El señor Ramonet nos honra con su desdoro.

En: Opinión

15 Abr 2011

En un resumido artículo apologando por el gobierno de Cuba y su ejecutoria de medio siglo, el señor Ignacio Ramonet parece sintetizar varios aspectos significativos del pasado revolucionario cubano. Amén de prescindir ahora de esa condescendencia propia del papista más papista que el Santo Padre de Roma. Curiosamente y pintorescamente don Ignacio valiéndose de cierta esquematización tan común en europeos y norteamericanos a los que llaman progre, luego de la consabida reiteración de los sectores mejor publicitados por el régimen: educación, salud, etc., comienza a desglosar aspectos no tan frecuentes hasta hoy, tanto en su caso como en varios de sus no menos reconocidos colegas.



El señor Ramonet  nos honra con su desdoro


Por: Profesor, Jose Vilasuso, abril de 2011

Ariel y Calibán símbolos opuestos que por más que acerquen jamás se podrán comprender.

“Vade retro, insensatos.  Apartaos, El Negro que ahora gobierna el Imperio Norteño no lo permitirá.”

Rey  Solenodón III  Acto II, escena IV.

Tragedia del dramaturgo cubano, José Isabel Echemendía.

En un resumido artículo apologando por el gobierno de Cuba y su ejecutoria de medio siglo, el señor Ignacio Ramonet parece sintetizar varios aspectos significativos del pasado revolucionario cubano. Amén de prescindir ahora de esa condescendencia propia del papista más papista que el Santo Padre de Roma. Curiosamente y pintorescamente don Ignacio valiéndose de cierta esquematización tan común en europeos y norteamericanos a los que llaman progre, luego de la consabida reiteración de los sectores mejor publicitados por el régimen: educación, salud, etc., comienza a desglosar aspectos no tan frecuentes hasta hoy, tanto en su caso como en varios de sus no menos reconocidos colegas. Todo ello atribuido al régimen  de La Habana se sugiere, cual cosa menor, excesos o mejor deslices en la observancia de los derechos humanos, realidades económicas no halagüeñas, carencias nada envidiables, y hasta vagas menciones a descontentos y discrepancias por parte de anónimos y sugeridos elementos a quienes no se les dispensa la condición de oposicionistas, disidentes y su crisol variopinto. Sin que a ninguno por igual se le conceda mayor estima. Aunque al menos se sugieren factor que, sin dobleces que no considero mi fuerte, ya me hacen anchar los labios y despojar asperezas. Pienso, luego existo, dijo el filósofo.

Hemos de admitir la indiscutible propensión al desestancamiento imperante y en consecuencia un somero sentido del futurismo con sus incógnitas inseparables.

Claro que el protagonista del escrito es el personaje que, graciosamente, don Ignacio no arropa con esos ditirambos tan poco comunes si se aplican a gobernantes electos por el pueblo, como sucede en la mayoría de los casos con Europa, o Norteamérica. Indicador saludable que debe asumirse puesto que no me refiero a personajes hiperbólicos uniformados o con cerquillo; sino a todo un profesional de prestigioso periodismo internacional. Otro tanto apuntado al cuidadoso pormenorizador de la síntesis histórica que nos ocupa.

Ahora bien, en el material de marras, la representación de la parte contraria, el papel del villano, descansa como de costumbre en el Goliat que por esta vez no se le aplican las equivalentes denominaciones descalificadoras. Sin desdoro de todo lo cual nuestro competente crítico omite la participación de un tercero indispensable en el evento que sería el pueblo, como se dice el ciudadano de a pie.  Nota que era de esperarse. Ya que también, como de costumbre, para el caso – si se trata de Cuba – pueblo, gobierno o estado se citan cual una y la misma cosa. No se reconocen disparidades. Los contrapuntos brillan por su ausencia. No así sería sin duda alguna en lo tocante a Francia o España donde las marcadas diferencias entre dichos componentes sociológicos se aplican conforme a las definiciones reconocidas, indiscutibles y propias de cualquier buen tratadista de derecho político, desde los tiempos de La Enciclopedia, pongo como ejemplo.

Luego de breves alusiones a las perspectivas de un futuro renovador plasmado en recientes opiniones formuladas por figuras como Alfredo Guevara y Pablo Milanés; don Ignacio cita como alternativa la nota sombría de una hipotética Cuba convertida en semicolonia norteamericana. Aquí reaparece el sello repetitivo que ni las citadas palabras textuales del destacado cineasta y el inimitable cantaor pueden borrar o al menos comenzar a repensarse por tan esclarecido intelecto.

En resumen  que pese al significado harto apreciable de criterios tales, (Pablito y el doctor Alfredo Guevara) los cubanos no podemos aspirar a gobernarnos como nación independiente y soberana. Es la misma afirmación con sus matices que, en medio siglo ha calado en una retahíla de personalidades meritorias al parecer concentradas en una visión minimizada de la historia criolla, y para mayor abundamiento hasta de Latinoamérica, me atrevo a decir. Todo se enquiciaría dado que en vez de Cuba, se tratara de Argentina, Honduras o Perú. En igualdad de condiciones las conclusiones no diferirían gran cosa. Para el caso sería lo mismo, o casi. A veces siento escozor al  verme forzado a remachar en ideas diferidas merced no frente al concepto emitido sino a su monologación. Tan simplemente describe una pluma dotada el itinerario futuro de un pueblo que dio un José Martí, Manuel Sanguily, Tony Guiteras, Eduardo Chibás, Jorge Mañach, Gastón Baquero, Carlos Márquez Sterling, Guillermo Cabrera Infante, Leví Marrero, Hubert Matos e interminable galería de próceres, intelectuales y mártires cuyo sendero final nunca veremos. Pero para queridos y admirados publicistas allende los mares somos un pueblo menor de edad que necesitamos fatalmente el brazo tutelar del dictador, o de lo contrario el Goliat expoliador nos impondrá el dogal. Binomio simple y expresivo de aquello que no se toma en serio. Tema de sobremesa. Triste destino asegurado proféticamente para casi doce millones de seres humanos habitando la isla y no menos de dos en el exterior. Gracias caballero, dichoso usted que vive en naciones cuya historia admiramos, pero carecemos del derecho, inteligencia, y cultura necesarias para poderla siquiera imitar. ¡Ni el derecho de gracia para hacer el intento! ¡Querido Hamlet, desde las murallas de Elsinor, contempla los mares, los mares y nada, más…!

Esa terminología contundente y sin apelación me lleva, humildemente, a plantearme una duda. Si los cubanos no somos aptos para alcanzar los logros de la dulce Francia o la noble España naciones ejemplarmente democráticas, libres y soberanas. Cabe poner en salmuera la calidad moral, o solidaridad de alguno de sus ciudadanos conspicuos, especialmente, si tratamos con paladines de las reivindicaciones latinoamericanas. Porque supongamos que ante los escollos que naturalmente halláramos en la brega, intentásemos solicitar una manito de tan altas personalidades. ¿Cómo nos responderían? Me temo que por no considerarnos dignos para la equiparación, siguieran de largo, hermanados al general o comandante a la sazón en el poder indefinidamente, y luego a sus herederos y sucesores. O algo peor, con signo de Jonás en el índice, el prudente y sabio profeta nos advertiría: Vade Retro insensatos. No lo intentéis, apartaos. El Negro que ahora gobierna El Imperio del Norte no lo permitirá.  No recuerdo que Sófocles o Esquilo concibieran una tragedia con desenlace similar.

II

Ha de resultar pintoresco expresarse de forma tal cuando se trata de pueblos catalogados como de segunda: caribeños, negros, indios, cholos, mulatoides, o zambos.  Especialmente si la adjetivación se dirige desde academias, tertulias parisinas, o la sobremesa de un mesón madrileño donde se puede hablar en voz alta sin temor a la delación de cualquier soplón, como acontecía en tiempos del general Franco o la ocupación nazi. Sostengo lo de pintoresco dado que luego de haberse vivido aquellas dolorosas experiencias europeas hoy leemos plumas herederas o continuadoras de los Jean P. Sartre, o Federico G. Lorca que inexplicablemente parecen negar dichos derechos libertarios a otras nacionalidades. Todo indica que la igualdad corresponde solo a quien piense de acuerdo a un partido ideológico o una corriente política dada. Nunca a quien difiera. Si discrepa no es igual y su derecho se le esfuma. En este caso se es igual pensando como afamados intelectuales del viejo continente o Norteamérica. Ellos tienen todo el derecho a ser libres, democráticos y soberanos. Pueden publicar libremente, leer lo que les plazca, emitir juicios de toda índole, organizarse en partidos, sindicatos independientes, etc. Sin embargo, para esos afortunados no se trata del patrimonio común a nuestra especie antropológica; sino que se reserva a determinadas sociedades en particular. Exclusivamente.

Por tratarse entonces de unos derechos que a quienes sostenemos criterios alternos con el gobierno de Cuba no nos pertenecen. El privilegio se esgrime a favor de un sistema de Partido único, poseedor de la verdad sin apelación y con respuesta para todo. Ya que ese sistema, efectivamente, no es semicolonia de Estados Unidos como, valga la aclaración lo es Puerto Rico, por ejemplo. Por todo lo cual si mis deducciones no están erradas debemos vaticinar que si los cubanos superaran al sistema actual de gobierno, al máximo estatus a que podríamos aspirar sería a un equivalente de Borinquen, quizás a las Islas San Tomé y Santa Cruz, o tal vez a Guam.

Aquí me detengo admirado por tan  futurista vista de águila o de guaraguao. Desconozco si un intelectual de tan aguzadas dotes tendría por costumbre visitar, otras repúblicas, muchas de ellas parlamentarias que gozan hoy de gobiernos electos por el pueblo, mantienen relaciones diplomáticas con terceros y que yo sepa no sería de su agrado que las ubicasen cual semicolonias de Estados Unidos. Me refiero mini estados caribeños como Trinidad, Barbados, Bahamas,  y otros. Luego entonces, lo logrado por Bahamas, San Vicente, o tal vez hasta Jamaica ¿no es otra cosa que semicolonias de Estados Unidos? ¿De veras, mí querido Ramonet? O tal vez sea como cantaba el inolvidable Benny Moré que, trinitarios, san vicentinos o jamaicanos constituyen por igual una raza superior a los cubanos que por suerte o desgracia no deseamos pensar como el gobierno marxista leninista dispone.

Anoto que no extiendo la comparación a otras repúblicas continentales dado que sería elevar la nota a alturas innecesarias. A menos que como me temo aquí todo se resuelve particularizando los calificativos desafortunados exclusivamente a quienes como decía Rubén Darío, aun rezamos a Jesucristo y hablamos español.

Este destino manifiesto debe determinarse de manera tal puesto que como dijimos para el numen que nos ocupa no se contempla – referida a Cuba – una democracia verdaderamente soberana, libre e independiente. Conceptos inalcanzables para gente de segunda. Aquí me permito una picaruela salvedad. ¿Sabemos que hubo una vez un coronel distinguido del Ejército Libertador que con el derecho concedido por los grados alcanzados machete en mano, nos calificó de “pueblo de chicharrones y café con leche.” Quien tan profundamente, y singularmente haya calado en la idiosincrasia nacional podría parangonar ese pensamiento para ofrecer al neófito conclusiones aun más deslumbrantes, sin apostar a que nos salpiquen de tan agudo humorismo. Porque Orestes Ferrara para los que tuvimos el honor de escucharle, era un italiano que echaba chispas de amable y fina hilaridad. Además, le asistía el respaldo de haber hecho uso del machete para contribuir a sacarnos a los españoles del camino; mientras envidiables plumas francas de la actualidad las emplean para apoyar a Fidel Castro. He ahí la diferencia.

Sin embargo, la visión esquiva que analizamos no añade un punto a ese viejo clisé que ya desde los tiempos de Enrique Rodó fue necesario dilucidar de una vez por todas. Nos referimos a un patrón aplicable a modos disímiles y circunstancias encontradas. A la idea de Calibán quien a fuer de despreciativo por el nativo continental, nunca se ocupó de conocer aunque fuera discretamente tanto su historia, valores y virtudes, como vergüenzas, deméritos y errores. Calibán todo lo sabía y no necesitó empaparse de la materia prima espiritual que constituía el patrimonio de Ariel. Para Calibán Ariel era un ser subalterno e inmerecido de su reconocimiento. Por ello jamás intentó conocerlo a fondo, ergo jamás lo pudo comprender. Infirió en suma que su procedencia lejana y caracteres diferidos, implicaban en aquél la ausencia de historia, valores y virtudes.

En consecuencia Calibán jamás pudo percatarse que la primera víctima de su desdoro por Ariel fue él mismo pagado por su ignorancia.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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