En: Opinión
20 Ago 2010Lo decisivo, vital y determinante para solucionar el problema de Cuba es una toma de conciencia nacional –entre todos los cubanos– de reconocer que los problemas del país han sido y son generados por nosotros mismos y que es entre todos que tenemos que arreglarlos por encima de ideologías y de colores políticos. No entender esta realidad en cualquiera de las partes es seguir siendo parte del problema. Todos tenemos que aprender a vivir dentro de Cuba con otros puntos de vista, proyecciones y aspiraciones diferentes. Sin exilios políticos para ningún cubano. Es necesario acabar de entender que la igualdad y la unanimidad sólo se dan en los cementerios.
Me agrada que el Departamento de Estado de Estados Unidos haya seleccionado a Daniel Erikson para formar parte importante de su equipo Cuba. Es un inteligente norteamericano con un rico aval universitario y un cúmulo de experiencias adquiridas en el grupo de análisis de Washington denominado Inter-American Dialogue. Es poseedor de teoría y práctica cubana. Tiene más de 15 viajes de estudio y trabajo a la isla, y es un serio crítico del expediente de derechos humanos de Cuba y de su sistema económico. Obviamente ha sido seleccionado para ese importante departamento por su inteligencia y la disposición y compromiso de buscar caminos efectivos en la política de Estados Unidos hacia Cuba.
¿Me he convertido en un neoplattista que pone las soluciones del problema cubano en manos extranjeras? No. Se trata de que valoro mucho los grandes esfuerzos de Estados Unidos por ayudar a la liberación y el desarrollo de otras naciones, y especialmente en el caso cubano es el país más solidario con los hijos de Cuba que han tenido que salir de su tierra y con los que dentro de ella son contestatarios. Sin embargo, Estados Unidos no siempre luce bien ante el pueblo cubano y la comunidad internacional por algunos desaciertos en el enfoque de la problemática cubana y ello me duele porque las intenciones son buenas. Definitivamente que Estados Unidos quede bien es el motivo de mi positiva reacción por el nombramiento del experto funcionario.
Si de neoplattismo se trata, los abanderados principales de esa falta de ética nacionalista son el gobierno de Fidel y Raúl Castro, que sólo tratan los problemas del país con extranjeros. De ellos aceptan señalamientos, observaciones, pedidos de presos políticos, etc. Recientemente el gobierno de Cuba firmó los pactos donde se compromete a respetar los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de sus ciudadanos, pero la población no sólo no goza de esos derechos, tampoco conoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos porque la consideran burguesa, y esgrimen que la aplicación de sus preceptos en Cuba debe condicionarse al levantamiento del embargo norteamericano. ¿Existe alguna posición más plattista que la de las autoridades de La Habana? Esperar por una reforma de ley de otro país para después hacer ellos. Otro reducto de plattistas está en una pequeña parte de la dirección histórica de los exiliados que todo se lo piden a los norteamericanos y sólo tienen como plan anual solicitar que se aprieten más las tuercas del embargo norteamericano y el contacto entre cubanos.
Lo decisivo, vital y determinante para solucionar el problema de Cuba es una toma de conciencia nacional –entre todos los cubanos– de reconocer que los problemas del país han sido y son generados por nosotros mismos y que es entre todos que tenemos que arreglarlos por encima de ideologías y de colores políticos. No entender esta realidad en cualquiera de las partes es seguir siendo parte del problema. Todos tenemos que aprender a vivir dentro de Cuba con otros puntos de vista, proyecciones y aspiraciones diferentes. Sin exilios políticos para ningún cubano. Es necesario acabar de entender que la igualdad y la unanimidad sólo se dan en los cementerios.
Una conclusión: el problema de Cuba no es producto de enemigos externos. Es producto de la grave indiferencia del pueblo ante los problemas de la patria por la falta de esperanzas y es producto de la intransigencia y torpezas que hierven en las autoridades del régimen y en una parte de sus adversarios. Es necesario en las dos partes cubanas enterrar el viejo sable de las justificaciones para el atrincheramiento inútil. Ni las nostalgias, ni las ilusiones, ni los rencores van a cambiar la realidad en Cuba. Sólo lo hará la buena voluntad. Ya hoy todos (régimen, disidentes, sociedad y exiliados) si somos culpables del largo y penoso viaje de Cuba sin puerto, ni destino por no saber sentarnos entre todos en una mesa nacional a calentar motores para el despegue del país.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".