En: Opinión
12 Dic 2010El hecho de sobrevivir al éxodo, al cierre de sus comercios, al ateísmo oficial, al deterioro y abandono de las sinagogas, al trance ideológico, al antisemitismo y a la pandemia del igualitarismo, significó para la comunidad hebrea en Cuba la desaparición casi total de su arraigo cultural. Con la caída del campo socialista, y gracias al apoyo de organizaciones judías extranjeras y grupos solidarios intramuros, la cultura comunitaria hebrea comenzó a salir del foso al que fue condenada con el triunfo de la revolución castrista.
La hipocresía de la tiranía castrista
Odelín Alfonso Torna (PD). Diciembre 10 de 2010
El hecho de sobrevivir al éxodo, al cierre de sus comercios, al ateísmo oficial, al deterioro y abandono de las sinagogas, al trance ideológico, al antisemitismo y a la pandemia del igualitarismo, significó para la comunidad hebrea en Cuba la desaparición casi total de su arraigo cultural. Con la caída del campo socialista, y gracias al apoyo de organizaciones judías extranjeras y grupos solidarios intramuros, la cultura comunitaria hebrea comenzó a salir del foso al que fue condenada con el triunfo de la revolución castrista.
Si fuese asiduo jugador de bolita, apostara durante una semana por el número cinco, fijo y corrido. Sería fácil trazar el listado e idear el candado perfecto con: las cinco velas al centro de la Sinagoga del Patronato de la Comunidad Hebrea de Cuba en su quinta noche de Jánuca; los cinco volúmenes del Toráh ofrecidos al mandatario cubano Raúl Castro el pasado cinco de diciembre y las cinco décadas y cuatro años de aquella primera derrota de los expedicionarios del yate Granma.
Estoy seguro que los judíos presentes en la Sinagoga del Patronato, el cinco de diciembre, y también el Dictador que inició el ritual con el encendido de la primera vela del candelabro, saben que la revolución cubana fue la causante de que el 90 por ciento de esta comunidad huyera de Cuba después de 1959. ¿Y qué pasó con el resto de los judíos, arrinconados en la indiferencia y el olvido?
La comunidad hebrea en Cuba, que vivió la segunda mitad de los años cincuenta del pasado siglo, estaba integrada generalmente por norteamericanos, turcos, polacos, gente de todas las latitudes europeas y sus descendientes cubanos. De ahí se desprende esta tendencia de los judíos a rechazar -aunque muchos historiadores cubanos omitan este particular- el fervor comunista de los rebeldes, que llevó a muchos a exiliarse en Estados Unidos, México, Puerto Rico, Venezuela e Israel.
Tristemente, en los salones donde hoy el diablo prende las velas, ayer un manto de más de medio siglo de sombras sepultaba la rica tradición hebrea. Aquiles Capablanca, el arquitecto que diseño el majestuoso Patronato Hebreo, joya de la arquitectura moderna habanera que abrió sus puertas oficialmente en 1955, jamás debió imaginar la paradoja de que los mismos destructores de su obra, hoy lo quieran honrar.
¿No fue la revolución cubana quien suprimió los programas de enseñanza judía y sus tradiciones festivas, y causó el deterioro y la destrucción de sus bienes económicos, sociales, culturales y religiosos? ¿Por qué, tras la llegada al poder de los hermanos Castro, sólo quedaron en la isla menos de 2 mil judíos?
La comunidad hebrea no debe tenderle las alfombras de la sinagoga al poder en Cuba. Las viejas y nuevas generaciones de judíos, que con esfuerzos propios rescatan su identidad, no deberían servir de instrumento para validar las estratagemas políticas de la dictadura, disfrazadas de “renovación.
Aún con los nuevos “lineamientos” del Partido Comunista de Cuba, la comunidad judía no recuperaría nunca la pujanza y el estatus económico que tenía en la República. El daño y la destrucción infligidos por los comunistas a la comunidad judía cubana es irreparable.
Habría que preguntarse cuántos de los judíos que escaparon del nazismo hacia Cuba, y tuvieron que huir nuevamente y abandonarlo todo, para escapar de los Castro y su comunismo, estarían contentos celebrando Januca con el Diablo y dejando que esa él quien encienda la primera vela.
odelinalfonso@yahoo.com
Tomado de CUBANET
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".