Relatos breves y otras cosas mas…

En: Culturales

10 Mar 2010

Era un verdadero honor estar a su lado, retratarse con él casi el delirio -hasta algunos Presidentes extranjeros corrían a la caza del testimonio gráfico- y los afortunados que lo lograban exhibían con mal disimulado orgullo la foto que, creían, era en la práctica un pasaporte a la fama, un legado para la posteridad, el documento que los conduciría casi a la inmortalidad.



Relatos Breves y otras cosas más…

Por: Antonio Llaca, medico cubano asilado en Venezuela. Quien ademas es periodista y escritor y miembro de Solidaridad de Trabajadores Cubanos.

AL PAN,  PAN  Y ALBINO,  VINO.

Y les puedo asegurar que no me he equivocado con el título, ya sé que el viejo refrán español es “al pan, pan y al vino, vino” y significa  que hay que llamar  las cosas por su nombre, pero en esta oportunidad me refiero a la visita que recientemente nos hiciera el compañero Albino.
Pues sí, por acá estuvo y fue recibido con todos los honores correspondientes a su alto cargo en la dirección del Partido y el Estado.  No podía ser de otra manera,  Albino era el personaje de más alto rango que nos visitaba, el guía de nuestro país, el talento extraordinario y cerebro excepcional que nos dirigía en la construcción de la nueva sociedad, casi un Mesías de este nuevo siglo y por supuesto que las máximas autoridades de la Provincia, los Municipios,  las Asambleas Legislativas y demás personeros de los gobiernos y organizaciones locales corrieron a recibirlo deshaciéndose en atenciones.
Era un verdadero honor estar a su lado, retratarse con él casi el delirio  -hasta algunos  Presidentes extranjeros corrían a la caza del testimonio gráfico-  y  los afortunados que lo lograban exhibían con mal disimulado orgullo la foto que, creían, era en la práctica un pasaporte a la fama, un legado para la posteridad, el documento que los conduciría casi a la inmortalidad.
La visita, como casi todas las  de personajes de tal distinción iba a ser breve, el tiempo suficiente para las entrevistas con los mandamases locales, un contacto con el pueblo con los consabidos  y rápidos estrechones de manos – palmadas en la espalda u hombros incluidas- , cargar  algún niño de corta edad y hacerle las gracias correspondientes así como el infaltable beso y abrazo a alguna ancianita desvalida que a partir de ese momento tendría todo el apoyo de la sociedad -por él representada-  para que nada le faltara.
El punto fuerte sería el discurso  transmitido a  todo el país por cadena de radio y televisión,  para  serles sincero debo reconocer que estuvo sencillamente brillante. Habló de los pobres y  los humildes con una descripción tan vívida que a todos nos llegó al alma,  de los que no tienen un bocado para llevarse a la boca ni ropas decentes con que cubrirse, de la miseria en que vivían millones de compatriotas, de los “sin techo”  y  de la violencia sin fin que mensualmente segaba centenares de vidas de los más jóvenes.
La formidable alocución alcanzó su clímax cuando con sin par vehemencia aseguró (y bien asegurado) que pronto saldríamos de tal marasmo, que los años  que había pasado al frente de la Nación –años plenos de trabajo y sacrificios-  ya habían sentado las bases para lograrlo,  era cuestión  de un poco más de tiempo y eso era lo único que nos pedía: tiempo, sólo un poco más de tiempo al frente del país que en sus manos tendría,  sin la más mínima duda,  un futuro luminoso casi ahí  a la vuelta de la esquina,  en cuanto acabásemos  entre todos  de construir el socialismo.
El final fue de apoteosis y un estruendoso aplauso cerró aquella intervención  que Albino, así nos dijo,  haría Historia. Luego se retiró a toda prisa, fácil es comprender que tales personajes siempre andan apurados,  y varios minutos después aún resonaban sus palabras y el batir de palmas en la plaza pública.
Comprendí que esta oportunidad no podía desaprovecharla, tenía que bajo cualquier pretexto colarme en el hotel en que se alojaba y sacarle aunque sea una corta entrevista para el modesto periódico de provincias en que trabajaba; me imaginaba a mi mismo entrevistando nada menos que al compañero Albino, ¡cuánto honor!, ¡cuánta dicha poder estar al lado de tal personaje!, pero el reto que me imponía era más fácil concebirlo que hacerlo y si quería llegar a ser un buen periodista tenía que superar cualquier dificultad que se me atravesara. ¡Manos a la obra!, pensé,  y a moverse que el tiempo es oro.
El primer paso era  el hotel, afortunadamente  mi “pana” el chamo Luis trabajaba allí desde hacía un par de años y sería la  llave para entrar en la lujosa instalación que solo de lejos conocía. Media hora más tarde ya lo estaba viendo y explicándole la situación, como es natural me respondió que estaba completamente loco pero que aún así me ayudaría, para eso éramos “panas”;  me facilitó el uniforme y las credenciales, a partir de ese momento era uno más de los trabajadores del servicio de habitaciones.
El segundo paso sería llegar hasta donde el compañero Albino, se alojaba en el último piso (lo había alquilado completo) incluyendo una suite de ensueño; pensé en los “sin techo” y me aterró el  solo imaginar cuánto costaría aquello –sencillamente una fortuna- pero él se lo merecía, sí, así mismo, se lo merecía, porque  para algo se había consagrado  por entero al país y además, tenía que cuidarse y descansar, eran tantos los problemas y las responsabilidades  que cualquier gasto era poco para facilitarle las cosas.
La suerte me acompañó y rápidamente fui asignado para llevar uno de los múltiples carros-termo que llevarían la cena al último piso, se trataba nada menos que de servir en el  agasajo que el compañero Albino daba a los responsables locales del Partido y Gobierno. Langosta “a la termidor”, camarones al ajillo, soufflé de espárragos, gordon blue de lomito, asado de cordero,  ruedas de emperador a la plancha  y otras exquisiteces bien acompañadas de vinos españoles y franceses de las mejores marcas   más un champán divino eran parte de la alimentación necesaria para quienes tanto se sacrificaban por nuestro bienestar.  Pensé en los pobres y los humildes, en aquellos que no tenían un bocado que llevar a sus hambreados estómagos y en lo mucho que nos restaba por luchar para que todos tuviéramos acceso a estas cosas mientras llevaba mi carrito en uno de los tantos ascensores del hotel.
Los anillos de seguridad del compañero Albino inspeccionaron todas las comidas y bebidas, decenas de hombres armados y técnicos lo registraron todo,  ¡hasta el agua pasó por el microscopio y diversos análisis químicos!, y nosotros –los encargados del “servicio”- también tuvimos que pasar por un registro equivalente;  cuando se  obtuvo la aprobación  pudimos por fin entrar al gran salón y comenzar nuestra labor. Pensé en esta oportunidad cuánto nos esmerábamos en cuidar la integridad del compañero Albino y sus huéspedes  porque eran tantos los enemigos, los malandros  y tan malo el imperialismo que no importaban los controles, chequeos y molestias a que nos habían sometido;  pensé también  en el duro combate que aún teníamos que dar para que el hampa, tan cruel, despiadada  y extendida en nuestra sociedad, no continuara tronchando la vida de centenares –quizás miles- de jóvenes  anualmente.
El salón se encontraba decorado con gran lujo y un gusto acabado, a la medida de los hombres y mujeres que lo ocupaban mientras lucían sus mejores galas: trajes impecables para los caballeros, vestidos diseñados por famosos modistos para las damas y para qué hablar de la joyas; un penetrante olor mezcla de perfumes de altísima calidad –de esos que están fuera del alcance de nuestros magros bolsillos- envolvía la atmósfera de muy agradables aromas, y debo reconocer que aquellas mujeres lucían sencillamente espléndidas con sus maquillajes, peinados,  ropas y calzados diseñados a la perfección.  Pensé ahora en los harapientos que pululan en nuestras calles y hasta en mis zapatos en ocasiones remendados por los árabes de la esquina. Es cierto, tendríamos mucho aún que trabajar para desterrar la miseria de nuestra sociedad, para dar  vestido decente a toda nuestra gente.
Entretanto, la suerte volvía a tocar a mi puerta, por cosas del azar me tocaba servir la cena al mismísimo compañero Albino y su acompañante, una hermosísima dama a quien no me atrevería  calificar como Primera, Segunda, o quizás Tercera pero mujer al fin de indudable belleza y prestancia; estaría al fin, al lado de uno de los personajes más importantes de la Nación, del continente y hasta de la historia,  el próximo paso sería la entrevista, aunque fuese breve.
Lamentándolo mucho me ocurrió exactamente igual que a los aviones, sí, he dicho bien, que a los aviones, porque estos artefactos cuando más se enredan es en el despegue o en el aterrizaje. El enredo mío ocurrió durante el aterrizaje: estaba terminando la cena y servía el champán de despedida cuando inexplicablemente salió de la botella un borbotón del licor que derramó la copa y se deslizó por el fino mantel  alcanzando hasta los pantalones del compañero Albino y el delicado vestido de su acompañante.
Traté de excusarme lo mejor que pude por la torpeza cometida mientras el compañero Albino me lanzaba en tono de marcado reproche: Oiga ¿qué le pasa?, usted parece que no está muy práctico en este trabajo… Tuve que asentir y atropelladamente le expliqué lo que en realidad era, un oscuro periodista de un diario local que solo intentaba acercarme para hacerle una entrevista, creo que mis palabras aplacaron en algo su molestia y dejando de lado el incidente me dijo en esta oportunidad: Bien, bien, muchacho,  ya has visto lo duro que hemos trabajado  en esta noche y los esfuerzos que hacemos por mejorar las condiciones de vida de todos. Escribe sobre todo esto que te he dicho y no te olvides de terminar tu entrevista  con un grandioso  ¡Viva el socialismo!
Entretanto varios de sus guardaespaldas ya me habían asido por los brazos y me sacaban del recinto de manera bastante ruda y hasta algunos golpes me dieron aunque con el disimulo propio del protocolo; uno de los invitados aprovechó para sacar fotos del incidente y esas fueron las que publicó la prensa internacional, ahí salía  yo en el instante en que alcazaba a decirle:
-Así será, muchas  gracias por sus palabras compañero Albino y ¡Que viva el socialismo!!!!!!!!!
P.S.: Cualquier parecido con personas, hechos o circunstancias ocurridos por estos lados de la América Latina  ¡es pura coincidencia!

Desde La Habana, Cuba. Feb. /2010.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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