Vargas Llosa: El mundo parece resignado a esperar que Castro se muera. por Wilfredo Cancio Isla

En: Culturales

11 Oct 2010

Mario Vargas Llosa, ciudadano mayor de las letras hispánicas, ha obtenido finalmente el premio que merecía hace mucho tiempo. El Nobel de Literatura concedido al escritor peruano hace justicia a una vocación creadora que nos ha dejado una de las obras más reveladoras de la contemporaneidad latinoamericana, pero también a un visionario sobre el valor de la libertad.



Vargas Llosa: El mundo parece resignado a esperar que Castro se muera. por Wilfredo Cancio Isla (extracto

Foto: Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa, ciudadano mayor de las letras hispánicas, ha obtenido finalmente el premio que merecía hace mucho tiempo.  El Nobel de Literatura concedido al escritor peruano hace justicia a una vocación creadora que nos ha dejado una de las obras más reveladoras de la contemporaneidad latinoamericana, pero también a un visionario sobre el valor de la libertad. Episodios fundamentales de su trayectoria periodística y literaria se vinculan con Cuba, los cubanos y su cultura. Fue un testigo excepcional del nacimiento de la ilusión revolucionaria en la isla y de la desintegración del sueño que marcó la existencia de varios compañeros de su generación. A raíz del premio, volví sobre la entrevista que sostuve con él hace exactamente 10 años, publicada en Encuentro en la Red. Por la vigencia de sus reflexiones sobre la realidad del continente y situación cubana, reproduzco esa conversación con el autor de La ciudad y los perros.

Vargas Llosa: “El mundo parece resignado a esperar que Castro se muera”

La terrible historia de caudillismo tropical que recrea La fiesta del Chivo es referencia cercana y herida abierta en buena parte de la comunidad hispana. “Presentar aquí la novela es hacerlo dentro de un microcosmos de América Latina”. “Hay una comunidad cubana muy amplia y especialmente sensible al tema de la dictadura, el autoritarismo y la brutalidad convertida en institución política”.
Cuba, sus desgarramientos presentes, el papel de sus intelectuales, la inercia de la comunidad internacional y la hipocresía de la izquierda ante el régimen de Fidel Castro, marcaron el tono de esta conversación con el célebre autor de La guerra del fin del mundo.

¿Cómo usted valora la actual situación de Cuba en el contexto internacional? ¿A qué atribuye la pasividad y la deferencia que le profesan ciertos gobiernos democráticos al régimen?

Desgraciadamente pasa con Cuba algo triste: hay una comunidad internacional que parece haberse resignado a la existencia de la dictadura cubana, que hoy ya ostenta el triste privilegio de ser la más larga en la historia del continente. La comunidad internacional parece dispuesta a aceptar que esa dictadura terminará con la muerte de Fidel Castro, pues no existe una presión sobre el régimen como años atrás, salvo la de grupos heroicos dentro y fuera de Cuba, pero que no cuentan el respaldo de los países democráticos. Pero es todo un símbolo de resignación, aceptación de la comunidad democrática de una dictadura que, justamente por haber llevado al país a una situación crítica, ya no representa el peligro que se pensaba hace unos años. Ese cansancio favorece a los designios de Castro. Y lo veo con mucha pena, pues da la impresión de que todo el mundo parece resignado a esperar que Castro se muera para que la isla se sacuda de la dictadura que padece.

Por largos años los movimientos de izquierda latinoamericanos —muchos de ellos incitados y financiados desde La Habana— representaron un baluarte de la defensa del régimen cubano en la arena internacional. Hoy evidentemente las circunstancias han cambiado, pero aún la influencia castrista es capaz de movilizar admiradores, incluyendo los “militantes de la izquierda festiva”…

Hay grupitos de izquierda que todavía defienden a Castro, pero son pequeños e insignificantes. Hay una izquierda incómoda y avergonzada de identificarse con una dictadura tan prolongada, que ha llevado a Cuba a un empobrecimiento y marginación. Es muy difícil encontrar una izquierda que trate de ganar votos presentando a Cuba como modelo. La izquierda con una actitud típica no habla del tema cubano, mira a otros lados y se refiere a otros temas. Lo que hacen es atacar a quienes todavía mantenemos una actitud crítica activa contra Castro. Pero no se atreven a defenderlo.

Como hizo recientemente ante el plenario de Naciones Unidas, Castro se autopromulga como luchador incansable de la pobreza del mundo. ¿No cree que esa imagen continúa cautivando a sus seguidores alrededor del mundo?

Si alguien puede hablar de pobreza es Castro, pues ningún gobernante ha empobrecido tanto a su propio pueblo como él en 42 años en el poder. Puede hablar con absoluto conocimiento de causa…

¿Quisiera volver? Tal vez para escribir reportajes como los que concibió al filo de la efervescencia revolucionaria de los años 60…

Yo voy a volver. En el justo momento que la dictadura se derrumbe, seré uno de los primeros en volver a la isla a celebrar con los cubanos el regreso de la libertad.

¿A qué atribuye que la intelectualidad juegue un papel tan pasivo y hasta muestre una actitud genuflexa dentro de los sistemas totalitarios, cuando muchos de esos intelectuales admiten y critican en privado la incapacidad del régimen?

El sistema es tan aplastante y destructivo que coloca a los intelectuales ante una alternativa terrible: la de ser sumisos o héroes. Y muy poca gente tiene la vocación del heroísmo. Declarar que la Patria es de todos puede significar un acto subversivo, suficiente para enviarlo a uno a la cárcel. Eso basta para explicar y entender por qué muchos intelectuales y cubanos en general prefieran callarse y muerdan amargamente lo que debe ser para ellos una inmensa frustración.

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Lula y los Castro.  Por Mario Vargas Llosa

Mi capacidad de indignación política se embota algo los meses del año que paso en Europa. La razón, supongo, es que vivo en países democráticos en los que, no importa los problemas que padezcan, hay un amplio margen de libertad para la crítica, y los medios, partidos, instituciones individuos suelen protestar con entereza y ruido cuando se suscita un hecho afrentoso y despreciable, sobre todo en el campo político. En América Latina, en cambio, donde paso tres o cuatro meses al año, aquella capacidad de indignación retorna siempre, con la furia de mi juventud, y me hace vivir desasosegado y alerta, esperando  el hecho execrable que, generalmente, pasará inadvertido para el gran número, o merecerá el beneplácito o la indiferencia general.

Esta mañana he vivido una vez más esa sensación de asco e ira, viendo al risueño Presidente Lula del Brasil, abrazando cariñosamente a Fidel y Raúl Castro, en los mismos momentos en que los esbirros de la dictadura correteaban a los disidentes y los sepultaban en los calabozos para impedirles asistir al entierro de Orlando Zapata Tamayo, el albañil opositor y pacifista de 42 años, del Grupo de los 75, al que la satrapía castrista dejó morir de hambre –luego de someterlo en vida a confinamiento, torturas y condenarlo con pretextos a más de treinta años de prisión- tras 85 días de huelga de hambre.

Cualquier persona que no haya perdido la decencia y tenga un mínimo de información sobre lo que ocurre en Cuba espera del Régimen castrista que actúe como lo ha hecho. Hay una absoluta coherencia entre la condición de dictadura totalitaria de Cuba y una política terrorista de persecución a toda forma de disidencia y de crítica, la violación sistemática de los más elementales derechos humanos, procesos amañados para sepultar a los opositores en cárceles inmundas y someterlos a vejaciones hasta enloquecerlos, matarlos o empujarlos al suicidio. Los hermanos Castro llevan 51 años practicando esa política y solo los idiotas podrían esperar de ellos un comportamiento distinto.

Pero de Luiz Inácio Lula da Silva, gobernante elegido en comicios legítimos, Presidente Constitucional de un país democrático como Brasil, uno esperaría, una actitud más digna y coherente con la cultura democrática que en teoría representa, y no la desvergüenza impúdica de lucirse, risueño y cómplice, con los asesinos virtuales de un disidente democrático, legitimando con su presencia y proceder la cacería de opositores desencadenada por el régimen en los mismos momentos en que él se fotografiaba abrazando a los verdugos de Orlando Zapata Tamayo. El Presidente Lula sabía perfectamente lo que hacía. Antes de viajar cincuenta disidentes cubanos le habían pedido una audiencia durante su estancia en La Habana y que intercediera ante las autoridades por la liberación de los presos políticos martirizados como Zapata en los calabozos. Él se negó a ambas cosas. Tampoco los recibió ni abogó por ellos en sus dos anteriores visitas, cuyo régimen liberticida siempre elogió sin el menor eufemismo. Por lo demás, esta manera de proceder del mandatario brasileño ha caracterizado todo su mandato. Hace años que, en su política exterior, desmiente de manera sistemática su política interna, en la que respeta las reglas del Estado de Derecho, y en economía en vez de las recetas marxistas que proponía cuando era sindicalista y candidato -dirigismo económico, nacionalizaciones, rechazo a la inversión extranjera, etcétera-, promueve una economía de mercado y de libre empresa como cualquier estadista socialdemócrata europeo.

Pero, cuando se trata del exterior, el Presidente Lula se desviste de los atuendos democráticos y se abraza con el comandante Chávez, con Evo Morales, con el comandante Ortega, es decir, con la hez de América Latina, y no tiene el menor escrúpulo en abrir las puertas diplomáticas y económicas del Brasil a la satrapía teocrática integrista de Irán. ¿Qué significa esta duplicidad? ¿Qué el Presidente Lula nunca cambió de verdad? ¿Qué es un simple travestido, capaz de todos los volteretazos ideológicos, un politicastro sin espina dorsal cívica y moral? Según algunos, los designios geopolíticos para Brasil del Presidente Lula están por encima de pequeñeces como que Cuba sea, con Corea del Norte, las dictaduras donde se cometen los peores atropellos a los derechos humanos y donde hay más presos políticos. Lo importante serían cosas trascendentes como el puerto de Mariel, que Brasil financia con 300 millones de dólares así como la próxima construcción por Petrobras de una fábrica de lubricantes en La Habana. Ante realizaciones de este calado ¿Qué puede importarle al «estadista» brasileño que un albañil cubano del montón, y encima negro y pobre, muera de hambre clamando por nimiedades como la libertad?

En verdad, todo esto significa, que Lula es un típico mandatario «democrático» latinoamericano. Casi todos ellos están cortados por la misma tijera y unos más, otros menos, cuando no tienen más remedio practican la democracia en el seno de sus países, en el exterior no tienen reparo alguno, como Lula, en cortejar dictadores y demagogos tipo Chávez o Castro, porque creen, que de este modo aquellos manoseos les otorgarán una credencial de «progresistas» que los libre de huelgas, revoluciones, acoso periodístico y campañas internacionales acusándolos de violar los derechos humanos. Como recuerda el analista peruano Fernando Rospigliosi, en un admirable artículo, «Mientras Zapata moría lentamente, los presidentes de América Latina –incluido el sátrapa cubano- se reunían en México para formar una organización regional. Ni una palabra salió de allí para demandar la libertad o un mejor trato para los más de 200 presos políticos cubanos». El único que se atrevió a protestar –un justo entre los fariseos- fue el Presidente electo de Chile Sebastián Piñera. De manera que la cara de cualquiera de estos jefes de Estado hubiera podido reemplazar a la de Luiz Inácio Lula da Silva, abrazando a los hermanos Castro, en la foto que me retorció las tripas al leer la prensa de esta mañana.

Esas caras no representan la libertad, la limpieza moral, el civismo, la legalidad y la coherencia en América Latina. Estos valores se encarnan en personas como Orlando Zapata Tamayo, las Damas de Blanco, Oswaldo Payá, Elizardo Sánchez, la bloguera Yoani Sánchez, y demás cubanos y cubanas que, sin dejarse intimidar por el acoso, las agresiones y vejaciones cotidianas de que son víctimas, se siguen enfrentando a la tiranía castrista. Y se encarnan, asimismo, en principalísimo lugar, en los centenares de prisioneros políticos y, sobre todo, en el periodista independiente Guillermo Fariñas, que lleva una huelga de hambre para protestar la muerte de Zapata y exigir la liberación de los presos políticos. Curiosa y terrible paradoja: que sea en el seno de uno de los más inhumanos y crueles regímenes que haya conocido el continente donde se hallen hoy los más dignos y respetables políticos de América Latina.

1 Comentario para Vargas Llosa: El mundo parece resignado a esperar que Castro se muera. por Wilfredo Cancio Isla

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Jose Vilasuso Rivero

octubre 11th, 2010 at 10:06 pm

Qué más decir al respecto. Todo esta dicho aquí y en la pluma de don Mario. Pero lo importante es reconocer los valimientos de nuestra causa dado que un Nobel merecidísimo se hace eco de ella. El resto de gobernantes al estilo Lula Da Silva se desenmascara con su proceder ya justamente calificado arriba.
Pero bien, tengamos la habilidad de dar a conocer este mensaje valedero y a su vez que ciertos cubanos – ni pocos ni muchos – palpen la vergüenza de no hacer nada por la causa, mientras un gran peruano es el encargado en decir lo que aquellos callan.
Esa pasividad desesperante en espera que la biología termine la pesadilla castrista, la comparten compatriotas inentrables a la hora de pedirles que concurran a un banquete o a una misa. Ni para eso a veces tienen tiempo. Entonces no nos quejemos que Nuestro Dios Eterno y Trino o su dios báquico o pantagruélico no presten mayor atención ni a sus oraciones, ni a las muestras que al parecer aun tampoco han colmado la medida. Pero continuaremos orando y con el mazo dando. no conocemos el verbo cejar. lo borramos del diccionario.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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