En: Opinión
30 Nov 2010Hasta hace unos 20 años, el médico cubano era preocupado por conocer al paciente que por primera vez atendía, o a ese otro que trataba de un tiempo y del cual mantenía en su mente, todos sus padecimientos.
El gobierno trató de desacreditar a las clínicas privadas y creó los policlínicos que asumían a los vecinos de una barriada bastante extensa dentro de un mismo municipio, asegurándoles todos los servicios médicos con bastante integralidad.
El ojo clínico
Por Aimée Cabrera
Noviembre de 2010
Hasta hace unos 20 años, el médico cubano era preocupado por conocer al paciente que por primera vez atendía, o a ese otro que trataba de un tiempo y del cual mantenía en su mente, todos sus padecimientos.
El gobierno trató de desacreditar a las clínicas privadas y creó los policlínicos que asumían a los vecinos de una barriada bastante extensa dentro de un mismo municipio, asegurándoles todos los servicios médicos con bastante integralidad.
Había un trabajo de equipo entre el médico de medicina general y los especialistas que atendían a los distintos pacientes, ya fuera en los policlínicos y hospitales. Además de la visita al hogar no solo de las embarazadas o postrados, sino de aquellos con enfermedades crónicas como el asma o la diabetes.
Ni qué hablar de la visita diaria a los que sufrían padecimientos contagiosos como la papera o la varicela. Había una disciplina médica que se cumplía con sistematicidad. Un ingreso en el hospital no sólo garantizaba las principales comidas y medicamentos, sino que estaba estipulada la entrega de ropa de cama y pijamas, mientras las personas estuvieran hospitalizadas.
Después del inacabado Período Especial de los años 90 del Siglo XX, estos servicios fueron desapareciendo, al igual que los trabajadores del sector de la salud, que prefieren irse a trabajar a otros países, con los riesgos de contagio, entre otros; a permanecer en una entidad en la que no hay con qué trabajar, y en la que hay que atender al doble o al triple de los pacientes.
El Ojo Clínico y la ética parecen haberse marchado para otras latitudes. Los médicos y enfermeros quienes son los más próximos al enfermo están más preocupados por como resolver sus problemas personales, que llevar un seguimiento a quien se queja de un síntoma determinado.
“Voy al médico cuando no me queda más remedio, como cuando voy a renovar los certificados médicos para las medicinas que tengo que tomar, que son por “tarjetón”, sino trato de curarme sola”- dice una mujer de la tercera edad, cuando se dirige casualmente al consultorio del médico de la familia de su barrio, en el municipio capitalino de Plaza.
Entre otros aspectos que van en contra del Ojo Clínico está el exceso de trabajo a desempeñar por estos trabajadores, las pocas estimulaciones, y las pésimas condiciones laborales. “Un poco de espagueti blanco y harina de maíz, es el almuerzo de hoy, y así quieren que baje y suba escaleras visitando a los pacientes, conmigo que no cuenten”.expresa insultada una enfermera de un consultorio del municipio Cerro también en la capital.
Estos tiempos de grandes necesidades, inestabilidades y muchas arengas sindicales para que los trabajadores del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) laboren como esclavos dan al traste con el espíritu de sacrificio que debe imperar en cada uno de ellos, el buen trato y el consabido Ojo Clínico.
Anécdotas sobre esos doctores que más que médicos parecían un familiar más, por el trato afectuoso, y la preocupación ante cualquier sintomatología pueden considerarse ahora quiméricos. Estos son tiempos de transición en que el buen trato aparece cuando hay entrega de sustanciosas dádivas , a estos miembros de la Potencia Médica Cubana.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".