¿La ilusión para qué?

En: Opinión

28 Abr 2011

Lo que llama la atención en tanto análisis y reportaje sobre el recién concluido VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) es la ilusión en la capacidad de los miembros de esta organización.

Se ha analizado la composición étnica, la división por géneros y la edad de los miembros de la cúpula partidista. Nunca como antes se ha destacado el fetichismo de la juventud, condenado al evento por mantener a una serie de octogenarios en la cúspide y alabado el ascenso de algún que otro cincuentón.



¿La ilusión para qué?


Por: Alejandro Armengol. El Nuevo Herald, abril 25 de 2011

Lo que llama la atención en tanto análisis y reportaje sobre el recién concluido VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) es la ilusión en la capacidad de los miembros de esta organización.

Se ha analizado la composición étnica, la división por géneros y la edad de los miembros de la cúpula partidista. Nunca como antes se ha destacado el fetichismo de la juventud, condenado al evento por mantener a una serie de octogenarios en la cúspide y alabado el ascenso de algún que otro cincuentón.

Sin embargo, el tanto hablar sobre estos aspectos elude otro fundamental: el camino para el ascenso a esta cúpula es torcido por naturaleza. Para entrar al PCC resulta imprescindible hacer tal número de concesiones, mentir tantas veces y prestarse a tantos juegos sucios que su carnet es, más que nada, un estigma.

La mala fama partidista radica, entre otras fuentes, en que identifica a individuos que han convertido en profesión el estar cerca del poder.

Luego de transcurridos tantos años de la lucha insurreccional, la toma del poder y las acciones verdaderamente transformadoras, por décadas esos hombres y mujeres no han hecho otra cosa que acomodarse. Puede que en lo individual alguno sea capaz de conducir los cambios necesarios que requiere el país, pero como conjunto el PCC no sirve para gobernar.

Una de las razones que incapacita al organismo para esa función es que sus miembros no son verdaderos servidores públicos. Comenzando por los hermanos Castro. El discurso inaugural de Raúl Castro solo hubiera tenido una validación moral si éste hubiera presentado su renuncia como punto final. El resto se limitó a un ejercicio que algunos consideran de crítica objetiva y otros de cinismo absoluto. Pero por encima de cualquier categorización la pauta se repitió una vez más: señalar los problemas con amplitud y quedarse corto en las soluciones.

Esa impunidad, que es privilegio único del gobernante del país –antes Fidel y ahora Raúl– permite afirmar que el mandato nacional se ejerce a partir de concebir la república como hacienda. El hacendado puede equivocarse en cosechas, compras y ventas, pero ello no le impide conservar su propiedad si puede evitar la bancarrota.

Es precisamente en evitar la bancarrota donde radica el plan de cambios económicos de Raúl Castro, que hasta el momento no avanza más allá de alejarse un paso del abismo.

La conclusión entonces del VI Congreso es el análisis de sus contradicciones, más allá que la simple descripción de unos resultados aparentes –ya que hasta el momento de la elaboración de esta columna aún no se habían dado a conocer la redacción final de los famosos Lineamientos– y el enfatizar en la tendencia de tímida apertura hacia la empresa privada que estaba en marcha desde antes.

Dejando a un lado la propuesta de limitación de mandatos, efectista pero poco efectiva en la realidad, y la renuncia anunciada con anterioridad de Fidel Castro a cargo alguno partidista, lo principal que resalta luego de concluido el VI Congreso es lo que mucho que separa al discurso inicial de Raúl Castro de los resultados de la clausura, lo que equivale a un abismo entre el diagnóstico y el tratamiento. Es como si el médico reconociera a un enfermo con un grave padecimiento y se limitara a mandarlo a la casa con una dieta líquida.

Cabe entonces la sospecha de si lo único logrado por Raúl es continuar firme en su intento de ganar tiempo –ahora ya definido en años– y dejar la mayoría de los problemas a su relevo.

Raúl ha podido mantener esta táctica con total impunidad hasta el momento no solo porque ha logrado consolidarse en el mando de forma sistemática y continua, sino gracias a la incapacidad de quienes lo rodean. Estos carecen de la capacidad de tomar la iniciativa y tampoco cuenta con la voluntad necesaria para hablar con voz propia y caminar con independencia, producto del condicionamiento de años y los criterios de selección, que han llevado a los menos aptos a los círculos más cercanos al poder central. Aquí cabe señalar cuánta ilusión tonta ha alimentado al exilio por años, desde las constantes apelaciones a un levantamiento militar hasta la mitificación de los protagonistas de la Causa No. 1.

Desde una visión más descarnada –y sin temor a ser incorporado a la cofradía del Versailles–, el VI Congreso no dejó de tener algo de reunión de familia mafiosa, donde los lugartenientes mantuvieron sus cargos y sus zonas de operaciones, quizá por la intervención del padrino en retirada o como una concesión de momento del nuevo padrino. En este sentido, asistimos solo al inicio de un nuevo capítulo de la saga.

cuadernodecuba@gmail.com

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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