En: Opinión
28 Ago 2010El recurrir a un embargo es una solución relativamente sencilla para los gobernantes de cualquier parte del mundo. La justificación perfecta ante la incapacidad o el deseo de hacer algo mejor. No basta con repetir con mayor o menor énfasis que funcionaron anteriormente, la época de los embargos es cosa del pasado. No se puede jugar a la subordinación del comercio según dictados gubernamentales y decirle al mundo que abra las fronteras a los productos norteamericanos. Incluso las sanciones económicas, que no deben confundirse con un embargo, tienen una efectividad muy limitada.
Uno de los argumentos repetidos en contra de cualquier medida que busque reducir las restricciones impuestas por el embargo norteamericano hacia Cuba es que de esta forma se alienta el mercantilismo impuesto por el régimen. En realidad, de levantarse el embargo, la tendencia económica que terminaría imponiéndose sería todo lo contrario.
El capitalismo moderno está fundamentado en la noción de un mercado libre de mercancías, servicios e ideas. Por contraste, el mercantilismo fue el sistema económico que dominó en la economía de Europa Occidental desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII. Este se fundamentaba en una política estatal de beneficios mutuos entre la clase mercantil y un gobierno que buscaba fortalecerse.
El régimen cubano explícitamente prohíbe a la población entablar relaciones comerciales u otro tipo de actividades comerciales privadas. Estas se encuentran estrictamente reservadas para el Estado y sus gobernantes. Cada dólar que ha sido negociado con Cuba, por las firmas norteamericanas, ha sido tramitado por una entidad única, la empresa Alimport, que es propiedad del régimen castrista y operada por éste.
Las actuales leyes norteamericanas condicionan los vínculos comerciales con la isla al reconocimiento y respeto de los derechos económicos, políticos y humanos del pueblo cubano, entre los que se encuentra la liberación de todos los prisioneros políticos. Sólo cuando esto ocurra, el comercio con Cuba será libre y beneficioso, dicen quienes justifican la permanencia del embargo.
No sólo este argumento es más vulnerable en estos momentos que el gobierno cubano ha iniciado un proceso de liberación de presos políticos, sino lo que es más importante: parte de una premisa falsa.
Al tiempo que debe señalarse que la represión continúa en Cuba, el tratar de minimizar o pasar por alto las liberaciones de presos políticos es una actitud mezquina.
Es cierto que el gobierno cubano practica el mercantilismo económico, sólo que la política del embargo contribuye a ello. Esto no quiere decir que la eliminación de las restricciones comerciales implicaría el fin de las prácticas mercantilistas en Cuba, pero sí puede afirmarse que el embargo brinda un medio ideal para el desarrollo del mercantilismo.
El recurrir a un embargo es una solución relativamente sencilla para los gobernantes de cualquier parte del mundo. La justificación perfecta ante la incapacidad o el deseo de hacer algo mejor. No basta con repetir con mayor o menor énfasis que funcionaron anteriormente, la época de los embargos es cosa del pasado. No se puede jugar a la subordinación del comercio según dictados gubernamentales y decirle al mundo que abra las fronteras a los productos norteamericanos. Incluso las sanciones económicas, que no deben confundirse con un embargo, tienen una efectividad muy limitada.
También es cierto que tanto Europa como Canadá y México ponen en práctica lo que se podría considerar una política mercantilista respecto a Cuba, la cual igualmente puede ser criticada. Sus empresarios han contado con el apoyo de sus países, y con las bondades de un comercio restringido, donde sus productos se pasean libres de la competencia norteamericana. Pero debe añadirse que le han pagado a Estados Unidos con la misma moneda que este país les ha querido aplicar, sólo que en sentido inverso.
El capitalismo moderno se fundamenta en el mercado libre, pero no es necesario el libre intercambio de información para que haya capitalismo. Demasiadas dictaduras han ocurrido en el último siglo y continúan en el presente que niegan esta afirmación. También cada vez más se hace evidente que no son necesarias las libertades políticas y el respeto a las derechos humanos para que se produzca un crecimiento económico.
Las exigencias de los legisladores cubanoamericanos y varios grupos del exilio, de mantener las restricciones al comercio con Cuba y fundamentarse para ello en los supuestos beneficios del capitalismo, resultan perjudiciales para la economía norteamericana y son en última instancia hipócritas. Si se pusieran en práctica, no sólo Estados Unidos no podría comerciar con un puñado de países, con los cuales mantiene importantes nexos económicos, sino que algunos de estos exiliados, que pertenecen al sector empresarial del exilio de Miami, no habrían podido desarrollar muchas de sus empresas, ya que han hecho un gran número de negocios con dictaduras latinoamericanas que no sólo carecen del menor respeto por los derechos humanos, sino que han torturado sistemáticamente a sus opositores.
Las prácticas mercantilistas no son ajenas a los exiliados de Miami, una ciudad donde se han obtenido contratos sin licitación, cargos públicos han sido distribuidos entre compinches e incluso millones de dólares, supuestamente destinados a impulsar la democracia y el respeto a los derechos humanos en la isla, han servido para financiar viajes y proveer de un medio de vida cómodo a varios que aparentan ser feroces anticastristas, y en realidad han convertido el alboroto en negocio.
aarmengol@herald.com
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".