Una máquina

En: Culturales

25 Sep 2010

Un día le pregunté si había sido trapecista o ladrón de palomas en Centro Habana y entonces me contó que estuvo en Tropas Especiales: era paracaidista, experto en artes marciales y en manejar varios tipos de armas. También le pregunté qué tiempo le tomaría matarme con sus manos y sonriendo me respondió que poco. Mayito dejó la compañía en donde trabajábamos porque le hicieron una mejor oferta, antes de que se fuera hablamos varias veces sobre la vida en las Tropas Especiales, de la arrogancia del general José Abrantes y los hermanos La Guardia, que se vestían como los “rangers” y portaban armas muy distintas a las que usaba la tropa. Mayito era sincero, ante cualquier pregunta hablaba claro; por eso quise saber que hubiera hecho ante la orden de matar civiles, me dijo muy sereno que él habría disparado: “Mesa, en aquella época, yo era una máquina”.



24 de septiembre de 2010

Una máquina


Por Eduardo Mesa

www.lacasacuba.com

Mayito era instalador de alarmas, subía a los techos primero que nadie, llegó recomendado por uno de los jefes. La gente al principio le cogió miedo, pero a los pocos días ya estaba jaraneando con todos. Mayito no era chiva, ni le tenía miedo al trabajo. Pasado un tiempo ya nadie reparaba en él, pero a mí me seguía intrigando su habilidad para subir tan rápido a las alturas y superar cualquier obstáculo.

Un día le pregunté si había sido trapecista o ladrón de palomas en Centro Habana y entonces me contó que estuvo en Tropas Especiales: era paracaidista, experto en artes marciales y en manejar varios tipos de armas. También le pregunté qué tiempo le tomaría matarme con sus manos y sonriendo me respondió que poco. Mayito dejó la compañía en donde trabajábamos porque le hicieron una mejor oferta, antes de que se fuera hablamos varias veces sobre la vida en las Tropas Especiales, de la arrogancia del general José Abrantes y los hermanos La Guardia, que se vestían como los “rangers” y portaban armas muy distintas a las que usaba la tropa. Mayito era sincero, ante cualquier pregunta hablaba claro; por eso quise saber que hubiera hecho ante la orden de matar civiles, me dijo muy sereno que él habría disparado: “Mesa, en aquella época, yo era una máquina”.

El Willy es otro socio que trabajó conmigo aquí en Miami. En Cuba fue ayudante de un general borracho y cuando se cansó del aliento etílico de su jefe y de trapichear carne rusa, pidió salir de aquello; no recuerdo los detalles pero el Willy, que ya era teniente, salió de las FAR rumbo al DTI con la “sagrada misión” de custodiar los bienes de la Revolución en la Aduana del Puerto. Muy pronto comenzó el negocio de la leche en polvo, escondían los sacos de leche en polvo en una alcantarilla dentro de la aduana y después los sacaban en un carro del DTI. Todo el equipo estaba de acuerdo, la fiesta les duró algo más de un año y al final los cogieron. El Willy estuvo detenido varias semanas, su jefe inmediato era un capitán que consiguió que ninguno del grupo cayera preso. El Willy fue expulsado deshonrosamente de las FAR, del MININT y de todas partes. Al Willy le pregunté qué hubiera hecho ante la orden de matar civiles, me dijo que nunca se vio en la disyuntiva de dispararle a alguien, pero probablemente, ante la orden de hacerlo, hubiera disparado.

Asdrúbal era mi amigo en la secundaria, los padres de Asdrúbal eran pinchos, cuando terminamos noveno grado él fue a los Camilitos y yo me fui a un Pre Universitario en el campo. Por un tiempo tenía noticias de Asdrúbal, pero después comenzaron a escasear los encuentros y a faltar las noticias. Siempre me acompañó el pensamiento “qué será de la vida de Asdrúbal”. Después de veintitantos años volvimos a encontrarnos aquí en Miami, a los dos nos alegró el encuentro. El es un hombre felizmente casado, próspero empresario, practica en alguna Iglesia y sus hijas van a la escuela dominical.

Asdrúbal llegó a ser piloto de combate, me aseguró que volando en su MIG nadie se le hubiera escapado. “Las órdenes las dan en el aire y son simples: gira tanto a tu izquierda o tu derecha, localiza el objetivo y dispara”.

Estos tres hombres tienen en común la elección que un día, por su propia voluntad, hicieron; también comparten el hecho de que se fueron de Cuba cuando la crisis de los Balseros, era su única oportunidad de escapar y la aprovecharon. Todos tienen una vida nueva en Miami con sus familias y ahora son cubanoamericanos ejemplares.

Los tres se atreven a mirar su pasado y comparten la certeza de que habrían cumplido sus órdenes. Cada uno era, de algún modo, como una máquina

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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