemente, como consta en mi expediente donde no aparece ni una amonestación, ¿de qué me sirve? Lindamente me dicen ahora: !a trabajar al campo! Vayan al campo estos mismos que nos mandan a la agricultura, o los que no quisieron o no pudieron estudiar, superarse, que no es mi caso», dijo a este reportero un oficinista desempleado que prefirió no identificarse.
Varios custodios optan por renunciar y no ser puestos a disposición de la Bolsa de Trabajo. Según exponen «nunca llegaría el turno. Hace varios años está repleta y ahora con estos casi dos millones de desempleados a reubicar estará a punto de reventar.»
Hay dieciséis custodios nocturnos. Su función principal es evitar el robo de cosechas, tan frecuente en todas partes. Son dos por cada lote de tierra cultivada. Cada lote comprende unas cien hectáreas de tierra. Está decidido dejar sólo uno de esos serenos.
Los reos que cumplen sanción en condición de trabajo correccional sin internamiento en trabajos agrícolas se mantienen. Podrán continuar como obreros agrícolas al expirar la sanción.
Cuando los custodios intentaron quejarse y prefirieron renunciar antes que pasar a ser obrero agrícola, especialmente por las malas condiciones laborales en que desempeñan el trabajo, un directivo dijo con tono de premonición frente a la multitud de despidos en el país: «Llorarán un puesto en la agricultura».
Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press
LA HABANA, Cuba – Octubre (www.cubasindical.org) – El pulpo del control estatal en la agricultura tiene atrapado a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), pomposo nombre para lo que sencillamente pudo haberse llamado Cooperativa Agrícola.
Los cooperativistas, trabajadores estatales en la práctica, se quejan del exceso de tutelaje que les impide incrementar los rendimientos y obtener menos ganancias.
Entre las consecuencias están la pérdida de productos que se pudren en los campos, el límite a la diversidad productiva, escasa gestión en obtener y emplear el transporte perteneciente a la cooperativa, la falta de insumos, incluido semillas, fertilizantes, pesticidas, que impiden el progreso personal de los cooperativistas y sus familias.
Un antiguo campesino independiente devenido cooperativista de la UBPC “La Acacia”, provincia La Habana, declaró:
“Aportamos nuestros valiosos bienes: tierras, tractores, animales, toda la infraestructura agrícola para poder incorporarnos y hemos caído en las redes de la burocracia, del descontrol, tan perjudicial.
“Entre las trabas principales están el exceso de burócratas desde el surco al nivel provincial. Hay falta de autonomía, asumida por el Estado, que impide tomar decisiones correspondientes a los campesinos cooperativizados.”
“No podemos establecer contratos, comercializar libremente, ni lograr insumos por nuestra cuenta. Tampoco tememos libertad para comercializar la producción donde y como mejor nos convenga. Todas estas trabas perjudican el desarrollo agrícola, la rentabilidad, el bienestar del campesino y la mesa del ciudadano está peor servida”, lamenta Gumersindo Gutiérrez, un cooperativista de Pinar del Río.
Otra queja es el desvío de “su” transporte en interés de otros sectores estatales, en perjuicio del patrimonio cooperativo.
Un colmo más es “cargar” el peso de los nuevos usufructuarios de tierras estatales en préstamos, que obligatoriamente por ley tienen que estar vinculados (dependientes) de cooperativas. Dice un cooperativista: “Llegan con las manos vacías. Tiene que pasar dos o tres años en desbrozar el marabú, labrar, atender y recoger cosechas; mientras los tenemos de pupilos –una carga».
El aporte de las UBPC, por tantas deficiencias, se consideran bajo según estos datos oficiales: 76,4 % de la caña, 21 % de lecheç, 17 % de arroz, 14 % de cítricos y hortalizas, aunque sus dirigentes declaran que esos resultados no se corresponden con las tierras y medios que poseen, son muy bajos, por el excesivo control del gobierno sobre la agricultura.
Actualmente existen 161 115 cooperativistas vinculados a las UBPC.
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press.
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubasindical.org) – Más que opciones laborales para los cientos de miles de personas que serán privadas de sus empleos en los próximos meses, la oferta radicará en cuotas adicionales de represión.
Sólo en las mentes fantasiosas de los jerarcas del régimen o entre las neuronas de su servil ayudantía, hay espacio para proyectar el supuesto éxito de una gestión propensa a terminar en un caos de dimensiones insospechadas.
Entre las altas tasas impositivas que se establecerán (en algunos casos hasta cerca del 40%), la ausencia de microcréditos, la falta de mercados complementarios para satisfacer la demanda de insumos y materias primas para quienes finalmente se decidan a probar suerte como trabajadores por cuenta propia y el silencio en relación a leyes que estimulen y protejan este tipo de labor, hay que pensar en escenarios totalmente opuestos a un clima de verdadera apertura en el plano económico y social.
De hecho, se pueden adelantar al menos dos consecuencias de un paso que en la prensa oficial parece la zancada de un gigante, pero que definitivamente será un movimiento de escasa relevancia, si lo encuadramos dentro de una real estrategia de cambios profundos con vistas a armar un sistema plural, eficiente y afincado sobre las bases de un Estado de Derecho.
Uno de los efectos a derivarse de esta iniciativa es el aumento del mercado negro con sus corruptelas, y demás distorsiones, con sólidas raíces dentro del tejido social.
Nuevos ejércitos de inspectores, brigadas de policías y quizás alguna otra invención represiva con tal de contrarrestar la euforia de las decenas de miles de trabajadores particulares, verán la luz a medida que avance el proceso de entrega de licencias para realizar las más de 170 actividades autorizadas por las entidades a cargo de estos menesteres.
La delincuencia en sus modalidades más violentas, también habría que tenerla como una de las derivaciones de una cesantía sin parangón en la historia nacional, por la cantidad de personas afectadas en un tiempo tan corto.
Según informaciones oficiales, solo en lo que resta del año en curso y los primeros meses del próximo, serán despedidos no menos de 500 000 empleados de las entidades estatales. Esta cifra solo representa un tercio del plan a fijado por las máximas autoridades.
El hecho de que alrededor del 20% de la población laboralmente activa esté a expensas de un reajuste de tal magnitud, explica lo sensible y peligroso de un proceso a efectuarse en medio de una crisis interna que abarca a todos los estamentos de la sociedad, a la economía y a la política.
Ante la inexistencia de estructuras que garanticen en alguna medida la marcha del proceso y la falta de voluntad en la nomenclatura para llevar a cabo las respectivas modificaciones por los carriles de la transparencia y la integralidad, el régimen apuesta por enfrentar los desafíos con la aplicación de la fuerza.
Es decir a toletazos y con leyes que seguramente incrementarán de manera espectacular, entre otros, los castigos contra la corrupción y sus poderosos tentáculos.
Algo que de ninguna manera debiera permanecer fuera del foco de atención, es un asunto que prefiero abordarlo con una pregunta:
¿No estará el gobierno de La Habana tratando de presionar a la Administración demócrata estadounidense para que haga lo posible por ir desmontando los muros del embargo?
Tal vez se sepa cómo va comenzar este proceso, pero el final es una incógnita. Otro éxodo masivo hacia las costas de la Florida, es posible.
En los anteriores ocurridos en 1980 y 1994, respectivamente, los dueños de la Isla lograron sacarle el mayor provecho. De producirse una nueva estampida, es muy difícil que ahora disfruten de esa suerte.
Los paradigmas de la decepción
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubasindical.org) – La iconografía de la revolución cubana se hunde bajo los escombros de las decepciones.
Los paradigmas ideológicos y socio culturales impuestos en la isla para redefinir los fundamentos de libertad, bienestar, valores éticos y estéticos, estallan en mil pedazos ante la inviabilidad de un sistema que hoy naufraga abandonado hasta por sus seguidores incondicionales.
Nadie que se respete cree a pie juntillas en la actitud intransigente y moralizadora de un héroe que sobrevive a la irreversible crisis económica gracias a la corrupción, el robo o el favoritismo.
No importa que ostente sobre el pecho medallas al valor ganadas en Angola o Etiopía. Ni que muestre ceñudo condecoraciones y diplomas que lo acreditan como vanguardia del trabajo, y mucho menos un carné de miembro del Partido Comunista.
Aquel famoso eslogan de “Sólo los cristales se rajan; el Partido es inmortal”, hoy forma parte del repertorio de chistes conque el pueblo cubano hace catarsis a sus frustraciones.
De acuerdo con una de las opiniones recogidas entre la población y publicadas en medios de prensa de la Isla “para hacer ejercicios de virtud están muy difíciles las matrículas en los gimnasios de la pureza inmaculada”.
Es decir, y citando lo escrito por Jorge Fornet en un capítulo de su libro Los nuevos paradigmas: Prólogo narrativo del siglo XXI, “quienes se mantienen fieles a una idea que al parecer nadie en su entorno comparte, lejos de representar una vanguardia revolucionaria son asumidos como expresión de una patética retaguardia”.
Esto nos demuestra que a nivel popular e intelectual la virtud y la pureza del cubano como ente revolucionario se fueron a bolina, tanto a nivel ideológico como socio cultural.
La imagen de un barbudo con atuendo verde olivo, crucifijo al cuello y cartilla en mano para arrojar del templo socialista a los usureros del capital, hoy es sustituida por carteles gigantes que llaman al consumo, o es re-colocada después del maquillaje en camisetas, relojes y otros objetos de souvenir como piezas de cambios en el mercado.
Se amotinó el cuartel y ya los cubanos no creen en mayorales. El Gulag que se nos quiso imponer a golpes de idioma ruso por radio, vodkas y balalaikas como si fuéramos habitantes de la llanura siberiana, se descongeló y desborda de carencias los mares por los que transita el bote de la nación.
Ni las quenas y los charangos que a ritmo de la moda ideológica nos llenaron de lamentos la vida y de ponchos los escaparates, han logrado permanecer en el imaginario popular de varias generaciones de cubanos: unas porque se han ido y las otras porque tienen el estómago y los pies aquí, pero los oídos y los ojos en lo que pasa en Hollywood.
Frente a la avalancha de la cultura de la ostentación, la identidad nacional se encuentra reducida a un negro bajo un cocotero, una mulata etiquetada en una botella de ron, un chino con guayabera y un gallego despalmichador.
El picante subido de las improvisaciones, el pobre fuego de los mecanismos gubernamentales para que cuaje la cubanía, así como la insípida y heterogénea difusión de todos sus componentes a través de emisoras radiales, programas televisivos y la sal común de la prensa plana, impiden que hiervan sincopados los rasgos característicos de la rumba de cajón y la sinfonía, el soneto y el danzón, la conga y el amor al doble seis, y la danza y la espinela.
No sólo perdimos las frutas del Caney, si no también el hábito de dar los buenos días, decir señor, cantar bolero, creer en Dios y respetar la privacidad o a quienes piensan diferente.
La vorágine revolucionaria creadora de íconos y paradigmas ideológicos y socio culturales en cuanto suburbio de la nación o espacio libre del alma se pudiera levantar un monumento al socialismo, hoy no constituye siquiera una leve brisa que adormezca las pesadillas de las decepciones.
Se acabó el repertorio de promesas. Las frases hechas a mano con residuos librescos de momias revolucionarias eternizadas en la Plaza Tianamen en Beijing y el Palacio del Kremlin moscovita, más algunos esperpénticos discursos precolombinos que anuncian el Socialismo del Siglo XXI del Bravo a la Patagonia, son borradas con los pies de quienes huyen del paraíso prometido.
El choteo, la mofa, la desacralización, el oportunismo y el rechazo camuflados en un aparente consentimiento por temor al castigo, se enseñorean y bajan de su pedestal a cuanto ícono porte una hoz y un martillo en una mano. O una boina roja.
La democracia no usa traje verde olivo y los generales no están acostumbrados a pensar vestidos de civil. Además, una revolución que dure cincuenta años es una involución, y no hay dudas que marea. Y aún más cuando los giros son en el mismo lugar.
Ya es muy tarde para cambiar el compañero por señor. No importa que al Habana Hilton los rebeldes lo hayan declarado Libre y hoy engalanados con diseños de Armani lo denominen Trip.
Si Francis Fukuyama anunció el fin de la historia, seguro pensaba en Cuba: En los paradigmas de la decepción.
Autorizado por: www.cubasindical.org
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".