La necesidad de un profundo cambio en las mentes cubanas

En: Opinión

24 Abr 2011

Con esperanzas para algunos y con escepticismo para otros; con la certeza de que todo pueda ser una renuncia a viejos principios ideológicos o de que apenas se trate de maquillaje: de todas estas –y otras formas, a veces tan antagónicas– han sido recibidas en la isla y reflejadas por la prensa internacional los acontecimientos ocurridos en Cuba durante la última semana. Pero, en ningún caso, los acuerdos, decisiones, proyecciones del recién finalizado VI Congreso del Partido Comunista de Cuba han dejado indiferentes al mundo: Cuba tiene un magnetismo (morboso o admirativo) que haría imposible esa última reacción.



La necesidad de un profundo cambio en las mentes cubanas


Por: Leonardo Padura (*) IPS

Con esperanzas para algunos y con escepticismo para otros; con la certeza de que todo pueda ser una renuncia a viejos principios ideológicos o de que apenas se trate de maquillaje: de todas estas –y otras formas, a veces tan antagónicas– han sido recibidas en la isla y reflejadas por la prensa internacional los acontecimientos ocurridos en Cuba durante la última semana. Pero, en ningún caso, los acuerdos, decisiones, proyecciones del recién finalizado VI Congreso del Partido Comunista de Cuba han dejado indiferentes al mundo: Cuba tiene un magnetismo (morboso o admirativo) que haría imposible esa última reacción.

Aunque la noticia no resultó sorprendente, mucho se ha hablado de la renuncia de Fidel Castro, quien ha decidido pasar a ser un simple militante.

Más sorprendente y conmovedor (política y hasta humanamente hablando), resultó la propuesta del nuevo Primer Secretario y ya presidente de la República, Raúl Castro, de poner un tope de dos períodos de cinco años a las estancias en el poder, algo inédito en la estructura dirigente de un país socialista, donde las altas esferas apenas solían alterarse por la llegada de la muerte.

Esperada, asimismo, resultó la propuesta de toda una reestructuración de un modelo económico obviamente agotado, que buscará con alternativas como las inversiones extranjeras, el trabajo, los impuestos y la producción privada, la descentralización del Estado, la eliminación de trabas burocráticas y la reducción de subvenciones. Todas estas medidas procuran la necesaria competitividad mercantil que reclama un país agobiado.

La palabra “mercado”, por décadas satanizada por los círculos oficiales cubanos ha reaparecido, pero antes y mucho más que ella se ha repetido una y otra vez el término clave: cambio. ¿Cuán profundos y radicales serán? ¿Afectarán las esencias económicas y sociales del sistema, incluso las políticas? Eso también está por verse , pero lo indudable es que los cambios han llegado y seguirán llegando, no siempre por deseados (para ciertos sectores de la dirigencia), pero en todos casos por inevitables.

Sin embargo, poco, casi nada, se ha hablado de otras raigales transformaciones que deberán o deberían acompañar los cambios económicos, sociales y hasta políticos aprobados. Cambios tal vez más sutiles, pero indispensables, entre los que valdría la pena recordar las urgentes transformaciones en la mentalidad verticalista, ortodoxa, fundamentalista, excluyente que, alimentada por años, tuvo la capacidad de convertir en sospechoso, cuando no en enemigo, a todo el que disintiera de las posiciones oficiales.

Sin cambios profundos en esta manera de conducir será difícil instrumentar una verdadera cultura que se sostenga sobre la necesidad de “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, pues los acuerdos y decisiones partidistas no van a eliminar de un día para otro la tendencia a acusar (por los de arriba) y la reacción de temer (por los de abajo). Muchos años y demasiadas acusaciones y miedos se acumulan en las conciencias de los cubanos como para que esta transformación llegue de inmediato.

Demasiados años de verticalidad política, de considerar enemigo a quien no pensase igual son lastres que deben enfrentar las reformas aprobadas. Debe esfumarse también la posibilidad de estigmatizar al inconforme por parte de la retardataria burocracia, responsable no solo de incontables desastres económicos, sino, y sobre todo, promotora de la sustracción de la cultura del diálogo. Esa necesidad de admitir lo nuevo , lo heterodoxo que hoy, también, se reclama desde la dirección partidista. El propio Raúl Castro reconoce que: “Lo primero a cambiar dentro del PCC es la mentalidad”.Solo así habrá verdaderos cambios en Cuba. No solo por decreto, sino también por consenso. No solo promovidos desde arriba, sino también empujados desde todos los rincones.

(*)Escritor cubano. Autor de “El hombre que amaba a los perros”.

Publicado en El Clarin.com.Mundo

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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