En: Opinión
7 Jun 2011Por mucho que Raúl Castro se empeñe en eliminar los “estigmas” asociados a los empresarios en Cuba, y que se establezcan reglas universales tendentes a configurar un sistema judicial efectivo y justo, combinado con el mercado laboral eficiente, el régimen castrista se encuentra en las antípodas de lo que debe ser un sistema de derechos de propiedad y el reconocimiento de la planificación central y del socialismo como ejes del modelo, tiene que suponer algún tipo de prevención a la hora de realizar negocios en Cuba
Sobre las inversiones en cuba por los empresarios exiliados
Por: Elías Amor Bravo
Economista ULC
Junio de 2011
La última noticia sorprendente del exilio nos llega de la mano de Carlos Saladrigas, un empresario cubano estadounidense de éxito al frente de una de las principales corporaciones de empleo y selección de personal de aquel país, The Vincom Group, a la vez que dirigente del grupo Cuba Study Group, un think tank que ha planteado diversas contribuciones sobre la necesidad de mejorar el funcionamiento de la economía castrista.
Junto a Saladrigas, parece que otros destacados empresarios cubanos residentes en Estados Unidos se han mostrado “dispuestos a invertir en la isla”, con una única condición. Que el Gobierno de Raúl Castro adopte “reglas universales” sobre los negocios, en su actual proceso de reforma económica, contenida en los “Lineamientos” aprobados en el congreso del PCC del pasado mes de abril.
La crónica sobre el interés de los empresarios cubanos en el exilio para invertir en la economía castrista ha tenido muchos y muy distintos colores a lo largo de la historia de casi cinco décadas, y como casi todo lo que se cuece en el lado oscuro de la propaganda del régimen, las informaciones han sido de lo más variopintas, rallando muchas veces en la hilaridad.
La apertura a la inversión extranjera que se promueve en el texto de los “Lineamientos” abre posibilidades de desarrollo para los negocios en la Isla en sectores estratégicos y de futuro, como el turismo, la construcción y rehabilitación de viviendas, las infraestructuras, la exploración petrolera, la logística y la distribución comercial, la informática y las telecomunicaciones, o las actividades primarias agrícolas y extractivas, entre otros.
Nadie se quiere quedar al margen. Oportunidades que, de momento, parecen en exclusiva destinadas a los empresarios extranjeros que inviertan en Cuba, y entonces una cuestión aparece inmediatamente, ¿cómo serán considerados empresarios como Saladrigas en Cuba, cubanos o extranjeros? Su salida del país, durante la Operación “Peter Pan” en 1961 le sitúa en línea con el primer exilio, y su vida, como la de otros muchos, se ha desarrollado íntegramente en Estados Unidos, donde el éxito ha llamado a sus puertas. Entonces, para Raúl Castro, Saladrigas, ¿será cubano o estadounidense?
No me cabe la menor duda que el empresariado cubano en el exilio es un aporte de alto valor para el futuro de la reconstrucción nacional de la economía cubana. Su conocimiento del mundo de los negocios es superior al de los que viven en la Isla. Sus relaciones y contactos, económicos y financieros, son notablemente superiores. El talento y el conocimiento puestos al servicio de una nación que desee prosperar y crecer, puede ser una contribución relevante en este final de ciclo castrista. Ya lo hacen todos los días allí donde viven, sea Estados Unidos, España, México, Italia o Suecia. ¿Por qué no en su país de nacimiento?
No conviene precipitarse. En estos momentos, ayudar a Cuba es dar continuidad a un régimen que no ha expresado voluntad alguna de cambios políticos hacia la democracia y la libertad, hacia un sistema de derechos de propiedad y de economía de mercado. Es dar ayuda a un régimen político que mantiene la represión latente sobre la población y que es incapaz de dar transparencia e información a sucesos que todos los días se distribuyen hacia el exterior por la red de blogueros libres cubanos.
Por otra parte, las grandes empresas hoteleras españolas, y mineras canadienses y holandesas que han estado haciendo negocios en Cuba durante los últimos años, han descubierto que el ritmo de crecimiento de las ganancias esperadas no ha sido el inicialmente previsto, y la eventual dificultad de repatriación de beneficios, hace de la gestión empresarial en Cuba una labor muy compleja.
Además, los empresarios que quieran invertir en Cuba deben ser conscientes de que las reglas del juego son muy distintas de las que existen en cualquier otro país, y que la búsqueda de oportunidades se encuentra lastrada por una pesada e ineficiente legislación, un complejo entramado burocrático y la ausencia de libertades políticas, económicas y sociales en el país. Un entorno nada favorable para desarrollar actividades empresariales a medio y largo plazo.
La posición de Saladrigas es encomiable, pero peca de inocente. Estoy completamente de acuerdo con él que se produzca en la isla un programa “con visión de futuro”, que reciba al empresario y al productor como “salvadores, no como un mal necesario”.
Y esta nueva imagen no se va a conseguir por un simple cambio de filosofía. Y mucho me temo que en el curso de una generación va a ser muy difícil ir más allá de la realidad actual. Cinco décadas de propaganda y distorsión castrista de la realidad económica y social han llevado a muchos cubanos a percibir a los emprendedores como personas deleznables a las que se hace preciso perseguir y acosar. El mismo término acuñado por Fidel Castro “merolicos” dice mucho al respecto.
Por mucho que Raúl Castro se empeñe en eliminar los “estigmas” asociados a los empresarios en Cuba, y que se establezcan reglas universales tendentes a configurar un sistema judicial efectivo y justo, combinado con el mercado laboral eficiente, el régimen castrista se encuentra en las antípodas de lo que debe ser un sistema de derechos de propiedad y el reconocimiento de la planificación central y del socialismo como ejes del modelo, tiene que suponer algún tipo de prevención a la hora de realizar negocios en Cuba.
Por último, no creo que el régimen castrista en su fase terminal tenga el más mínimo interés por atraer a los empresarios cubanos que han triunfado en el exilio a hacer negocios en Cuba. Ahí es donde reside la raíz del problema, por lo que pienso que Saladrigas lo va a tener muy difícil. Nadie puede pensar que Raúl Castro, por mucho que pretenda enterrar el modelo de bancarrota de su hermano, acepte que vuelvan a Cuba a hacer negocios los nietos de los que él persiguió y criminalizó. Al menos, por la memoria de nuestros abuelos, detengámonos un momento a reflexionar.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".