El daño humano en el entorno del castigado

En: Derechos Humanos

2 Jun 2011

Nunca olvido la impresión agobiante que me provocó el grafiti «Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica» (Salvador Allende) en la antigua Quinta Benéfica de Luyanó, donde acababa de morir mi padre el domingo 13 de agosto del 2000, en el hoy casi prehistórico cumpleaños 74 de Fidel Castro. Mi padre no era joven, tampoco revolucionario. Y yo sentí aquel eslogan de importación como una sentencia de muerte civil o física que algún día me tocaría a mí. De hecho, ya me tocó. A Henry Constantín (Camagüey, 1984) le acaba de suceder de nuevo la semana pasada.



El daño humano en el entorno del castigado

Orlando Luis Pardo. La Habana, junio de 2011

Al habla con Henry Constantín, expulsado de por vida de las universidades del país.

Henry Constantin

Lo terrible de una guerra prolongada,

no es el hambre del cerco,

ni el cansancio, ni la desesperanza,

ni los muertos que quedan en el polvo

en terreno de nadie.

Lo atroz, lo insoportable,

lo que quita las ganas de vivir,

es que conoces el color de los ojos,

el gesto, la íntima camisa,

del que tal vez mañana se pase al enemigo.

Waldo Leyva

Algo mezquino debí hacer para que no me botaran de la Universidad de La Habana, donde estudié Licenciatura en Bioquímica mientras las aulas y cátedras del país se desangraban de sus mejores nombres. Probablemente sólo hice silencio. Igual esa vergüenza dos décadas después todavía pica en la cara como un bofetón, cuando uno se topa con bajezas como la que el Ministerio de Educación Superior (MES) y el Instituto Superior de Arte (ISA) le impusieron a Henry Constantín, estudiante expulsado de la carrera de Comunicación Audiovisual, de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA). Diríase que en Cuba no se cansan de repetir el mismo grotesco y acaso cómodo guión.

Nunca olvido la impresión agobiante que me provocó el grafiti «Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica» (Salvador Allende) en la antigua Quinta Benéfica de Luyanó, donde acababa de morir mi padre el domingo 13 de agosto del 2000, en el hoy casi prehistórico cumpleaños 74 de Fidel Castro. Mi padre no era joven, tampoco revolucionario. Y yo sentí aquel eslogan de importación como una sentencia de muerte civil o física que algún día me tocaría a mí. De hecho, ya me tocó. A Henry Constantín (Camagüey, 1984) le acaba de suceder de nuevo la semana pasada.

Su proyección pública le ha costado el récord de tres alejamientos por la fuerza de las universidades cubanas.  En el 2006, a mitad del tercer año de Licenciatura en Periodismo en la Universidad de Oriente (Santiago de Cuba), lo expulsaron técnicamente por no cumplir el mínimo de asistencia. Su proyecto investigativo sobre la mala aceptación de la prensa oficial a nivel de pueblo tuvo precisamente una mala aceptación en el claustro académico. Rafael Fonseca-Valido, profesor de Metodología de la Investigación, cargó con la tarea de desaprobar tales osadías teóricas desde la cuna. No sin la complicidad concomitante de la profesora Isel Fernández Companioni, jefa del departamento de Periodismo y Comunicación Social, quien había autorizado quince «días libres» a Henry Constantín por una situación familiar (incluido el nacimiento de su hijo), y luego esas mismas «ausencias no justificadas» fueron la pieza clave en el mini-acto de repudio con que su aula lo despidió.

Es ahí que lo separan de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Pero causar baja por inasistencia deja todavía un resquicio de esperanza para la rehabilitación: perdido un año en la calle, el sancionado puede volver a presentarse a las pruebas de concurso para reingresar a la educación superior.

Henry Constantín persistió y en el 2008 retorna al tercer año de su Licenciatura en Periodismo, esta vez en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. En las prácticas laborales de fin de curso intenta un reportaje radial sobre la repercusión de la figura de Hubert Matos en los medios de prensa del Camagüey de inicios de los 60. El periodista Alexander Jiménez lo corta con la contrapropuesta de enfocarse mejor en José Martí. Henry Constantín entiende el guiño, pero escoge por tema la censura periodística que sufrió en vida y sufre en muerte El Apóstol.

En Radio Cadena Agramonte, su tutora de prácticas, Miozotis Fabelo Pinares, corresponsal de Radio Rebelde, se encarga de desaprobar el guión de Henry Constantín, por un cúmulo de tecnicismos estructurales y despotismos temáticos. Como colofón, ella rinde insultada un informe donde cada protesta del estudiante significa otro agravante, los que implicaron incluso al representante ideológico a nivel provincial del Partido Comunista de Cuba (PCC). Una práctica laboral suspensa no se revaloriza, por lo que el castigo es repetirla durante otro año atrasado, dondequiera que la universidad decida ubicar al alumno.

Henry Constantín decidió seguir asistiendo a clases mientras se dirimía su apelación ministerial (tardaba meses y él no quería repetir otro año por gusto en caso de que se fallara a su favor). Lo advirtieron todos los «cuadros» y «factores» del alto centro de estudios. Lo consideraron en resistencia y hasta le aplicaron un proceso disciplinario en ausencia, que culminó con su cuerpo empujado fuera del perímetro de la universidad, con amagos de violencia diluidos por el aliento etílico del personal que cumplió la orden.

El caso cayó en manos de activistas de derechos humanos y se denunció a la prensa independiente y foránea. «Se politizó», como es costumbre decir en Cuba con una mueca de resignación. Por lo que el MES decidió apostar por su acápite más violento: Henry Constantín no podría volver a entrar nunca más a ninguna universidad del país. Entonces él optó por el juego sucio.

Cambió de escenario y en el 2009 matriculó, como primer expediente del escalafón nacional en las pruebas de aptitud y las de Español e Historia, en Comunicación Audiovisual del ISA. Omitió la verdad, que es una vengativa manera de mentir. Sólo declaró su abortada estancia en la Universidad de Oriente. Además, ya para entonces colaboraba con la revista alternativa Convivencia (dirigida por Dagoberto Valdés) y administraba un blog de viajes en el portal contestatario Voces Cubanas.

El destino predispone. A la vuelta de un par de años la pesadilla política se le reitera a Henry Constantín, esta vez sin derecho legal a reclamación, pues lo han cogido en falta al descubrirse su expulsión vitalicia de la educación superior. Después de varias advertencias íntimas («estoy afilando un cuchillo para picarte de chanfle», remató sonriente la encargada de la Comisión Disciplinaria de FAMCA en una de sus entrevistas-interrogatorios), la defenestración coincide milimétricamente con que Henry Constantín recién se ha integrado al consejo de redacción de Convivencia y es uno de los realizadores con crédito de los audiovisuales alternativos Razones Ciudadanas, conducidos por el periodista crítico Reinaldo Escobar.

Un último recurso de esperar alojado en su albergue del ISA las 48 horas del plazo concedido para retirarse, tampoco le funcionó. Víctor González, según se le identificó el jefe de beca, al día siguiente (jueves 26 de mayo, ya casi de medianoche) encabezó una suerte de operativo conjunto entre la dirigencia de la FEU y los custodios de turno. Con todas sus pertenencias recogidas en sacos de nylon, Henry Constantín fue forzado a montar en un auto que lo condujo a la Estación de La Coubre, donde por primera vez en toda la carrera le dieron un salvoconducto docente para comprar un pasaje de vuelta a casa en la «lista de espera». Poco después, se presionó esa misma madrugada a aquellos estudiantes del ISA que manifestaron en público su estupor como testigos del incidente.

Atrapado en la «contradicción biológica» de «ser joven» y no demostrar «ser revolucionario», Henry Constantín debería suicidarse ahora dejando una nota patética para el rector del ISA o acaso al ministro del MES. Como todavía conserva las ganas de sobrevivir a una epoquita enferma de exclusiones, que desgasta a una generación tras otra desde el inicio mismo de los nuevos tiempos, Henry Constantín, de pronto sin hogar fijo en la «capital de todos los cubanos», a la vuelta de tanto ajetreo se sienta a hablar conmigo de espaldas a nuestra ciudad y de cara al mar negro de otra medianoche sin luna en esta Habana tan humillante para sus habitantes.

«Lo menos importante son las ideas políticas», me deja garabatear notas e interrumpirlo para fisgonear en los detalles de su biografía narrada hasta aquí, «ni tampoco la proyección que cada estudiante haga de lo que piensa. Lo realmente serio, lo que a lo largo de mis expulsiones universitarias, y las de otros muchachos que conozco, ha sido más triste, es el daño humano en el entorno del castigado. Los amigos que rehúsan defenderte, los compañeros de cuarto que guardan silencio, la enamorada que olvida todo lo que sintió, los profesores que dejan entrar a los voluntarios de hoy en el aula (como no hizo aquel maestro cuando fueron tras los estudiantes de medicina en 1871), los que habiendo compartido la misma aula, la misma comida, la misma fiesta, ahora te atacan sin previo aviso».

«La destrucción de un estudiante en Cuba, por sus ideas, duele precisamente por esa brusca deformación espiritual que se apodera de todos los que le rodean, y que tiene su raíz en el miedo. El mensaje a mis compañeros del estudiantado nacional, más que hacerlos pensar en qué sistema político, económico o social le conviene a Cuba, y cuál sería la mejor manera de conseguirlo, es que recuperen por fin su anulada condición humana, y su fe en las demás personas, y en sí mismos».

«Esta vez, tratándose del ISA, que ha sido la escuela estatal más independiente de toda Cuba, donde fui respetado por dos años, es obvio que mi expulsión se debe a una necesidad superior, y coyuntural. No son casuales tampoco los otros hechos de estos días, y sus víctimas han sido, siempre, personas con algún tipo de relación con la bloguera Yoani Sánchez y el laico Dagoberto Valdés: Pedro Pablo Oliva, Servando Blanco, Juan Carlos Fernández… En las anteriores ocasiones todo se arregló para indicar que se trataba de hechos sin relación con mis opiniones personales, pero el ISA manejó en sus manos el pretexto para echarme, y solo lo hizo ahora».

«Además, los audiovisuales de la televisión oficial Las Razones de Cuba lanzaron copiosas advertencias sobre la situación de los intelectuales, blogueros y artistas cubanos, y el ISA, la llamada Universidad de las Artes, con su historial de liberalismo de pensamiento, irreverencia artística, y la estruendosa huelga de dos días en octubre de 2009 (donde colaboré en su documentación y difusión), aún parece una tierra perdida para el control gubernamental. No por gusto fue la universidad escogida por el Buró Político del PCC para la clausura del proceso político-ideológico en las universidades cubanas, efectuado a principios de 2011. Henry Constantín expulsado por tercera vez es solo un paso más en el ajuste del descompuesto mecanismo estatal cubano».

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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