La curva de Armey y las reformas raulistas

En: Opinión

8 Oct 2010

Pasar de una economía en la que toda la producción y la propiedad reside en manos del Estado a una en la que los agentes privados, individuos, familias y empresas, puedan no sólo producir sino tener el acceso a los derechos de propiedad por medio de un régimen estable y jurídico predecible, no será una tarea fácil para el régimen castrista, de continuar con las actuales políticas de cesión de tierras y de fomento de la gestión privada de la propiedad pública.



La curva de Armey y las reformas raulistas

Elías Amor

Valencia, Diario de Cuba

Octubre de 2010

La idea de canalizar recursos del ámbito privado al público por vía de fuertes cargas tributarias supondrá un fracaso.

Refinería de Cienfuegos. (AP)

Uno de los debates planteados en el momento actual por los economistas, tanto dentro de Cuba como en el exilio, insiste en cuál debería ser la dimensión adecuada del sector estatal.

Pasar de una economía en la que toda la producción y la propiedad reside en manos del Estado a una en la que los agentes privados, individuos, familias y empresas, puedan no sólo producir sino tener el acceso a los derechos de propiedad por medio de un régimen estable y jurídico predecible, no será una tarea fácil para el régimen castrista, de continuar con las actuales políticas de cesión de tierras y de fomento de la gestión privada de la propiedad pública.

Por esta vía, se crean derechos no reconocidos y ficticios, cuya exigencia posterior puede plantear notables problemas jurídicos, contribuyendo a crear un clima de incertidumbre en torno a la propiedad de los activos físicos. Esto, evidentemente, no es lo mejor para fomentar el crecimiento económico a largo plazo.

Por fortuna, los economistas tienen una explicación para ayudar en este debate. La economía de Public Choice que se relaciona con el ámbito en que las decisiones políticas y económicas se entrecruzan, aporta la denominada Curva de Armey, creada por el economista D. Armey en 1995 en su trabajo The freedom revolution, que permite analizar el tamaño óptimo que debe tener el sector público en una economía para alcanzar la máxima tasa de crecimiento de la producción.

En el Gráfico 1, se presenta la Curva de Armey, que relaciona la carga tributaria en porcentaje sobre el PIB de una economía, una medida bastante ajustada del peso de la actividad pública en la economía, con la tasa de crecimiento económico registrada en la misma economía.

La curva indica que cuando el nivel de gasto del gobierno no se corresponde con ingreso tributario alguno, entonces la tasa de crecimiento de la economía es muy baja, como en G0. Al principio, el aumento de la participación estatal en la economía incrementa la tasa de crecimiento (tramo de pendiente positiva de la Curva de Armey). Es decir, en una economía con una baja carga estatal en el PIB, los aumentos de impuestos en dirección a T* suponen mejorar el ritmo de crecimiento ya que los gastos asociados en educación, infraestructuras, salud pública, protección de las personas y las propiedades) estimulan el crecimiento de la economía en la medida que son “productivos”.

No obstante, a partir de un volumen de carga tributaria, la tasa de crecimiento se modera. Es fácil de comprender. Cuando en una economía existe una adecuada red de transporte por autovías, construir más autovías, supone mejorar el crecimiento, pero en una medida menor. Cuando el peso tributario sobre el PIB es elevado, y los impuestos aumentan más, una parte de la economía se transfiere directamente a actividades sumergidas para evadir la fiscalidad, lo que reduce el crecimiento “oficial”. De lo que no cabe duda es que los aumentos de carga tributaria, cuando se está en las proximidades del nivel T* crean distorsiones en el crecimiento de la economía. De hecho, como predice el modelo Public Choice, a partir de T* más impuestos y más carga tributaria empiezan a reducir el ritmo de crecimiento por debajo de la tasa máxima G* alcanzada.

Es decir, en algún punto de la Curva de Armey, el gobierno induce con su carga tributaria T* al máximo crecimiento económico. Más allá de T* el gasto del gobierno puede tener una orientación no productiva, y su incremento, lejos de estimular el crecimiento económico, lo reduce de forma significativa. No alcanzar T* priva a la economía de crecer a la máxima tasa.

¿Cómo resolver este problema, aparentemente complejo?

El caso específico de Cuba es el de una escenario con una carga tributaria que prácticamente absorbe todos los recursos de la economía, por el elevado peso del Estado, y por tanto, muy alejada de T* a la derecha en el gráfico, posiblemente en la zona en que la Curva cae por debajo del eje de abcisas con registros de crecimiento económico negativo o muy bajos, como los observados recientemente en la ineficaz economía castrista.

El modelo predice que, para mejorar el ritmo de crecimiento, hay que reducir la carga tributaria, es decir, trasvasar el peso del sector público al privado, reducir los impuestos y al mismo tiempo, concentrarse en lo que es verdaderamente productivo y eficaz, que es la propiedad privada, gestionada por agentes privados. Liberar recursos estatales y canalizarlos de manera eficaz hacia la actividad empresarial privada.

Cabría comprender entonces que las medidas adoptadas por Raúl Castro están diseñadas de forma correcta, y que se ajustan a lo dispuesto en el modelo. Falso. Con independencia de que la propia Curva de Armey es un instrumento conceptual cuya estimación empírica plantea algunos problemas a los estudiosos, lo que el régimen castrista está haciendo no es reducir la carga tributaria, en cuanto ya ha anunciado su intención de establecer impuestos, por cierto realmente elevados, sobre los nuevos gestores privados de capital público que van a autorizar a desarrollar sus funciones.

La idea del raulismo es canalizar recursos obtenidos en el ámbito de lo privado a lo público, por la vía de la carga tributaria, a diferencia de lo que actualmente supone concentrar y  centralizar toda la producción en manos del Estado. Este resultado es posiblemente el que guarde una mayor relación con la ideología del régimen, pero es contrario a cualquier razonamiento económico basado en la realidad, y por tanto, supondrá un fracaso.

La Curva de Armey advierte a los burócratas del régimen que el crecimiento económico que necesitan para mejorar las condiciones de vida de los cubanos exige una reducción de la carga tributaria, y una profunda reordenación de los gastos del Estado de actividades no productivas a las que verdaderamente tienen un impacto sobre el potencial de crecimiento, las olvidadas infraestructuras, la energía, el agua, las carreteras y puertos, en fin, todo aquello que se sitúa en el ámbito de la inversión pública y que en Cuba, como vienen mostrando las estadísticas de CEPAL, se sitúa sistemáticamente por debajo del 10% del PIB, menos de la mitad de la media de América Latina. Van justamente en la dirección contraria. Por lo tanto, se equivocan y con ello, sitúan a la economía cubana una vez más en el límite de sus posibilidades. Es hora de rectificar, por el bien de todos.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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