La batalla.

Noviembre de 2010

Cordeles extensos se miden en el campo de batalla
un crepúsculo incinera el horizonte
el auxilio suplicante se cobra la oportunidad
un espejo se tiende como sabanas a ambos lados
y la herida esta por nacer como carta escrita.

Somos negras y blancas en el juego
sin fuegos en los proyectiles
intrusos de la noche, sin estrategias ni táctica
esperando órdenes y asumiendo desafíos
entregados en la plena de los deseos.

Un destierro con sutileza me convoca en tus pies
no hay rosarios, no hay tiempo, no hay nombres
eres arco y yo flecha, eres manta y almohada
yo cuerpo y descanso, mar embravecido
yo velero naufragante, sin anclas, ni libertad.

Me luzco con arma de tiernos disparos
te entregas cual diana de acentuados círculos
te digo te quiero sin poder negármelo
me dices ven, sin poder detenerte, sin poder callarte
se siembra el árbol, el clarín suena, las manos se funden.

Una colina esculpida se agita
un vientre desgranado en mieles y sombras,suda
una espalda callada se levanta ante mi figura
y otra vez te rinde el susurro de la palabra
y eres más mía que la primera vez.

Traspaso tus flancos, recojo el cadáver de la madrugada
sin rodillas nos dejamos caer uno sobre el otro
sin bitácoras te navego en la mirada
sin juicio me sentencias entre tus brazos
y ya amanece en la despedida.

Una nota y una rosa te crucifican
agua fría y una puerta que se cierra, me descubren
calculando daños y tratados de paz apuro el paso
tendida en la batalla, se queda tu bandera
y yo héroe culpable, dejo mi espada, envainada en la alcoba de tu piel.