Martin Guevara y Miriam Celaya Testigos de un Mismo Momento.

En: Opinión

7 Oct 2010

Martin Guevara es sobrino del Che. Dato sugerente, pertenece a una dinastía que cuenta de manera poderosa en las filas de la llamada izquierda histórica latinoamericana. Referencia que arrastra expectativas dignas de seria atención a su testimonio político encuadrado al compás de los pasos incontenibles del proceso actual en la región.



Martin Guevara y Miriam Celaya Testigos de un Mismo Momento.

Por José Vilasuso Rivero.

La miseria del hombre es sólo otro párrafo de su apologética. Y mejor no extenderlo demasiado.

Blas Pascal


I

Martin Guevara es sobrino del Che. Dato sugerente, pertenece a una dinastía que cuenta de manera poderosa en las filas de la llamada izquierda histórica latinoamericana. Referencia que arrastra expectativas dignas de seria atención a su testimonio político encuadrado al compás de los pasos incontenibles del proceso actual en la región.

Martín Guevara perteneció a los sectores más radicales que se opusieron a la dictadura del general Videla durante los períodos harto publicitados por violentos y decisivos del pasado siglo. Fue exilado en Cuba donde vivió sucesos reveladores tocantes al itinerario de su tío el comandante Ernesto y las múltiples vivencias con los pies sobre el piso. Realidad de la vida, sin nexo alguno con idealizaciones y utopías. La política es parte de la vida y una de sus escuelas óptimas. Hoy Martín Guevara es otro buen exponente de los veteranos marxistas forjados en aquellas gestas estremecedoras que, regresa al mundo del presente para repensar, reflexionar y asumir posiciones inconcebibles a los ojos de una sociedad en buena parte frágil y confusa que, difícilmente puede calar su discurso fuerte y al grano que traspasa un estrecho círculo de ingenuidades y simplezas aun vigentes en los mejores salones de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos.

Es de esperarse que Martin Guevara merezca una mayor comprensión al menos en el seno de la sociedad democrática regional; no tanto en aquellas indesprendibles del ayer que seguramente lo han de descalificar de oficio. Cuando se espolean entrañas capaces de remover compromisos y abrir los audífonos  para deslizar nuevos aires, sus portavoces se convierten en centros de atracción para los inquietos e inconformes no más. Mas no es menos cierto que inconformes e inquietos no ocupan el sitial debido en la arena publicitaria de nuestro subcontinente, al  menos hasta el presente. La piedra filosofal de las recientes declaraciones de Martin Guevara encierra el desenmascaramiento de otra falacia en que no escasos personeros de la llamada izquierda convencional ha permanecido atrincherada con sacos de arena y alambradas. El compromiso. Digo el compromiso y no la idea. Del primero se ha confeccionado una especie de secreto a las cuatro voces que, sin razón alguna de peso viene encubriendo los peores desmanes, un aplastante estancamiento, y en definitiva extendiendo el mito con las consecuencias dolorosas acumuladas en el cubano de a pie y ahora el venezolano en carro viejo.

Martín Guevara presenció durante su exilio la complicidad de Fidel con Videla como pago por los suministros de cereales argentinos a la URSS en tiempos del camarada Leonid Brezhnev. El satélite no podía contradecir a “la patria del proletariado.” Pero resultaba que si aquellos guerrilleros, revolucionarios, estudiantes o militantes argentinos habían sido acogidos en Cuba como exilados, la pregunta era: “”entonces ¿por qué estamos aquí?””  Ellos como todo residente en el escenario de la revolución vivían bajo la censura. Martín Guevara comprendía el engorro con sus previsibles secuelas y nada podía hacer cuando sus compañeros se formulaban la pregunta definitoria. Era otro comprometido con el castrismo. Por arte del misterioso mito o del mito misterioso guardaba voto riguroso de silencio.

Esta revelación contiene alto significado moral. Es impensable el número de almas comprometidas con Fidel Castro que todavía por idéntico motivo ocultan sus excesos. Nótese que en el argot típico de la especie doctrinalmente autocensurada se prefiere mencionar a Cuba, o a la revolución cubana. El nombre del dictador se omite, o prefieren acompañarlo del rango “gobernante.”  Costumbre no carente de trastienda y que exige clarificación.  A veces parece magnetismo; otras tal vez la vergüenza de un pasado bochornoso. Espejo cóncavo y convexo a la vez de medias tintas. Reconocer es siempre obra de gigantes. El camino de Damasco está repleto de piedras no preciosas. Sin embargo, en su defecto las opciones permanecen a la vista libremente, hasta el infinito y de vez en cuando saltan los hombres originales cuyo itinerario vale por todos los adocenados y los más cautelosos observadores desde la barrera.

II

Hay en el fondo del pozo profundo un componente de incertidumbre y fragilidad de pies que un amanecer se descubre descalzos. Se milita en un bando, pero las ideas no están debidamente cimentadas ni mejor digeridas. No se ha dedicado un tiempo prudencial a remover las raíces y quicios ideológicos. Los hechos abominantes se pasan por alto. Se es o se proclama de izquierda sin definir qué sea eso. Pocos prueban su almendra y en todo caso no la saben saborear. Si por izquierda se entiende socialismo, en rigor habría que cuestionarse el socialismo de Tony Blair, Francois Miterrand o Ricardo Lagos. Cosa que deja fuera de balance a cualquiera de sus portavoces, por ejemplo a don Rafael Correa.

Qué hay entonces en juego. La falta de convicción. La ligereza de “”posses”” tan frecuente en nuestros banderizajes tropicales. Sinceridad castrada y exceso de precipitación al enarbolar estandartes de múltiples colores, y atractivos durante el desfile callejero a toque de trompeta y redoble de tambores. Por eso a la hora del cuajo es preferible el escapismo o dorar la píldora bajo cualquier pretexto baladí. Eso exactamente acaban de denunciar en Cuba Haroldo Dilla y Miriam Celaya motivo por lo que los traemos a colación. Estos jóvenes disidentes desde el patio caliente acusan idéntica flojera por parte de una intelectualidad condescendiente, que se conforma con leve alusión a determinada carencia para mantener las apariencias de cierto espíritu contestatario de relativo buen gusto y pocas nueces en el horno. Esa intelectualidad no es adicta a la protesta contundente, con pelos y señales. Prefieren conformarse con muy poco, por mil razones; una de ellas se ciñe a la falta de verdadera confianza socialista, incluso de matices. De no sentirse de tal guisa seguramente saldrían a la palestra para denunciar el desacato a principios elementales del buen gobierno y los derechos humanos que hoy ya no se encasillan en los estandartes y distintivos; sino en las realidades efecto de la dura experiencia. El mundo del siglo XXI es más elaborado, receptivo y cuerdo que la venerable dirigencia cubana o su ardorosa imitadora uniformada venezolana.

Luego vale resaltar la coincidencia no pura entre un argentino cuyo sólo apellido con razón sobrada resuena hasta Oceanía y par de cubanos de nueva generación que barren con magros compromisos montados al amparo del pasado siglo cuyos corifeos, los unos  se resignan a percibir como ajenos los acontecimientos cambiantes del momento; mientras los otros ya guardaron el carro. Nadie es eterno sino Dios.

La lógica de tamaña contradicción descansa en la lentitud que las verdades como palos toman para abrir espacio en el seno de la opinión pública. Leyendo a Miriam Celaya parece proclamar situaciones harto comprobables desde cualquier escenario excepto el terruño cubano. Nadie debería pavonearse de indiferente ante ese despido masivo de medio millón de trabajadores en tres meses en una sociedad carente de oportunidades y recursos mínimos para paliar el entuerto. Amén de preguntarse cómo apencar a curitas atípicas del sistema socioeconómico demonizado por dicho régimen durante medio siglo. No es ningún secreto el estado de desesperación colectiva que les espera a esos compatriotas; el auge de la prostitución, delincuencia, corrupción incontenibles; mientras sus hombres de pensamiento parecen dormir el sueño de Blanca Nieves y los siete enanitos descrito por Walt Disney. Para qué se llaman intelectuales pues.

Al cabo de los años Martin Guevara ha tenido el valor de proclamar su silencio cómplice durante la estancia como exilado argentino en Cuba. Contemplaba con pasividad las contradicciones flagrantes dado que no es fácil desengañarse de las ideas, de su aplicación, de los hombres, o el partido en que se puso toda la fe. Lo que se cree se cree punto. Pero como era hombre de hebra sincera un día arribó a la conclusión quemante que sus ideales habían sido traicionados por un farsante. Día triste o día de albricias, para el caso es más de lo mismo. La verdad sobrepasa sentimientos, pasiones y nostalgias. La verdad como la justicia llevan los ojos tapados. Todo en contraste con esos pensadores criollos hoy más preocupados por cantar la palinodia o viajar por los Cerros de Ubeda, aunque en voz bajita reconocen que faltan las salchichas de soya en la libreta de abastecimientos, caramba.

Admiro la entereza de Martin Guevara y no espero que el testimonio referido signifique su claudicación de las ideas socialistas que honradamente profesó. Los hombres enteros no se cambian de casaca, pero saben descubrir a los engañadores y verdaderos traidores a su causa. Yo conocí a su tío en 1959 en La Habana y aunque desde el inicio discrepé tanto de sus ideas como los procedimientos, puedo apostar que por tratarse de un carácter firme si no hubiera  caído en Bolivia, ahora estaría dándose la mano con su sobrino. Miriam Celaya por su parte exige la definición de los intelectuales, la considera apremiante. Pero no importa, ellos probablemente han de seguir en sus trece, no les pidamos más. Esa denuncia de impacto la llave a cabo ella, Haroldo Dilla….

2 Comentarios para Martin Guevara y Miriam Celaya Testigos de un Mismo Momento.

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Jose Vilasuso Rivero

octubre 7th, 2010 at 2:12 pm

El Premio Nobel de Literatura acabado de conceder a Mario Vargas LLlosa refuerza el caso arriba descrito. Es una segunda versión de la historia o la historia que se repite. Don Mario fue afiliado de número a la juventud comunista en Perú y su itinerario inicial como literato se forjó a la luz de un modelo revolucionario radical. Modelo que lentamente se fue apaciguando conforme presenciaba los excesos del castrismo durante sus años de mayor furor y ostentación publicitaria. A partir de los setenta Mario se convierte en verdadero opositor frente al totalitarismo imperante fraguando una de las corrientes de opinión más sólidas para beneficio de la libertad. Cuba es hoy una de sus apologadas más dignas de crédito, ya que la pluma de Vargas LLosa ni se compra ni se vende.

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Jose Vilasuso Rivero

octubre 7th, 2010 at 2:28 pm

Jorge Semprúm, Carlos Franqui, Vladimiro Roca y un abanico inacabable de escritores, políticos, religiosos, artistas, etc han continuado este perenne desertar de las filas del extremismo radical para apaciguar sus impetus mediante ideas más concretas y que la historia prueba su eficacia sin necesidad de alharacas y violencia. Esta generación tiene antecedentes históricos que bien se debieron tomar en cuenta a la hora fatal de copiar el castrismo en Venezuela o alabarlo y apoyarlo en Brasil, Argentina o Ecuador. Los resultados son los mismos; ellos lo predijeron pues conocían la historia. Ahora con el galardón de Mario Vargas Llosa las figuras de estos hombres probos y pragmáticos acaban de reforzar su prestigio y por tanto sus ganancias para la causa de la libertad de Cuba y Venezuela.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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