En: Derechos Humanos
10 Nov 2010Ayer, en la Ermita, me sentí orgulloso de ser católico, de ser cubano, y al ver el espíritu de la celebración y a los pastores de la Isla y de la diáspora reunidos en el altar, sentí que aquella eucaristía era un signo de comunión auténtica.
Por Eduardo Mesa
www.lacasacuba.com
Ayer, con una misa celebrada en la Ermita de la Caridad, comenzó oficialmente el XIII Encuentro de Católicos Cubanos de la Isla y el Exilio.
Ayer, en la Ermita de la Caridad, el arzobispo Thomas Wenski expresó a los presentes una idea muy precisa: Cuba necesita esperanza y el hará lo que esté en sus manos para contribuir a ella. El arzobispo Wenski citó varias veces las palabras del cardenal Jaime Ortega en la inauguración del nuevo seminario y valoró positivamente la obra evangelizadora de la Iglesia cubana, así como su permanencia en la Isla. Fue una homilía pronunciada con claridad y con firmeza.
Ayer, en la Ermita, me sentí orgulloso de ser católico, de ser cubano, y al ver el espíritu de la celebración y a los pastores de la Isla y de la diáspora reunidos en el altar, sentí que aquella eucaristía era un signo de comunión auténtica.
Después, en el salón P. Félix Varela tuvo lugar el ágape, que propicia el saludo y el reencuentro. Ahí estaban mis hermanos de Cuba, con los que he compartido anhelos y desalientos, acuerdos y discrepancias, pero ayer, en la fraternidad del momento percibí que el cariño estaba intacto y tuve la certeza de que si el cariño nos fallaba un día, el amor a la Iglesia nos impediría alejarnos.
Ayer, en la Ermita, hubo acogida y celebración, fiesta de hermanos. Sentí por un momento, que a pesar del dolor, la reconciliación puede costar menos de lo que pensamos.
Ayer, en la Ermita, a los pies de la Virgen del Cobre, le pedí a Dios que la Caridad nos una. Le pedí porque creo en su amparo.
Fue ayer, en la Ermita de la Caridad en Miami, una Iglesia pequeña que mira al mar y a Cuba, un lugar bendecido por Dios en nuestras lágrimas.
Como Ustedes saben, viajo a Cuba a cada rato – siempre para visitar y apoyar la Iglesia de Cuba. La semana pasada estuve por las ceremonias que celebraron por el nuevo seminario. En agosto del año pasado, visité el seminario en construcción con el Cardenal O’Malley. Durante esa visita cuyo propósito también fue de evaluar como se utilizaba la ayuda que vino de los Estados Unidos después de los ciclones, tuvimos una conferencia de prensa en la Casa Sacerdotal. Y en aquel entonces, un reportero me preguntó. ¿Qué necesita Cuba ahora? Mi respuesta fue breve. Y, yo creo no lo público después. Respondí con una sola palabra, “esperanza”. La Cuba de hoy está marcada por una creciente incertidumbre y un sentido de desesperanza. Para muchos, especialmente para los jóvenes, la esperanza se define como “marcharse.”
Una señal de esa esperanza que Cuba tanto necesita ha sido la construcción de este nuevo seminario. El seminario desempeñó este papel no solo en la historia eclesiástica de Cuba sino también en su historia cívica – porque dentro de sus aulas se forjaba la identidad nacional y religiosa del cubano. Y lo hará en el futuro también. Como dijo el Cardenal Ortega, en su discurso en la ceremonia cívica que tuvo lugar el miércoles pasado: “…es la fe en Dios, o la presencia sospecha o cierta de Dios en el horizonte de nuestras vidas, la que garantiza los valores en la sociedad, la que apoya las virtudes del ser humano en su vida familiar y social, la que fundamenta la espiritualidad del pueblo. Es mirando hacia lo alto como el hombre y la mujer se sobrepasan en su vida diaria y son capaces de superar crisis, de evitar rencores de amar y perdonar.” Por lo tanto dijo, refiriéndose al seminario, “esta es la importancia fundamental de esta casa”.
En Spe Salvi, el Papa Benedicto escribió: “Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza.” Cuando una sociedad cierra la puerta hacia el Infinito, o la transcendencia del ser humano, lo mismo por medio de adherirse a una ideología materialista (como es el caso del Marxismo-Leninismo) o por adherirse al materialismo práctico (como va en aumento en nuestras democracias occidentales) la esperanza está exiliada. A pesar de que Cuba ya no es oficialmente un estado “ateo”, 50 años de comunismo durante el cual las prácticas religiosas han sido activamente desalentadas han tenido su efecto en la sociedad Cubana. Como dijo Jaime en ese mismo discurso: “…de un corazón vacío de Dios no sale ninguna palabra que sus fieles y nuestro pueblo puedan recibir con provecho.”
A través de todo esto, la Iglesia – a pesar de su situación debilitada y sus números reducidos – ha sobrevivido. Hoy día la Iglesia en Cuba, más allá de haber sobrevivido, está luchando por dar un testimonio a la esperanza. Y, a pesar de las dificultades y la falta de recursos, está ganando nuevos miembros y más espacio en la cual llevar a cabo su misión. La visita del Papa Juan Pablo II en el 1998 ciertamente surtió un inmenso efecto positivo. Y en cientos de parroquias a través de la isla, en innumerables proyectos de asistencia social ofrecido por Caritas, los católicos en Cuba son testigos de que esa esperanza que nunca defrauda, la esperanza que tiene un rostro humano: Jesucristo.
Cito otra vez el discurso del Cardenal de la Habana del miércoles pasado: “’De la abundancia del corazón habla la boca’ y no esperan de nosotros otra cosa los hombres y mujeres que nos rodean, adultos o jóvenes, sino una palabra que los abra a realidades hondas del espíritu. En suma, que el sacerdote y el seminarista, de un modo u otro, deben hablar de Dios a su pueblo.”
¿Cuán a menudo en la historia del mundo el dragón del Apocalipsis (cf. Revelación 12:1-18) en sus varias encarnaciones ha querido devorar la Esposa de Cristo? Sin embargo, es el dragón que al final termina vencido pues el amor siempre triunfa pues es más poderoso que el odio. Como dijera el Papa Benedicto XVI: “….en todos los tiempos la Iglesia, el pueblo de Dios, también vive de la luz de Dios y —como dice el Evangelio— se alimenta de Dios… Así, la Iglesia, sufriendo, en todas las tribulaciones, en todas las situaciones de las diversas épocas, en las diferentes partes del mundo, vence. Es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo.” (Agosto 15, 2007).
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".