Politica: Cuba ante un mundo cambiante(II)

En: Opinión

17 Ene 2010

El trabajo que presentamos hoy es un interesante análisis de la realidad cubana. En el obtendremos una visión clara, real y de gran objetividad sobre el proceso transitivo que lleva a cabo el actual régimen cubano. Estos cambios que apenas han producido el bienestar deseado por nuestra población, solo han contribuido al mantenimiento de la dictadura y a la vez ha prolongado mas el sufrimiento de nuestro pueblo.



Política: Cuba ante un mundo cambiante(II)
Cómo se inserta Cuba en el nuevo mapa geopolítico, especialmente tras el ascenso de Barack Obama a la presidencia norteamericana y la reconfiguración de América Latina.
Eusebio Mujal León, Washington | 14/12/2009

El trabajo que presentamos  hoy  es  un  interesante análisis de la realidad cubana. En el obtendremos una visión  clara, real y de gran objetividad sobre el proceso transitivo que lleva  a  cabo  el  actual  régimen cubano. Estos  cambios  que apenas  han  producido el bienestar  deseado  por  nuestra  población, solo han contribuido al mantenimiento de la dictadura y a la vez ha prolongado mas el sufrimiento de nuestro pueblo.

Pero mejor leámoslo y luego harán ustedes sus propias reflexiones:

Como si intentara recuperar tiempos pasados, Rusia está de regreso. Las visitas del presidente Dimitri Medvédev a Cuba, Venezuela y otros países en noviembre de 2008, así como los acuerdos alcanzados con Venezuela en materia de petróleo y armamento, demuestran su voluntad de restablecer su posición. No quedan claros cuáles son los objetivos de los rusos en su reentrada. Probablemente, no tienen ni la capacidad ni la voluntad de convertirse en auténticos rivales de EE.UU. La vertiginosa caída de los precios del petróleo y la crisis financiera mundial limitan su capacidad de acción. También es probable que el Kremlin haya tenido una exagerada percepción de cuánto molestaría a EE. UU. el envío de sus flotillas navales y la realización de maniobras conjuntas con Venezuela en el Caribe. Más probablemente, Rusia esté enfocando su retorno a Latinoamérica y la renovación de su relación con Cuba (Raúl Castro también visitó Moscú en enero de 2009 buscando créditos y la ampliación del intercambio comercial) desde la perspectiva de una “gran potencia”, procurando un mayor equilibrio con EE.UU., para negociar tanto la presencia del sistema antimisiles en Europa Oriental como los vínculos de los norteamericanos con las antiguas repúblicas soviéticas. Cuba apoyó a Rusia durante su breve conflicto con Georgia en agosto de 2008, aunque no llegó tan lejos como Nicaragua, que reconoció diplomáticamente a Osetia del Sur y a Abjasia. En todo caso, no deberíamos sorprendernos si, en un futuro próximo, Cuba permite a los rusos que sus bombarderos de largo alcance aterricen en la Isla, que reinstalen una nueva base de vigilancia electrónica para captar las telecomunicaciones en EE.UU., o que se concedan a Moscú importantes zonas de explotación de petróleo en las costas cubanas.
China ha sido la potencia extrarregional de más peso que haya entrado en América Latina en los últimos años, y su presencia ha desempeñado un papel importante la reducción del aislamiento de Cuba. Ya es rutinario subrayar el ascenso de China, uno de los motores de la economía mundial, en la arena internacional. Su comercio exterior ha aumentado cien veces desde 1978, hasta alcanzar US$55.780.825 millones entre enero y octubre de 2008. Su fuerte nivel de integración en la economía mundial se refleja en el hecho de que el comercio representa casi la mitad de su PIB. China es la tercera economía del mundo (por encima de Alemania, y por debajo de EE. UU. y Japón), el segundo exportador del mundo (sólo superado por Alemania), y el tercer importador (tras EE. UU. y Alemania). En su voraz búsqueda de productos primarios, especialmente granos y metales, China se ha convertido en el socio más importante de muchos países latinoamericanos, y su comercio con la región superó los US$100.000 millones en 2007.
China ocupa un lugar especial en las relaciones con Cuba. Constituye su segundo socio comercial (detrás de Venezuela), con un comercio bilateral de cerca de US$2.600 millones en 2007, e importa unas 400.000 toneladas de azúcar al año, así como cerca de la mitad de la producción de níquel cubano (5). También ha efectuado importantes inversiones en la minería (níquel), la exploración de petróleo en el mar, y la biotecnología. Las relaciones políticas entre ambos países han sufrido muchos altibajos desde 1959, pero han mejorado significativamente en la última década. Fidel Castro realizó una visita en 2003, durante la cual expresó una mezcla de sorpresa y desilusión por lo que consideraba la restauración del capitalismo en China. Raúl Castro siempre ha manifestado mucho mayor interés por las reformas chinas y se pasó allí todo el mes de noviembre de 1997 recopilando información y estudiando las reformas en ese país. No obstante, desde que asumió el poder, Raúl ha sido muy cauteloso y las reformas que ha implementado son una tímida copia de lo hecho en China. Entre los motivos de su reticencia podría estar el miedo a emprender cambios que podrían llevarle a perder el control de la situación, al estilo de Tiananmen (1989), pero en clave cubana. Evidentemente, China goza de una situación geopolítica distinta y más favorable que la cubana. No solamente está lejos de EE. UU., sino que cuenta con una civilización y cultura propia y diferente, quizás menos susceptible a la penetración cultural y política. A pesar de 50 años de Revolución, Cuba nunca ha dejado de pertenecer al espacio cultural y social (y también político) de Occidente, como bien lo reflejan los patrones cubanos de migración y consumo. En cualquier caso, Cuba y China mantienen intensas relaciones de comercio y colaboración en múltiples áreas, incluyendo el desarrollo de mecanismos para controlar la Internet. Poco a poco, sin desafiar directamente a EE. UU., principal comprador de sus exportaciones, China ha intensificado sus vínculos con Cuba. El presidente Jiang Zemin visitó la Isla en abril de 2001, y el presidente Hu Jintao hizo lo mismo en noviembre de 2004 y en noviembre 2008 (6). Durante su última visita, Jintao subrayó el carácter político e ideológico de las relaciones al ofrecer “sinceros votos por que el pueblo cubano consiga nuevos avances en la construcción del socialismo” (7).
Probablemente, es en Latinoamérica donde se hace más visible el reducido aislamiento de Cuba. Hasta cierto punto, esto no debería sorprender. Por un lado, Cuba lleva ya mucho tiempo intentando normalizar las relaciones con sus vecinos y siempre se ha beneficiado, más allá de la llamada izquierda progresista, de la simpatía de aquellos para quienes Cuba es un David criollo luchando contra el Goliat del Norte. Otros sectores, incluso gobiernos, han apoyado a Cuba, bien sea para lucir sus credenciales nacionalistas o para ahorrarse problemas con sectores más radicales dentro de sus propios países. Estos patrones históricos siguen vigentes, pero no explican completamente la situación actual y la oleada de visitas presidenciales a La Habana en el último año. ¿Qué ha ocurrido? Hay diversas explicaciones. En primer lugar, ni la guerrilla como estrategia para llegar al poder, ni el comunismo y la construcción del Hombre Nuevo tienen relevancia alguna hoy. El modelo cubano ya no es “realizable” y, desde la desintegración de la URSS, Cuba ya no representa una amenaza para la estabilidad de los países hemisféricos. No obstante, todavía existe el simbolismo de la Revolución, y un peregrinaje a La Habana (con la correspondiente fotografía con Fidel Castro) forma parte de un imaginario nostálgico. Otro factor que ha promovido la normalización de relaciones con Cuba ha sido la expectativa de que una nueva Administración norteamericana pronto haría lo mismo. Ante tal eventualidad, sería preferible anticipar la acción norteamericana que ir a remolque de ella. Por último, están los gobiernos e inversores de varios países que, previendo posibles cambios en la Isla, se están posicionando ante la perspectiva de que Cuba se convierta en una plataforma de exportación a EE.UU.
Los tres grandes países de la región (Brasil, Venezuela y México) han promovido un acercamiento con La Habana. Tanto Brasil como Venezuela poseen fuertes ambiciones de liderazgo regional, y sus políticas hacia Cuba se ubican dentro de ese imperativo. Para Chávez, Fidel Castro y la Revolución Cubana son su norte, y su ambición es convertirse en el “máximo líder” de ese proyecto revolucionario que él denomina el Socialismo del Siglo XXI. Chávez y Venezuela le ofrecen a Cuba el marco protector de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) y se han convertido en el nuevo salvavidas de la Revolución Cubana. Venezuela es el principal socio comercial de Cuba, suministrándole un subsidio neto anual que algunos expertos calculan en unos US$1.000 millones (8). Cuba recibe de Venezuela más de 90.000 barriles de crudo al día, lo cual representó entre US$3.000-$4.000 millones en 2007 (9), y esto sólo en petróleo y productos derivados. El gobierno cubano ha firmado más de 300 acuerdos de cooperación con bancos venezolanos para financiar proyectos de agricultura y manufactura. El flujo comercial entre los dos países es elevado. Aunque resulta difícil dar con las cifras reales, guardadas celosamente, ya en 2006 Fidel Castro calculaba que estos vínculos equivalían aproximadamente a US$7.000 millones (10), cifra que indudablemente se ha incrementado. Cuba no posee efectivo para pagar estas inyecciones de ayudas, inversiones y comercio, y por lo tanto compensa la generosidad venezolana suministrando más de 30.000 médicos y otros profesionales. Además, Cuba le proporciona entrenamiento tanto a las fuerzas armadas como a los cuerpos de seguridad venezolanos. Cuba también le aporta legitimidad al proyecto chavista. Altamente agradecido a Chávez y a Venezuela por toda la ayuda prestada, el gobierno cubano tiene que cuidarse ante esta nueva dependencia, ya que si Chávez tuviera un serio tropiezo político, Cuba quedaría en la estacada, como sucedió tras la desintegración de la Unión Soviética (11).
Brasil es otro país que se ha convertido en un actor político de peso en relación a Cuba. Con la décima economía más importante del mundo (por encima de Rusia e India) y un PIB que supera los US$1.500 trillones (más de la mitad del PIB de toda Sudamérica), Brasil es una potencia mundial emergente, como puede observarse en el papel que ha desempeñado en el G-20, el G-77 y el G-8+5, y dentro de la emergente arquitectura regional latinoamericana. Constituye uno de los pocos países de América Latina con un proyecto de desarrollo nacional lo suficientemente fuerte, y las elites e instituciones necesarias para ponerlo en práctica. Al afirmar su liderazgo, Brasil se ha convertido en un claro rival de Venezuela (12). Mientras que Chávez utiliza un discurso nacionalista contra EE. UU. y adopta una estrategia económica basada en la exportación de petróleo, Brasil busca su integración en el mercado internacional y la apertura para sus productos en los mercados de los países industrializados avanzados.
El presidente Lula realizó su primera visita a Cuba en septiembre de 2003, pero no fue hasta una segunda visita, en enero de 2008, poco después del traspaso de poder a Raúl Castro, cuando decidió impulsar las relaciones, declarando su deseo de que Brasil se convirtiera en el principal socio comercial de Cuba. A lo largo del año pasado, ambos países han firmado numerosos acuerdos. Los más importantes se centran en la modernización de la industria azucarera cubana, el sector de la biotecnología y la exploración de crudo en las costas cubanas. Brasil percibe en su política hacia Cuba una oportunidad para ejercer el liderazgo regional, mientras consolida su posición en un país que podría eventualmente servir de plataforma para exportar a EE. UU. Brasil aboga por el levantamiento del embargo norteamericano a Cuba y por una nueva política estadounidense hacia Latinoamérica, pero, como demostró Lula durante su reunión con el presidente Obama en marzo de 2009, no tiene una postura de hostigamiento hacia EE. UU., sino que está negociando para convertirse en uno de sus socios más importantes, especialmente en temas energéticos. No está enteramente claro cuál es el papel al que aspira Brasil en el contencioso cubano-norteamericano, si el de mero facilitador o algo más ambicioso. En relación con la política brasileña hacia Cuba, varias cosas pueden estar en juego. Un éxito en este terreno podría favorecer un acuerdo con EE. UU. sobre temas más estratégicos e incidir positivamente en su creciente rivalidad con Venezuela. Incluso es posible que la política brasileña contribuya a que el gobierno cubano disminuya sus vínculos con Venezuela.
Si bien es verdad que Venezuela ofrece a La Habana el salvavidas del petróleo y que Chávez se presenta como el heredero ideológico natural de Fidel Castro, la relación con Brasil brinda otras ventajas al gobierno cubano. Entre ellas, la diversificación de sus relaciones y la oportunidad de desarrollar vínculos con un jugador internacional más relevante, con el peso suficiente para llevar a Cuba a “clubes” a los que, de lo contrario, no sería invitada. Este “poder blando” brasileño nunca fue más evidente que en diciembre de 2008, cuando el presidente Lula da Silva presidió simultáneamente cuatro cumbres (incluyendo la reunión del Grupo de Río) y anunció la creación de varios organismos, entre ellos el Consejo Sudamericano de Defensa y el Consejo Sudamericano de la Salud, y la organización de una próxima Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC). Ninguna de estas reuniones incluyó a EE. UU., Canadá o a estados de la Unión Europea ni a sus representantes (13). La cumbre del Grupo de Río marcó la ocasión para el regreso de Cuba a un organismo hemisférico importante y, efectivamente, puso sobre el tapete la readmisión de Cuba en la Organización de Estados Americanos (OEA). Aunque no queda claro si Cuba está interesada en reingresar en la OEA, pues el costo puede ser mayor que la recompensa.
La prueba definitiva de que se ha reducido el aislamiento de Cuba ha sido el mejoramiento de sus relaciones con México, país íntimamente ligado a EE. UU. y cuyo presidente, Felipe Calderón, fue el primer jefe de Estado extranjero en reunirse con el nuevo presidente Barack Obama. Las relaciones bilaterales con Cuba tocaron fondo durante el gobierno de su antecesor, Vicente Fox, pero han mejorado significativamente con Calderón. Si bien Calderón no ha querido ser la excepción en el giro rotundo de los países hemisféricos en relación con Cuba, su principal motivación para normalizar las relaciones es controlar el flujo de la inmigración ilegal cubana. La creciente eficacia de la Guardia Costera norteamericana en impedir el desembarco de balseros y otros inmigrantes en EE. UU. ha desviado la casi totalidad de este tráfico hacia México. El notable incremento de inmigrantes ilegales cubanos se confirma por los cerca de 11.000 detenidos en México en 2007 mientras intentaban llegar a EE. UU. A ello se suma la vinculación de esta inmigración ilegal con violentos cárteles de la droga y del tráfico humano.

Continua…

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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