En: Opinión
23 Nov 2010A nadie debe quedar la más mínima duda que Raúl Castro ha elegido la economía como el principal objetivo de su mandato. Una decisión calculada, que no sólo va dirigida a desviar el eje de atención de los problemas realmente importantes que tiene Cuba: falta de libertades, ausencia de pluralismo democrático, no respeto a los derechos humanos, o presos políticos en las cárceles, y de paso, ganar tiempo, una de las cosas que mejor hacen los hermanos Castro desde el derrumbe del socialismo real a comienzos de la década de los años 90.
Las preocupaciones económicas de Raúl Castro
Por: Elias Amor Bravo
Periodista y economista de la ULC
A nadie debe quedar la más mínima duda que Raúl Castro ha elegido la economía como el principal objetivo de su mandato. Una decisión calculada, que no sólo va dirigida a desviar el eje de atención de los problemas realmente importantes que tiene Cuba: falta de libertades, ausencia de pluralismo democrático, no respeto a los derechos humanos, o presos políticos en las cárceles, y de paso, ganar tiempo, una de las cosas que mejor hacen los hermanos Castro desde el derrumbe del socialismo real a comienzos de la década de los años 90.
Sobre este asunto de la economía, hoy mismo Granma hace referencia a la reunión celebrada por el Consejo de Ministros “ampliado”, para analizar el plan económico presentado en los “lineamientos” y que se va a discutir en las sesiones de la Asamblea, convocada para el próximo 15 de diciembre.
En efecto, además de los miembros del gobierno en esta reunión han participado también los integrantes del Buró Político y del Secretariado del Partido, del Consejo de Estado, los primeros secretarios de los Comités Provinciales del Partido, así como los presidentes de los Consejos de la Administración Provinciales, el Presidente del Tribunal Supremo Popular y el Fiscal General de la República, el Vicepresidente de la Asamblea Nacional, los cuadros centro de la UJC, la CTC y demás organizaciones de masas, así como funcionarios de los principales organismos de la Administración Central del Estado. Ni más ni menos que la “plana mayor” del régimen para analizar los problemas económicos que afronta el país.
Centrar los puntos fundamentales de la agenda política en la gestión de la economía no es una idea desacertada por parte de Raúl Castro.
Ya hemos señalado el interés por desviar la atención de otros asuntos más graves. Pero, es que la situación de la economía cubana no admite bromas. Ni a corto plazo, donde se acumulan los problemas heredados de 51 años, de los que también él participa, ni a medio y largo plazo, donde la globalización y la creciente interdependencia entre las economías, exige adoptar medidas de gran alcance para no perder las extraordinarias oportunidades que se abren con este nuevo escenario, sobre todo en América Latina.
No es extraño el énfasis del raulismo en afrontar los problemas económicos. En estas condiciones, el papel y el liderazgo que está asumiendo bajo la atenta mirada de Raúl Castro, Marino Murillo Jorge, el responsable de la economía, le sitúa como un agente decisivo en cualquier proceso político en la Isla, al mismo tiempo que se convierte en objetivo principal de los ataques y de las críticas que, dentro del régimen, explotan en silencio, pero que terminan devorando a sus hijos. De momento, Murillo, un hombre experimentado en los sistemas de “perfeccionamiento empresarial” que el ejército puso en marcha en sus empresas durante los años 80, también bajo el control de Raúl Castro, se dedica a desempeñar su papel, pero llegará un momento, no muy tarde, en el que tendrá que volar solo. Las reglas de la economía son así. Cuando se acerca el momento decisivo, hay que estar atento, y sobre todo, con responsabilidad.
No deja de ser gracioso el discurso con el que este cuadro de dirigentes políticos se enfrenta a los retos de la economía. Nada mejor que citar textualmente el texto de Granma, “A partir de su consideración de que el Plan y el Presupuesto son instrumentos sagrados para la dirección económica, el General del Ejército Raúl Castro Ruz hizo varios comentarios sobre aspectos tratados en esta reunión ampliada y en distintos momentos subrayó sobre la necesidad de redoblar la exigencia y hacer que cada cual cumpla con su deber y responda por ello. «La responsabilidad de este plan –dijo-, no es solo de los ministros, sino de todos los directores de empresa».
Considerar que el plan y el presupuesto adquieren carácter “sagrado” para la gestión de la economía, es una apuesta que sitúa al régimen castrista más cerca de los asuntos de la Iglesia, que de la realidad de la economía. Ahora resulta que el castrismo, en esta última etapa de su existencia, se pone en manos del “altísimo” para resolver los problemas de ineficiencia económica, de mala gestión de los recursos disponibles, de descontrol en el manejo de los presupuestos, o de incapacidad para alimentar a la población, entre otros males.
Esta obsesión por situar el debate sobre la reforma económica en todas las reuniones periódicas de los comités provinciales y municipales, así como del Comité Central del Partido, para que se exija por cumplir todo lo que está establecido y se ejerza el control sobre la ejecución del presupuesto, pone de manifiesto que el equipo gobernante no las tiene todas consigo. Ni siquiera el propio Raúl Castro, o el ministro de economía que actúa al dictado. La economía es mucho más compleja, y funciona de forma espontánea provocando un orden natural que nada tiene que ver con esos ejercicios planificadores e intervencionistas.
Por ejemplo, esa insistencia en los programas de “ahorro a toda costa”, como fuente para obtener recursos, es un ejemplo de la incapacidad del estatismo comunista cubano por comprender las reglas reales de funcionamiento de la economía, que lejos de ser un pastel estático en el tiempo, cuyo reparto se realiza entre todos los agentes involucrados en el mismo, se convierte en una corriente que crece de forma continua, en equilibrio con las necesidades sociales puestas de manifiesto en el intercambio libre de mercado.
Hacer crecer la economía cubana debe ser el objetivo principal y no provocar ahorros, si realmente se quiere incidir en el modelo económico existente. Ahora bien, si el objetivo anunciado es dejar las cosas como están, y todo parece indicar que es por ahí por donde van realmente los “lineamientos”, entonces ya no hay mucho más que hacer, salvo seguir mareando la perdiz, ocupando a los cubanos en reuniones y asambleas explicativas que solo suponen una pérdida de tiempo libre, e involucrar a una sociedad en la idea, absolutamente falsa y carente de principio, de que solo dentro del socialismo se puede mejorar la economía.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".