La incapacidad de Cuba para juzgar a Alam Gross

En: Opinión

8 Mar 2011

Para que una persona sea juzgado por un tribunal justo se necesita: 1) Una constitución, como ley suprema, donde se establezcan los derechos fundamentales de los ciudadanos y la competencia de los órganos del estado; 2) Un poder judicial independiente; 3) capacidad de participar en igualdad de condiciones en el descubrimiento de la prueba, es decir una defensa adecuada.




La incapacidad de Cuba para juzgar a Alam Gross

Lic. Faisel Iglesia


Por: Faisel Iglesias

Fundador de Movimiento de

Abogados Disidentes

Los Juristas de uno y otro alero del Estrecho de la Florida hablan de carácter político del proceso judicial que se le sigue en la Habana al contratista norteamericano. Claro que tiene un carácter político. Sin embargo, ahí no radica la causa por la cual nos debemos preocupar todos.

Para que cualquier acusado pueda recibir justicia son necesarios una serie de presupuesto que el gobierno cubano no esta en condiciones de garantizarle no solo al «contratista», sino a nadie que se pare antes sus «jueces».

Para que una persona sea juzgado por un tribunal justo se necesita: 1) Una constitución, como ley suprema, donde se establezcan los derechos fundamentales de los ciudadanos y la competencia de los órganos del estado; 2) Un poder judicial independiente; 3) capacidad de participar en igualdad de condiciones en el descubrimiento de la prueba, es decir una defensa adecuada.

En la Isla existe una mal llamada constitución, promulgada en 1976, pero la misma expresa en su articulo 5, que quien controla, dirige, orienta a la sociedad, estado y gobierno cubanos es el Partido Comunista. Por tanto, abdica su condición de ley suprema a favor del Partido Comunista. Por tanto Cuba es un país sin constitución;

2) Cuba no tiene un poder judicial independiente. Existe alli una concepción monista de la sociedad, estado y derecho, heredada de la concepción soviética.

El triunfo de la revolución de 1959, en medio de la Tercera Guerra Mundial, conocida como la Guerra Fría – época en que la humanidad vivía en la asfixiante atmósfera de la paz del miedo nuclear -, el sentimiento intemporales de un sector importante de la sociedad, dada la existencia de un capitalismo despiadado, sin plena conciencia social, que ignoraba e impedía la vigencia de la Constitución del 40, legítimo fruto de la voluntad popular, entre otras cosas, condicionaron el alineamiento de Cuba al Campo Socialista, el cual tenía una concepción monista del estado y consideraba al derecho un instrumento – y por tanto sin valores propios – del poder político.

El Campo Socialista fundado y liderado por la entonces Unión Soviética, tenía su base en la Rusia de la Revolución de Octubre. La Rusia feudal en pleno siglo XX, que comenzaba a abrirse al modernismo cuando ya occidente se estaba despidiendo de él. La Rusia que no había recibido aún, de manera eficaz, las influencias del derecho romano, del renacimiento, del iluminismo, del movimiento enciclopédico, de la revolución industrial inglesa, y mucho menos de la revolución francesa y de la concepción tripartita de los poderes del estado, que ésta le legó al mundo en las ideas de Montesquiu. Rusia sólo había conocido la Duma, especie de parlamento sometido, legalizador por unanimidad viciada de las muchas veces ilegítima voluntad del Zar, antecedente histórico de las mal llamadas asambleas populares de los países socialistas totalitarios.

Rusia no había conocido una Constitución. «Sólo una vez, en noviembre de 1917, hubo un parlamento votado libremente, pero sin llegar a reunirse», nos recuerda Michael Morozow, en su obra, «El caso Solzhenitsyn» El pueblo ruso carecía de una tradición de opinión pública. Sus pensadores estaban en la literatura, y sus vidas eran trágicas: Pusckin fue asesinado por una camarilla de cortesanos aliados a Nicolás I; Lermontow murió en un duelo; Gogol quedó medio loco luego de una huelga de hambre; Rylejev fue ahorcado. Incluso, después de la Revolución de Octubre de 1917; Blok murió de inanición en Petrogrado; Essinin se ahorcó en una habitación de un hotel de Leningrado después de escribir su último poema con sangre en la pared de la habitación; Majakowki se suicidó de un balazo en la cabeza; Gumilow fue fusilado; Máximo Gorki elige el exilio voluntario por 10 años, y más recientemente Boris Paternaf y el propio Solzhenitsyn reflejan en sus propias vidas el drama de todo un pueblo.

El comunismo soviético, era pues una sociedad dirigida por el Estado, que trataba de fundir todos los ámbitos en un sólo bloque monolítico e imponer una dirección común, desde la economía hasta la política y la cultura, mediante una sola institución, el Partido. El arte, la cultura, expresión real de los valores de una sociedad, se vieron aniquilados por un Estado que no permitía crear sino a favor de sus intereses políticos coyunturales. La tierra de la otrora extraordinaria cultura rusa, una de las más importante de principios del siglo XX, venida la Unión Soviética, no creó una arquitectura trascendente, a no ser la de «tipo pastel» de la era estalinista, y reprimió a los músicos y a los escritores. A tal frustrante realidad se le rindió culto, dentro de una corriente ideoestética denominada Realismo Socialista, que ha constituido un de los legados culturales más pobres que ha conocido la humanidad.

La edad moderna, cuya obertura fue el renacimiento, vivió desde la época de la palabra impresa hasta la era del lenguaje digital, desde el Siglo de las Luces hasta el Socialismo, desde el positivismo hasta el cientificismo, desde la revolución industrial hasta la revolución informática, bajo el signo del hombre que, en tanto cumbre de todo lo existente, era capaz de descubrir, definir, explicar y dominarlo todo y de convertirse en el único propietario de la verdad respecto al mundo. El Bloque Socialista, la última expresión del modernismo como era, donde se creía que el universo y el ser representaban un sistema capaz de ser explorado por completo, era además dirigido por una suma de reglas, directrices o sistemas que, se pensaba, el hombre iría dominando y orientando a su beneficio. Eran los tiempos del propósito de la sociedad ideal: el comunismo, en virtud de una doctrina (el marxismo-leninismo) que se consideraba la verdad científica, según la cual se debía organizar la vida.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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