En: Opinión
3 Dic 2010Algunos medios de la prensa de Europa y, en menos medida, los de América Latina, reservan en estos tiempos algunos espacios para una Cuba etérea, inmaterial, sin perfiles definidos que trata de exportar el gobierno. Pero el país real, el de las grandes franjas de penurias, el de la oposición pacífica, el los presos políticos y la gestión diaria y callada por la libertad, tiene muy poca tinta negra y casi ninguna cabecera en las pantallas grises.
Tres comentarios sobre la realidad cubana actual y su exilio
Por: RAUL RIVERO
El Nuevo Herald
Diciembre de 2010
Madrid — Algunos medios de la prensa de Europa y, en menos medida, los de América Latina, reservan en estos tiempos algunos espacios para una Cuba etérea, inmaterial, sin perfiles definidos que trata de exportar el gobierno. Pero el país real, el de las grandes franjas de penurias, el de la oposición pacífica, el los presos políticos y la gestión diaria y callada por la libertad, tiene muy poca tinta negra y casi ninguna cabecera en las pantallas grises.
Lo que provoca la curiosidad y el interés son los viajes y las declaraciones de los funcionarios: Ricardo Alarcón, a China con una fotocopiadora; un funcionario de la Unión Europea a La Habana, con una libreta de notas para llenar espacios en blanco, y unos sonidos guturales de Evo Morales que se han traducido por expertos de La Paz como un alegato por la salud de Fidel Castro y un elogio del triunfal proceso cubano.
Han salido de pronto expertos en transiciones, como el secretario Iberoamericano, Enrique Iglesias, con el anuncio de que los cambios son enormes y que las deportaciones de presos a España son parte de un gesto muy positivo.
Esas andanzas con reflejos y comentarios añadidos, sacan de la actualidad a los once prisioneros de la llamada Primavera Negra del 2003 que siguen en sus celdas, en peligro y asediados porque se han negado a salir de su país. Lo nombres de esos cubanos –Oscar Elías Biscet, Angel Moya, Guido Sigler, Héctor Maceda, Félix Navarro Pedro Argüelles, José Daniel Ferrer, Librado Linares, Eduardo Fleitas, Iván Hernández Carrillo y Diosdado González Marrero– se quedan en los sitios del exilio, en la memoria de sus amigos y compañeros, en las resonancias de sus casas vacías y en el fragor de la acción de las Damas de Blanco.
Son otros temas los que se buscan. Inversiones extranjeras, comercio, aperturas, créditos, la promesa del paraíso para los cuentapropistas, los restaurantes particulares con veinte sillas y la esperanza de que se pueda alquilar –sin temor– el DeSoto del abuelo para llevar a un extranjero hasta una playa o a una cueva.
Nada para los que ponen letreros antigubernamentales en las calles. Ni para los operativos policiales (en Regla y Guanabacoa esta semana) para destruir antenas parabólicas de la televisión, ocupar ordenadores y arrasar con las conexiones de Internet.
Ni una línea sobre las decenas de reclusos comunes que duermen en el piso en la prisión de Ariza, en Cienfuegos, o para las pintadas insultantes en la casa de la economista disidente y ex presa política Marta Beatriz Roque Cabello. No hay un recuadro para quienes siguen en su lucha pacífica.
speculaciones y abrazos contaminadores entre personajes de diversos rumbos y variada penumbra para dar la impresión de que algo se mueve en las alturas. Eso sí, hacia los lugares donde falta el aire, el anuncio de que alguna vez se enviará un poco de oxígeno para los que siempre han estado allí. Y para los nuevos que llegan poco a poco.
El cubano perfecto
Diciembre de 2010
El Nuevo Herald
Estamos en diciembre, último mes del año y tiempo de reencuentros, Navidad, fiestas y alegría mezclada con mucha nostalgia, pero también son días suaves para reflexionar profundamente, hacer rectificaciones y nuevas proyecciones. Una vida sin reflexión no es una vida de seres pensantes. Esta época ayuda a abordar asuntos complicados. Por ejemplo: preguntarnos si existe el cubano perfecto. ¿Son los que están en Miami los cubanos perfectos o los que están en Cuba? ¿Son los disidentes ciudadanos perfectos o los del régimen? La verdad es que el lector no debe meditar en ello. Las preguntas son innecesarias. Las he utilizado para hacernos ver la verdad. Y aunque algunos cubanos se crean que son perfectos no es cierto. No existe en ningún lugar del mundo el ser humano perfecto. Todos somos falibles, con defectos y virtudes.
En este tema la diferencia entre seres humanos solo radica en el convencimiento de la imperfección humana y en la conciencia y sacrificio que pone cada uno en mejorarse. Por ejemplo: conoces a una persona que proclama luchar contra lo mal hecho y que es muy sensible para ver la descomposición moral de los otros, pero incapaz de verla en él, donde lo mal hecho le parece normal. Adolfo Hitler se consideraba perfecto. El cubano Fidel Castro también es un magnífico ejemplar negativo. Hace críticas y reflexiones sobre los problemas de otros países y personas y nunca sobre los suyos, que han sido innumerables, además de llevar encaramado encima del pueblo cubano más de medio siglo. Miel de poder permanente para él, para otros no.
Tampoco es «cubano perfecto» el ciudadano que en la isla solo vive el presente como le ha sido impuesto sin preocuparse por nada. Creen que todo ha de llegar sin hacer. Tapan sus miedos esgrimiendo que no opinan porque no son políticos. Todo le es indiferente. No les interesa mucho valorar lo que es bueno y lo que es malo. Pueden ser motores de cambio pero nunca arrancan. Su frivolidad ante los problemas del país los hace uno de los aliados básicos del largo sistema cubano. Son presentes-ausentes.
También existe en el panorama cubano quien se considera el «exiliado perfecto», que solo valora su vida y son detractores de las generaciones posteriores o de los que no se fueron de Cuba. Viven atados a su pasado sin contemplar la realidad. Tiran su ancla en aquellos viejos recuerdos y apegados a ellos no se dan la oportunidad de asumir las nuevas circunstancias de su patria de nacimiento u origen y ser útil y efectivo a ella. Son solo memoria. De ellos no salen cosas nuevas. Tampoco es «cubano perfecto» el que solo vive haciendo diseños para el futuro, pero no actúa con pragmatismo para construirlos. Edifican la nueva Cuba en la imaginación pero no tienen tolerancia y buena voluntad para alcanzar sus ideas. Solo conciben caminos radicales, rectos y rápidos que son muy costosos. No saben aprovechar los agujeros, resquicios y ventanas que tienen las dictaduras, que tampoco ninguna es perfecta.
Esta reflexión ha sido producto de experimentar posiciones extremas en diferentes análisis y programas que participo y observo sobre la situación cubana. En las autoridades del régimen y sus voceros se nota que para las evaluaciones del adversario solo usan los colores blanco y negro. Son tajantes y excluyentes.
ristemente para Cuba –con pocas excepciones– los adversarios del régimen calcan esos métodos y valoran a todos los que están dentro del régimen igual que los califican a ellos. Eso es lo que se denomina un círculo vicioso que no avanza nunca. Hace poco elogié algunas acciones positivas de Mariela Castro y provoqué rabia en algunos. Igual ha sucedido cuando resalto el papel de Gorbachov como un factor serio de inicio del cambio en los países totalitarios. Hace solo unos días elogié unas declaraciones dentro de Cuba del funcionario Alfredo Guevara y del otro lado hubo casi enojo. Por favor, entiéndanse que los reformistas cubanos aunque estén vestidos de comunistas y de verde olivo, son una vía de solución. Extingamos los cubanos el marabú de Cuba y de nuestras mentes.
Medio siglo y un sueño
El Nuevo Herald
Diciembre 2 de 2010
Un primer intento por ingresar a la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana resultó fallido debido a mi participación en el campamento Venceremos, convocatoria experimental y ciertamente arriesgada de la Juventud Comunista cubana para tratar de encarrilar a jóvenes inquietos y desplazados, dados a las costumbres del enemigo norteamericano, y deseosos de participar en algún oficio relacionado a la cultura nacional de donde eran vetados.
La idea resultó ilusoria y terminó a golpe de represión y disolución, allá por los años setenta. En mi segunda tentativa de estudios superiores tuve que someterme a la humillación de una entrevista con el decano de humanidades, un tal Guevara, hermano de Alfredo, el presidente del Instituto de Cine, quien en su sarcasmo me recordó mi participación en lo que llamó «Campamento Perderemos».
Otros interrogatorios y fichajes debí padecer antes de que me autorizaran a estudiar en el primer curso para trabajadores en el alto centro de estudios habanero.
Ya había aprendido que el mito de la educación gratis resultaba ser bien caro en sacrificios extracurriculares. En la secundaria debí concurrir al primer llamado del plan La Escuela al Campo durante 45 días. Pesadilla que luego se repetiría cada año académico y donde éramos sometidos a un raro régimen de disciplina militar y trabajo semi-forzado en labores agrícolas.
Al llegar a Estados Unidos en 1992, para empezar desde cero esta nueva vida, otros mitos revolucionarios se desintegraron, como aquel de que era imposible estudiar en la universidad por sus altos costos.
La suerte y la generosidad de Martha Franchi, quien a la sazón laboraba para el Condado asesorando a los recién llegados y me puso en contacto con quien entonces era presidente del Campus Wolfson, el doctor Eduardo J. Padrón, hicieron que comenzara a trabajar y estudiar en el Miami Dade College, donde he permanecido durante estos últimos 18 años.
La experiencia en la prestigiosa institución me ha desembarazado de numerosos prejuicios e ideas preconcebidas inculcadas por años de adoctrinamiento, al mismo tiempo que me ha permitido constatar la democracia en acción, con más virtudes que defectos, debo subrayar.
Aprendí, por ejemplo, que el denostado trabajo voluntario en Cuba aquí es un concepto respetado que se esgrime para alentar proyectos a beneficio de la comunidad y no un capricho sin sentido ni rendimiento.
Que el lema «la universidad es para los revolucionarios» es una aberración insostenible que contradice los más elementales preceptos pedagógicos y que no se trata de abrir carreras indiscriminadamente, para cumplir planes vacuos sin aquilatar las verdaderas necesidades profesionales y económicas de la población.
En el Miami Dade College vi a los balseros del año 94 hacerse personas respetables cuando las esperanzas parecían perdidas tras las rejas de Guantánamo. Lo cual ya había ocurrido con los desterrados del Mariel y con casi todos los cubanos que saben, antes de partir de la isla, donde carenar para el comienzo de una segunda oportunidad sobre la tierra.
He visto madres y padres de las Américas que se gradúan con sus hijos, muchos de los cuales son los primeros de sus respectivas familias en lograr el sueño de una educación superior. Personas humildes que llegan al país y la ciudad vilipendiados por sus gobiernos populistas y patibularios para descubrir que la fe en las capacidades individuales renace cuando no median las coacciones ideológicas.
Llegué a Miami Dade College cuando la institución cumplía 32 años. Hoy arriba al medio siglo capitaneada por el mismo humanista pertinaz que me dispensó una sonrisa inolvidable de bienvenida en 1992, la oportunidad de un lugar ideal donde trabajar, al mismo tiempo que me permitía una aventura no exenta de riesgos: mostrar zonas del cine cubano que eran desconocidas en la ciudad, operación cultural que ha obrado milagros de entendimiento y concordia.
oy mis hijos y nietos tienen el cielo como límite y sueño con el día que los cubanos puedan sentarse en aulas como las del College sin otra condición que la capacidad de sus propios esfuerzos y asistan a una universidad para el pueblo sin demagogias ni cortapisas. Hoy rindo justo tributo al lugar donde todos los días hay personas que disfrutan la magia de volver a empezar.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".