En: Opinión
10 Oct 2010La particular situación de cambios que se vive en Cuba en estos momentos, motivada por lo perentorio que resulta un movimiento visible de la dictadura castrista en sentido de tratar de paliar la deteriorada situación a la que ha llevado la aplicación ortodoxa de los ideales comunistas en la isla, ha motivado diversos análisis sobre lo adecuado de las medidas que comienzan a tomarse en el sentido de flexibilizar la dura vida de los cubanos dentro de su país.
LOS CAMBIOS DE RAÚL: UN ANÁLISIS
Jorge Hernández Fonseca
9 de Octubre de 2010
La particular situación de cambios que se vive en Cuba en estos momentos, motivada por lo perentorio que resulta un movimiento visible de la dictadura castrista en sentido de tratar de paliar la deteriorada situación a la que ha llevado la aplicación ortodoxa de los ideales comunistas en la isla, ha motivado diversos análisis sobre lo adecuado de las medidas que comienzan a tomarse en el sentido de flexibilizar la dura vida de los cubanos dentro de su país.
No cabe dudas que Raúl está consciente de la necesidad de un cambio de rumbo. El dictador mayor ensayó una frase, en una entrevista, que resume la opinión unánime de la cúpula gobernante: ‘el sistema cubano no funciona’. El problema sin embargo es que la gerontocracia gobernante cree que el fracaso no se debe a causas achacables al marxismo, sino que son errores tácticos, bien intencionados, cometidos en el difícil camino de la justicia social.
Se conjetura sobre la adopción por parte de Raúl del llamado “modelo chino”. No cabe dudas que el movimiento que ha iniciado Raúl tiene como base los mismos objetivos que ya tuvo la cúpula gobernante china cuando inició sus cambios, años atrás: preservar el poder político en manos del partido comunista, mientras hacía cambios en el área económica. Esa es la clave.
Para el análisis de los anunciados cambios económicos en Cuba es importante tener en cuenta el grado y la profundidad de estos cambios. En China, como se sabe, hubo una apertura casi irrestricta al capitalismo de mercado en la economía, incluso hoy se considera que “los empresarios son clases sociales tan revolucionarias como los obreros”. En Cuba no se ha llegado a este punto, que en China fue producto de años de experiencia con el marcado.
Según la economía clásica –aceptada por “griegos y troyanos”– existen tres grandes sectores en toda economía: el sector primario, conformado por actividades que explotan los recursos naturales, como agricultura, minería, pesca, entre otros; el sector secundario, compuesto por la producción fabril industrial básicamente; y el sector terciario, consistente en el intercambio (compra-venta) de bienes y servicios, conformando el llamado mercado.
En China, los cambios en la economía afectaron los tres sectores económicos, habiendo una mayor participación del estado en los sectores primarios, casi siempre conformados por empresas de capital abierto, donde el capital privado tiene cabida. A pesar de regulado, el mercado chino es dirigido por la oferta y la demanda y funciona como en un país capitalista.
En el caso cubano, no se planea hablar de capitalismo de mercado, aunque se comienzan a tomar las medidas más drásticas propias de este sistema. Se ha planeado despedir, en la mejor práctica capitalista, a más de un millón de cubanos (en la primera fase serán 500 mil) para los cuales se ha ampliado la gama de autorizaciones, ya existentes, con la esperanza de que el 25% de la masa laboral cubana se reubique sola, al mejor estilo de Poncio Pilatos. Raúl eligió “lo peor de los dos mundos”: despidos capitalistas y producción socialista, (es decir, poca).
Muy pocas, entre las casi 200 “actividades por cuenta propia” que se pondrán en práctica, son actividades del sector primario (con excepción de la agricultura, que se ha planeado para que sea del tipo “familiar”) y ninguna del sector secundario, lo que significa que sin grandes empresas agrícolas o pecuarias, sin empresas de producción industrial –reservadas al estado– el futuro económico cubano continuará siendo de baja e ineficiente explotación de los recursos naturales (como hasta hoy) y la producción industrial seguirá su curso errático de carestías.
Es sabida la línea discriminatoria que el castrismo ha seguido en todos los sectores de la economía cubana antes de los cambios de Raúl, caracterizados por el permiso de entrada de capitales extranjeros a explotar, tanto actividades primarias (petróleo, minería, entre otros), como actividades secundarias (fábricas de beneficio de frutas, leche, etc.). Siendo así, cabe la pregunta. ¿Por qué no se autoriza capital cubano en estas actividades económicas asociados a los actuales cambios de Raúl? Una ambigüedad por ejemplo que el “modelo chino” no tiene.
Siendo la apertura de Raúl restricta a servicios menores (zapateros, payasos, peluqueros, etc.) queda claro que la voluntad del régimen se restringe a abrir un campo provisional de oficios subalternos, imaginando que el estado socialista podrá así “dedicarse a su verdadera vocación de productor de ‘cosas’ importantes”, para en el futuro intentar –como ya lo ha intentado antes varias veces– absorber los “desdichados” que hoy son despedidos de sus puestos de trabajo.
Hay en los cambios de Raúl un claro objetivo de tratar de aumentar la “eficiencia socialista” (si es que en el socialismo se puede hablar de eficiencia, fuera de la policía política) en la equivocada suposición de que los problemas cubanos no son causados por la aplicación práctica de los postulados marxistas, sino por un excesivo paternalismo anterior con el empleo.
Para Raúl y sus asesores no resulta clara la idea de que, en la economía de un país deben participar todas las células individuales (personas) que componen la sociedad, actuando como empreendedores, según la capacidad empresarial e iniciativa individual de cada cual y no solamente como simples comandados, actuando en labores menores, de poca relevancia.
Ninguna sociedad socialista consiguió nunca (la cubana mucho menos) ningún logro cercano a los logros individuales que consiguieron personalidades empreendedoras del mundo libre que disfrutaron de la libertad económica que el mundo de mercado facilita, como Henry Ford, Bill Gates, Nelson Rockfeller, entre otros, que cambiaron con su trabajo la historia del mundo y que impulsaron sectores de la economía que hoy dominan la sociedad contemporánea. Cualquiera de estos empreendedores, de haber nacido en la antigua Unión Soviética –o en Cuba– se hubieran frustrado ante las limitaciones al ser humano que impone el socialismo comunista.
No hay –ni habrá en la Cuba de Fidel y Raúl– cambio de enfoques, ni siquiera en la economía, fuera de la ya conocida discriminación de sus conciudadanos, aduciendo que ellos no quieren hacer lo que “el partido determina”, en el sentido de producir bienes y servicios cual esclavos. En la política, por supuesto, ni siquiera se habla de cambios. Habrá dictadura siempre.
Recientemente el dictador cubano se expresó de la siguiente forma ante una pregunta: “el capitalismo no hay que construirlo, es natural; lo que hay que construir es el socialismo”. Esta frase implica la necesidad de un “cierto adoctrinamiento” para que los hombres trabajen cual robots, largas horas y por amor al arte, sin la intención antropológica de mejorar individual y familiarmente, dejando esa “deficiencia capitalista” solamente a unos pocos jefes del partido comprometidos, que tienen en sus manos el libre albedrío individual que niegan a “las masas”.
Artículos de este autor pueden ser consultados en http://www.cubalibredigital.com
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".