La aritmética del régimen

En: Opinión

8 Jun 2010

Uno de los tópicos comunes utilizados por periodistas foráneos en Cuba, es contar que durante sus visitas han tenido la oportunidad de hablar libremente con mucha gente y que lo expresado por los cubanos no refleja el nivel de inconformidad del que disidencia y exilio se hacen eco. Aunque no en el caso cubano, este es uno de los temas abordados por Natan Sharansky en su libro. Para él, pareciera que muchos periodistas no se dan cuenta «de que en una sociedad del miedo, averiguar lo que la gente cree en realidad no depende de si a la prensa se le da libertad para hacer preguntas, sino si la gente se siente libre para responderlas».



La aritmética del régimen

Yaxys Cires Dib, Madrid

Martes 08 de Junio de 2010

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Marcha por el 49 aniversario de la declaración socialista de la revolución. 16 de abril de 2010, La Habana. (AP)
Veinte años después de la caída del muro de Berlín y de que quedara al descubierto la propaganda comunista que se empañaba en vender el supuesto unánime apoyo de las masas al sistema, todavía hay quien sigue creyendo que la mayoría de los cubanos no desea un cambio político.

Insistiendo en el fracaso, no pocos analistas y corresponsales extranjeros intentan hacernos creer que el problema de las libertades en Cuba es preocupación de pocos. De «núcleos muy pequeños» —según Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en La Habana— que, en comparación con los leales al régimen, constituyen una ínfima minoría de la población.

De esa manera tan cínica, pasando por alto la inexistencia de un ambiente de libertad para que cada cual manifieste sus preferencias, se va construyendo una especie de argumentación que concluye que los cubanos no merecemos o no queremos un cambio real hacia un sistema de libertades, y que el panorama social actual se reparte entre una gran mayoría leal al régimen y unos pocos inconformes. La realidad, sin embargo —más allá de lo que interesados y fascinados quieren hacer ver—, es cada día más compleja.

Quienes hoy hacen de intérpretes o evaluadores de la voluntad popular cubana, deberían leer Alegato por la democracia, de Natan Sharansky. El antiguo disidente y sobreviviente del gulag soviético retrata el funcionamiento de «la mecánica de la tiranía» y explica el comportamiento humano en una sociedad donde no se permite la discrepancia.

Para Sharansky, en las sociedades del miedo existen tres grupos de personas: en primer lugar están aquellos que se mantienen seriamente comprometidos con el régimen establecido, son los verdaderos «creyentes», los que en la jerga política cubana se conocen como «comecandelas». En segundo lugar están los que desafían a ese orden, los que opinan y actúan libremente a pesar de las consecuencias que les pueden traer: estos son los disidentes. Según el citado autor, «para los miembros de estos dos grupos, existe poca o ninguna diferencia entre sus pensamientos privados y sus declaraciones públicas».

Sin embargo, queda un tercer grupo, el de los «doblepensadores», cuyos miembros no dicen lo que piensan; son aquellos que ya no creen en la ideología establecida, pero que temen aceptar los riesgos que trae consigo la discrepancia.

Según Sharansky, «para un observador externo, los doblepensadores de la sociedad del miedo no se distinguen de los verdaderos creyentes. Ambos grupos parecen estar de acuerdo con el orden establecido, aunque sólo uno de ellos lo está».

Una sociedad atemorizada por la represión, «parecerá conformada sólo por verdaderos creyentes, cuando en realidad puede contar con miles, decenas de miles, cientos de miles, millones… de doblepensadores que viven en el terror».

La mayoría silenciosa

En el caso cubano, no sería exagerado afirmar que la mayoría de la población vive en el doblepensamiento. Van a las marchas, participan en las reuniones de los CDR y en todo lo que conforma el teatro comunista, pero en realidad no quieren seguir viviendo bajo dicho sistema. La emigración y el choteo son hasta ahora las principales manifestaciones del dilema moral que les plantea esta realidad. En la Isla, como en la mayoría de las sociedades del miedo, la recurrencia a cuentos y chistes de corte político pone en evidencia la hipocresía en que se vive, además de ser una forma de aliviar la tensión ética de habitar en el doblepensamiento.

Uno de los tópicos comunes utilizados por periodistas foráneos en Cuba, es contar que durante sus visitas han tenido la oportunidad de hablar libremente con mucha gente y que lo expresado por los cubanos no refleja el nivel de inconformidad del que disidencia y exilio se hacen eco. Aunque no en el caso cubano, este es uno de los temas abordados por Natan Sharansky en su libro. Para él, pareciera que muchos periodistas no se dan cuenta «de que en una sociedad del miedo, averiguar lo que la gente cree en realidad no depende de si a la prensa se le da libertad para hacer preguntas, sino si la gente se siente libre para responderlas».

Para muchos, el término doblepensador no es más que un eufemismo, en cuyo lugar realmente correspondería decir hipócrita o camaleónico, calificaciones que, sin duda, conllevan una carga peyorativa superior. Ver el fenómeno de esa manera encierra el peligro de poner la culpa principalmente sobre la persona y no sobre el verdadero responsable del daño antropológico. Además, la severidad del juicio que estos otros calificativos encierran, pareciera dar un portazo a cualquier redención personal o a un proceso de reconciliación nacional del que todos salgamos bien parados desde el punto de vista humano.

Quizás la presencia de tantos doblepensadores no sea del todo ignorada por quienes fabrican una Isla habitada exclusivamente por leales al régimen y disidentes, recalcando siempre la insignificancia de los segundos. Pero saben que reconocer públicamente la existencia de esta mayoría sería darle categoría política, además de otorgarle una potencial influencia que no cuadraría en la falsa aritmética castrista.

El primero que está convencido de esta realidad es el propio régimen, y por ello no permite el más mínimo espacio de libertad política. ¿Por qué, a raíz de la presentación del Proyecto Varela, se movilizó a todo el país para respaldar con firmas el carácter intocable de los fundamentos del sistema político cubano? ¿Por qué le preocupa tanto al régimen que las Damas de Blanco y de Apoyo salgan a la calle? Sólo el fundado temor al contagio o un ambiente de desconfianza generalizada puede justificar tales actuaciones.

En Cuba hay un pequeño y digno grupo de demócratas, pero también hay que comenzar a contar, ya sea a niveles de convicción o certeza, con que existe una mayoría silenciosa que aguarda, expectante, la oportunidad para romper con el régimen, sea por los motivos que sean. Esa mayoría de doblepensadores será la que dejará al régimen en la estacada, la que con su voto en las primeras elecciones democráticas pondrá punto final a este triste capítulo de nuestra historia.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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