En: Opinión
17 Feb 2010Con toda clase de sofismas y trastocando los efectos de la mala administración y apropiación indebida de las riquezas de la sociedad, la burocracia parasitaria procura soslayar la causa real del desastre, que es realmente la aparición de un tipo de propiedad privada manejada por un grupo de poder en su beneficio. Unicamente se han socializado las pérdidas, sufragadas por el pueblo, sumido en la miseria como consecuencia de este diabólico y fracasado esquema que ha conducido a la nación al desastre.
OSCAR ESPINOSA CHEPE: Los cuadros contraatacan
By OSCAR ESPINOSA CHEPE
Alarmada por planteamientos de ciudadanos, incluidos militantes del Partido Comunista, que con sólidos argumentos reclaman cambios radicales en la propiedad de los pequeños comercios, unidades de servicios y chinchales, publicados en la sección Cartas a la Dirección del periódico Granma, la «nueva clase» surgida en los últimos 51 años reacciona y trata de defender sus espurios intereses, aduciendo proteger un supuesto socialismo.
Con toda clase de sofismas y trastocando los efectos de la mala administración y apropiación indebida de las riquezas de la sociedad, la burocracia parasitaria procura soslayar la causa real del desastre, que es realmente la aparición de un tipo de propiedad privada manejada por un grupo de poder en su beneficio. Unicamente se han socializado las pérdidas, sufragadas por el pueblo, sumido en la miseria como consecuencia de este diabólico y fracasado esquema que ha conducido a la nación al desastre.
Plantean que «el problema es el robo y el mal aprovechamiento de la jornada laboral» y proclaman: «no la propiedad, cambiemos la forma de administrar» el 12 de febrero en Granma, como si el robo, el desaprovechamiento de la jornada laboral y la pésima administración no fueran motivados por un sistema de propiedad y gestión promotor de la ineficiencia, la corrupción y el sociolismo, que está en la base de todos los problemas.
La inepta «nueva clase» cubana –sociolistos en el lenguaje popular– integrada por una amplia burocracia conformada a imagen y semejanza de la padecida en el Este de Europa, denunciada por Milovan Djilas en su tiempo, teme cambios trascendentales y la pérdida de los privilegios disfrutados durante decenios. La nomenclatura, como también es conocida, teme perder sus impecables autos y un elevado status de vida que nunca ha estado acorde a su función social. Sin generalizar, puede afirmarse que muchas de esas personas, a través de sus «relaciones» y manejos, se han enriquecido al mismo ritmo que el pueblo ha sido llevado a la menesterosidad.
En la práctica, en Cuba se creó la carrera de «cuadro», administrativo o político, seguida por mediocres, que sin talento ni oficio encontraron esa vía como método para trepar, sin mérito alguno. Una anormal inversión de la pirámide social, con los oportunistas en la cima, mientras los profesionales, los trabajadores, los campesinos y los ciudadanos talentosos son aplastados en la base.
Por ello no sorprenden los juicios de algunas de esas personas en Granma del 25 de diciembre pasado, al señalar: «La solución de crear nuevos propietarios y cooperativistas de servicios, convirtiendo a los empleados actuales en supuestos dueños colectivos sólo conduciría a una desenfrenada libre competencia, que no es otra cosa que nuevas células de capitalismo, las cuales en las condiciones de Cuba hoy constituirían un retroceso no sólo en el orden económico, sino político, social e ideológico».
Ahí están las claves del pensamiento de la «nueva clase» en defensa del status quo, que no es más que el mantenimiento de la corrupción, el robo, la especulación, la ineficiencia, improductividad y el mal servicio; que se mantenga el proceso de resquebrajamiento moral, la fragmentación social y la descapitalización –verdadera autofagia económica–, males que amenazan hasta los cimientos de la nacionalidad cubana, según pensadores oficiales.
El contraataque de los cuadros es ya tan evidente que hasta la prensa internacional comienza a reflejarlo. Representan un peligro para el país y, como se vio en el Este de Europa cuando trataron de paralizar los cambios, no dudaron en realizar crímenes políticos –Polonia con el asesinato del sacerdote Jerzy Popieluszko– o aventuras golpistas –Unión Soviética. La «nueva clase» sabe que si se iniciara un proceso de apertura, las gigantescas estructuras burocráticas, con sus innecesarios y colosales gastos, desaparecerían y, con ellas, su enorme poder acumulado a expensas del pueblo.
Aunque los obstáculos impuestos por la burocracia parasitaria puedan demorar el advenimiento de una economía racional, y detener momentáneamente el triunfo de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba, el curso de la historia resulta indetenible. La aparición en Granma de llamados al cambio, con sólidos argumentos, firmados por simple ciudadanos, incluidos militantes de base del Partido Comunista, indican claramente el surgimiento de un frente común de la mayoría del pueblo que aspira a una Patria reconciliada, próspera y feliz, por encima de las diferencias ideologías.
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Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".