Periodistas sindicales independientes opinan sobre realidad cubana actual

En: Sindicales

1 Dic 2010

A paso de tortuga marcha el programa de supresión de puestos de trabajos en los establecimientos del Estado. Rumores fidedignos indican que, dado el nivel de tensiones, en algunos casos se ha detenido el proceso para buscar fórmulas menos agresivas.

Es posible que no se cumplan las expectativas de aligerar la abultada empleomanía estatal, en el orden de los 300 mil, en lo que resta del año 2010 y el primer trimestre del 2011.



Periodistas sindicales independientes opinan sobre realidad cubana actual.

Los dilemas del reajuste laboral.


Jorge Olivera Castillo. Periodista Independiente y ex preso de conciencia causa de los 75
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Agencia Sindical Press. La Habana, Cuba, noviembre de 2010

A paso de tortuga marcha el programa de supresión de puestos de trabajos en los establecimientos del Estado. Rumores fidedignos indican que, dado el nivel de tensiones, en algunos casos se ha detenido el proceso para buscar fórmulas menos agresivas.

Es posible que no se cumplan las expectativas de aligerar la abultada empleomanía estatal, en el orden de los 300 mil, en lo que resta del año 2010 y el primer trimestre del 2011.

Frente a tales alternativas, es muy difícil que el ritmo previsto para la eliminación de plazas se cumpla. La posibilidad de dedicarse al trabajo por cuenta propia sólo ocuparía una modesta fracción de la demanda. No todos los desempleados cuentan con las habilidades y la voluntad de probar suerte en un sector lastrado por múltiples limitaciones impuestas por el Estado. ¿Dónde está el mercado mayorista que proveerá materias primas, herramientas y accesorios a precios tolerables? ¿Cómo lograr el equilibrio entre las severas tasas impositivas y  las ganancias, en medio de tanta regulaciones que imposibilitan lograr resultados medianamente rentables?

El hecho de que en el sector de la construcción (en más de un 90% en manos del Estado) se necesiten alrededor de 30 mil personas, y que en los campos, la mitad de los terrenos cultivables se mantengan ociosos, más que un incentivo para los candidatos a la cesantía, es desalentador. Aparte de las condiciones físicas necesaria para realizar las referidas labores, nada se habla sobre aumentos de los salarios, ni otros estímulos que hagan atractivos estos trabajos.

El clima que se respira en Cuba, ante reformas que parecen fruto de la más rigurosa doctrina neoliberal, es de total incertidumbre.  Las ilusiones en torno al posible éxito de las anunciadas medidas de capitalismo salvaje son, en el mejor de los casos, moderadas.

Implementar los denominados Lineamientos de la Política Económica y Social, con la hipotética idea de salvar al sistema de partido único por medio de transformaciones inconexas y con un apreciable grado de subjetividad, podría llevar a la desarticulación definitiva de la sociedad.

Sin una inyección financiera de consideración, ni leyes que promuevan y protejan  a las entidades como y a actores de una, todavía ausente, economía de mercado, las posibilidades de éxito del plan son remotas.

El juego apenas comienza. Conservar intacto el andamiaje político-ideológico, mientras le hacen guiños al capitalismo, es el plan de supervivencia de la nomenclatura. Habría que ver cómo termina este ejercicio de malabarismo sobre la deshilachada cuerda de una revolución experta en descontroles e ineficiencias.


Las chispas sociales de la revolución energética



Jorge Olivera Castillo, Sindical Press.

Toman fuerza los rumores de que los núcleos familiares donde haya deudores de los equipos electrodomésticos entregados por el Estado meses atrás no podrán comprar las raciones de la cartilla de racionamiento correspondientes al mes de diciembre.

Hay otros comentarios, también sin confirmación oficial, que señalan el procesamiento judicial de los morosos.

El resultado de las campañas de concientización para que las personas paguen sus adeudos, ha sido un fracaso. La mayoría de los implicados continúa apostando por la indiferencia.

No pocas personas vaticinaron que esto pasaría. El cambio a gran escala de equipos viejos por otros más modernos a pagar a plazos, como parte de la promocionada Revolución Energética, ha desembocado en un callejón sin salida.

Por un lado el déficit millonario en las cuentas del estado a causa de los atrasos en los respectivos desembolsos monetarios y por otro la continuidad de los bajos niveles de eficiencia.  Es de conocimiento público que el consumo eléctrico por parte de la población persiste en alcanzar un puntaje crítico al compararlo con las disponibilidades de petróleo asignado para este fin.

Los expertos que dieron el visto bueno, se equivocaron. Las cosas lejos de mejorar han empeorado. Junto a la persistencia del desbalance entre oferta y demanda en materia energética, ahora se suma la escandalosa acumulación de impagos. Esto último hay que verlo como un asunto que añade lastre a un sector financiero, en la actualidad abocado a un desastre de incalculables proporciones, a partir de su casi nula tasa de acumulación, entre otras dificultades no menos dramáticas.

“Yo di mi refrigerador soviético funcionando.  Lo justo era que me lo hubiesen tasado. De esta manera el precio a pagar por el Haier chino hubiese sido menor, pero nada de eso. Hace meses que no doy ni un centavo. Es verdad que el pago es a plazos, pero son más de 6000 pesos que al cambio representan como 340 dólares y mi jubilación es de aproximadamente 10 dólares al mes”. De esta forma justificaba su morosidad el ex trabajador de un instituto perteneciente al Ministerio de la Industria Ligera, llamado Andrés.

Cada cual tiene su excusa para haber cesado las contribuciones monetarias. Hay familias que además de los equipos cambiados (televisor y  refrigerador), recibieron cocinas, calentadores de agua, ollas arroceras, entre otros  aparatos eléctricos, que quizás a estas alturas estén rotos, hayan sido revendidos en el mercado negro o cambiados por comida.
La situación es cada vez más tensa.  El tiempo pasa y el estado busca alternativas para recuperar el dinero invertido. Seguramente apelará a medidas drásticas. En eso no hay dudas.

Al momento de concluir este artículo, no se ha confirmado si es cierto el rumor que anuncia el embargo de los productos racionados a los deudores, mientras dure su actitud.

Pudiera ser posible que esto ocurriese. Me atrevo a adelantar que las reacciones, en protesta por la supuesta retención de los avituallamientos, serían violentas.

Un número considerable de personas alega que los equipos suministrados no tenían la  calidad requerida y que con los bajos salarios recibidos por su trabajo, en las empresas y fabricas del estado, es muy difícil sostener el monto de los pagos y al mismo tiempo cubrir otras necesidades de primer orden.

De cierta manera se sienten estafados. En parte, no dejan de tener razón.

¿No hay jabas?

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press.

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Un pullover, algunos de los bolsillos del pantalón o ambas axilas, se han convertido en envases de emergencia para los productos comprados en las tiendas recaudadoras de divisas (TRD). Cada vez es más difícil encontrar algo para envolver lo comprado en esos establecimientos, donde los precios causan vértigo.

La frase ?lo sentimos no tenemos jabas?, es la última o la primera bofetada que recibe el cliente al frecuentar una de estas tiendas, en las que, además, el cliente se expone a algún gesto de descortesía, una clara muestra de indiferencia o una muy vaga explicación tras indagar sobre las características de la mercancía que piensa adquirir. Este es el denominador común de cómo actúa el personal que trabaja en estos comercios. El buen trato es algo perdido, en su lugar están la insensibilidad y la falta de educación.

Hay casos en que demandar una bolsa de nylon para llevarse lo adquirido es suficiente para recibir una refriega del dependiente o cajero. Se podría pensar que no proveer bolsas es una orden del organismo que  dirige la red comercial. De existir tal disposición, nadie se ha enterado en Cuba.

Hasta el momento son desconocidas las causas del problema y parece que la solución tendrá que esperar. Lo que parecía un fenómeno pasajero y localizado en algunos centros, es hoy un asunto que afecta a casi todas las TRD de Ciudad de La Habana. Entre una larga suma de eventos que rozan la ficción, está el caso de un señor con cara de angustia que esperaba en la fila para pagar un kilo de hígado de res; producto que sostenía entre sus manos levemente separadas del cuerpo para evitar nuevas salpicaduras de sangre.

Bolsillos para llevar artículos de aseo personal, camisas convertidas en valijas para trasladar media docena de latas de cerveza, axilas para flautas de pan y pomos de aceite vegetal, son parte de las  alternativas puestas en práctica ante la crónica falta de jabas.

?Salir a la calle sin una jaba es como marchar a la guerra sin fusil?, dijo una señora después de comprar un pollo congelado en los Almacenes Ultra.

Lo insólito de la situación es que el monopolio de distribución y venta de jabas pertenece  al mercado negro. Alcohólicos, desempleados, personas con deficiencias mentales y delincuentes, apenas se ocultan para vender su codiciado producto.

Los suministros son afectados por breves interrupciones. Es raro no encontrar entre los portales o en las inmediaciones de los mismos establecimientos donde no existe la posibilidad de comprar un jabuco, a alguien que venda, a gusto del consumidor, jabas grandes y pequeñas al precio de un peso en moneda nacional.

De más está decir que deben ser sustanciosas las ganancias de los eficientes abastecedores de los vendedores callejeros de jabas, y en menor escala la de los vendedores mismos, parte del sector marginal que crece como la espuma.

Quejas de finqueros


Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubasindical.org) – Los finqueros (tenedores  de  tierra  estatal  entregada  en usufructo) Miriam  Medernás, Juan González,  Salvador  Valle  y Casimiro Fernández,  poseedores  de tierras en las proximidades  de  La  Mora, poblado  entre Campo Florido  y  Bajurayabo, municipio  Habana del Este, conversaban  airados, quejándose de los inspectores, quienes los hostigan con multas.

“La tierra  estaba  infestada de marabú, jamás entregan tierra limpia, ¡eso ni por asomo!  Pagué  para  que  tumbaran el marabú, pero como es una planta que las semillas las lleva el viento, reaparece al poco tiempo, cuando  acondicionas las  tierras  por un costado por el otro vuelve la invasión, no da descanso. Entonces, viene el inspector y te  pega la multa, no hay chance”,  dice  Casimiro.

Juan se lamenta: “No venden potrerón, (herbicida), ni fertilizantes, ni aperos de labranza, ¡nada!, pero quieren que tengamos todo como un jardín. No se puede. Compramos  petróleo para echarle al tallo del marabú cortado, que es una madera durísima, para  que muera. A veces  tenemos éxito, a veces  renace. Es para volverse  loco.”

Los tormentos de los nuevos agricultores no terminan ahí. Un problema que “se las trae”, según Salvador, está en las cercas: no venden alambre.

“Si no pones cerca entran los animales del vecino y te estropean las siembras; si eres tú el de los animales y no tienes cerca, el jelengue  que se te arma es de madre. Esto, sin hablar de  ladrones. De día y de noche merodean por las  fincas. En los últimos tiempos  cercamos  con una  planta de muchas espinas  llamada cardón o espantanegro, aunque a decir  verdad el ladrón es de cualquier  pinta. Lo otro es que si al año no produces te quitan la tierra. Si me pegan otra multa la  devuelvo, me retiro del campo.”

No existe  libre mercado. Hay que venderle al Estado. Los precios, fijados por el gobierno, desaniman al productor.

“Ahora mismo están  pagando sesenta pesos por cien racimos grandes de plátanos. El Estado vende la mano a cinco pesos. Si la vendiéramos a tres los campesinos compensaríamos muchos  gastos, nadie  saldría  perjudicado. Pero el Estado aplica  siempre  la ley del embudo: lo ancho  pa’ ti  y  lo  estrecho  pa’ mí”, razona la señora  Madernás.

Casimiro piensa  diferente: “Estoy por dejar de sembrar y dedicarme a la ganadería, a probar si me va mejor. Claro, sé que esto también trae muchos problemas. El Estado vende hasta doce añojos. Tengo que  conseguir los tablones para preparar los corrales, proteger al ganado a toda hora del hurto y sacrificio, y alimentarlos, y todo para cuando sean vacas y toros adultos el Estado los compre a  precios bajísimos. El único que puede comprar es el Estado. Veré  si cambio de ocupación o si  dejo todo esto.”


Un reino para dos


Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Ella renquea de la pierna izquierda por causa de una caída en el restaurante La Dominica, justo en la esquina de Mercaderes y O´Reilly, donde canta para sobrevivir. El carga la guitarra sobre un hombro como quien lleva una cruz, pero siempre sonríen y complacen peticiones. La canción Aprendimos a quererte, que Carlos Puebla le dedicara a Che Guevara, y Chan-Chan, de Compay Segundo, son el plato fuerte de los europeos que huyen del frío y confunden sus emociones..

A ranchera limpia se han ganado un espacio entre los parroquianos del bar El Alambique, donde se mezclan trabajadores y vecinos de la termoeléctrica de Tallapiedra, casi todos orientales.

Pero sigo siendo el rey, de José Alfredo Jiménez, se canta entre tragos de ron y cervezas por quienes se niegan a perder, a pesar del desempleo que se avecina y el alto costo de la vida que nos acosa por todas partes.

En Obispo y Baratillo cantan al amor con temas como Piensa en mí, de Agustín Lara; Júrame, de María Grever, y Yolanda, de Pablo Milanés. Para las puestas de sol, nada mejor que un tema de Marco Antonio Solís frente al Castillo de la  Fuerza, desde donde se divisa el Cristo de Casa Blanca, a quien van dirigidas todas las miradas en busca de un milagro salvador. Y hasta interpretan algo de Ricky Martin para captar el interés de la juventud que pasea sin rumbo por la Alameda de Paula, sitio ideal para encontrar un extranjero, allí donde soñaba con la independencia de Cuba José Martí.

También entonan  boleros lanzados a la fama por Lucho Gatica y Vicentico Valdés, en versiones de Luís Miguel y Cristina Aguilera. Las baladas que más gustan son las de Chayanne. El repertorio es extenso, aunque la propina es corta y apenas alcanza para comer.

Pero siguen ahí, tarde tras tarde, compartiendo canciones en medio de su acompañada soledad, en busca de un reino para dos.  Ojalá y lo encuentren más allá del oficio de soñar.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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