En: Opinión
18 May 2011Un documento contrarrevolucionario recorre la isla de Cuba. Es la versión, aprobada en el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, de las propuestas de reformas económicas y del final de una larga serie de prohibiciones.
Un documento contrarrevolucionario
Por: Alejandro Armengol. El Nuevo Herald, mayo 16 de 2011
Un documento contrarrevolucionario recorre la isla de Cuba. Es la versión, aprobada en el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, de las propuestas de reformas económicas y del final de una larga serie de prohibiciones.
El documento ha dado lugar a crecientes expectativas, desde el poder vender viviendas y automóviles hasta la posibilidad de viajar al extranjero como turista, pero seguramente también ha hecho pensar a muchos sobre el absurdo de un gran número de medidas que por años han restringido la vida de los cubanos. ¿Por qué abolirlas ahora y no hace 30 o 40 años? ¿Por qué surgieron en primer lugar? Todos estos años destinados a complacer el ego de Fidel Castro o su afán de figurar en la historia mundial. ¿Valió la pena tanto sacrificio que al final ha resultado absurdo?
La respuesta a estas preguntas no se encuentra solo en un mecanismo de represión casi perfecto, que ha mantenido doblegada a una población durante más de 50 años. Tiene su fundamentación también en una ideología de sacrificio a la patria inculcada desde las escuelas primarias. Sacrificio que en lo fundamental ha sido simplemente una patraña utilizada por demagogos y oportunistas, pero que en el ideario nacional ha servido de soporte retórico a grandes abusos y falsas explicaciones históricas.
Desde la colonia hasta nuestros días, a una actitud pragmática capaz de sacarle provecho a cualquier situación se ha unido una vocación emocional terca, dispuesta a la acción, que se guía por principios o prejuicios, pero siempre alienta la inmolación y el abandono personal. A esta última se deben las páginas más heroicas y los errores más costosos de nuestra historia.
El proceso de independencia cubano no fue nunca una lucha contra los españoles, al estilo de las guerras anticoloniales de América Central y del Sur, sino un combate por la purificación del país y la abolición de los frenos al desarrollo económico. Se ensayaron diversos métodos, pero terminó por imponerse el sacrificio heroico como único medio para alcanzarlo. Aunque este ideal fracasa en la práctica, queda como aspiración y bandera de lucha. La inutilidad del sacrificio no se reconoce como un medio inadecuado para alcanzar la plenitud como nación, sino como frustración republicana.
Las apariencias son buenas para la literatura y el arte, pero no para la historia. La independencia es un largo proceso en el que a la población le toca la peor parte. La guerra se nutre de sacrificios, pero no se gana a cambio de ellos. Sirvió para el enriquecimiento de la oligarquía peninsular, por las emisiones de bonos. Fue financiada principalmente no por el aporte de los tabaqueros, seducidos por la elocuencia martiana, sino por los grandes intereses azucareros, cuyo principal mercado no se encontraba en España sino en Estados Unidos.
Entre la salida emocional del disparo de Chibás y la entrada calculada de Batista media la tragedia cubana. El heroísmo es, en muchos casos, sólo la salida desesperada ante la mediocridad y la estulticia, pero un gesto condenado a consumirse en su propio esplendor, incapaz de dejar huella duradera en la vida nacional, salvo en el reino de lo anhelado y ausente.
Nunca al cubano se le ha dado la posibilidad de no tener que sacrificarse para ser libre. Nuestra historiografía se reduce en la mayoría de los casos a un afán desmedido de relegar las vicisitudes cotidianas como necesarias y carentes de valor, al tiempo que se exaltan las virtudes del martirologio. La galería de héroes se traduce en un llamado a dejar a un lado la disciplina mediocre para justificar la indisciplina heroica. Cuba es una isla que vive –siempre ha vivido– bajo un cielo de mártires y héroes, cuya sombra oculta la ineficiencia e injusticia que crea y alimenta la corrupción. Cuando se abandona la mítica del héroe, solo queda abrazar el cinismo, la amoralidad y el oportunismo.
Tras la llegada al poder, en Cuba se exaltó la necesidad del sacrificio no sólo como una vía hacia el desarrollo –idea capitalista ya superada de que el ahorro es la base del capital–, sino como principio moral.
Lo que se está poniendo en evidencia cada vez con mayor fuerza no es la inutilidad de esos sacrificios de la población, algo que se sabía desde hace tiempo, sino su carácter innecesario. ¿Por qué, por ejemplo, los niños en Cuba no pueden viajar como turistas? ¿Qué justifica que el Gobierno los retenga como rehenes salvo una mentalidad medieval? No vale la respuesta de que en muchos países los niños no solo no pueden viajar sino que no cuentan con la comida necesaria a diario. Es cierto, pero no justifica el destino triste al que por décadas han estado condenados todos los cubanos, que han visto sus vidas limitadas por los caprichos de una elite gobernante incapaz de poner una taza de café en cada hogar cubano.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".