Delatores, espías y soplones siempre habrá

Después de ocho años la sorpresa se repite en los nombres de Carlos Serpa Maceira y Moisés Rodríguez. A estas alturas la noticia sigue provocando consternación. Imagino como estaría Adrián Leiva de haber presenciado este momento. Para él no habría novedad ni sorpresa.  Algo similar debe ocurrir a quienes dieron a Serpa Maceira el apodo de “mil doscientos”,  cuando este era inspector de la ANAP. Dicen los que conocieron esa parte de su vida, era la cifra que solía anotar en las multas que imponía a los campesinos infractores.

En cuanto al hecho desagradable protagonizado por estos individuos, es un imprevisto con el que hay que contar. La traición es una realidad presente en cualquier circunstancia del quehacer humano, sobre todo cuando este se desarrolla en medios donde mentir y delatar forma parte del engranaje opresivo de sistemas que usan esas torceduras en su provecho.

Filtrar es una actividad a la que los órganos policiacos cubanos dedican mucha atención. Todo aspecto de la vida ciudadana tiene interés para la Seguridad del Estado. Nada debe quedar libre de la fiscalización represiva. Sobre todo cuando las actividades se producen en terrenos fuera del control e influencia ideológica. Iglesias, logias, movimientos culturales, iniciativas de la sociedad y como es lógico, grupos opositores y activistas cívicos, cuentan con el inseparable agente secreto en sus filas.

No es difícil la labor de penetrar instituciones que funcionan de manera abierta. Para entrar a ellas no se piden avales ni se pasa por el tamiz de las investigaciones. No se apela a informes de organismos de masa ni a formularios autobiográficos. Si se llega a conocer  algún detalle escabroso de quien pretende formar parte de una comunidad, religiosa o cívica, siempre se espera que esto sea parte del pasado. Las personas tienen derecho a cambiar. Además,  a diferencia de las organizaciones políticas de la dictadura, las que funcionan fuera de ese marco consideran que el individuo es inocente, bueno y bien intencionado hasta tanto se pruebe lo contrario. Será su actitud en la nueva ruta emprendida la que definirá la condición de la persona.

La lucha cívica, como el banco de una iglesia, no es un sitio vedado para quienes en algún momento tomaron partido por el gobierno totalitario. Ni siquiera cuando fueron militantes ortodoxos de la causa. Tampoco está limitada para el que abusó de sus atribuciones o hizo mal uso de ellas. Lo único que se espera de la persona es el cambio sincero. La realidad de Mateo  y Pablo de Tarso se repiten invariablemente en la historia humana. No todos los que subieron a la Sierra lo hacían por escapar del cerco mortal del clandestinaje. Los había, como en las historias y leyendas medievales, deudores de la ley por actos ajenos a la voluntad política.

¿Para qué entonces infiltrar un agente cuya misión es reportar lo que todos ven y saben? Es bien sabido que la disidencia en Cuba actúa a puertas abiertas. Sus defectos y virtudes, al igual que los fallos y limitaciones de sus integrantes, son igualmente conocidos. La razón de un Emilio o un Vladimir se explica de manera simple cuando Maceira demostró ante la cámara como se hace lo que él llamó “el montaje de la campaña mediática contra la Revolución.”  El agente llamó a Radio Martí para denunciar en su propia voz una noticia falsa.

Si algo demostró Serpa Maceira con su acción fue la manera en que el sistema totalitario de Cuba fabrica sus propias mentiras. Cuántas más, mucho peores que una llamada telefónica, no habrán sido elaboradas en el laboratorio siniestro del castrismo para mantenerse en la cima del poder.

Lo extraordinario de la revelación es que ocurre en momentos en que se espera la liberación de todos los presos de conciencia y políticos que manifestaron su negativa de abandonar la Isla una vez en libertad. La aparición de Emilio y Vladimir se conecta con aquellas del 2003, pero a la inversa. Ahora se trata de quitar fuerza y la mayor credibilidad posible a los que salen a la calles. No puede descartarse el contenido de los cables publicados en Wikileak donde se exponen criterios adversos sobre la oposición reconocida. Dar énfasis a la tesis planteada en esas notificaciones confidenciales, puede ser parte de una estrategia de mayor alcance,  que busca mucho más que la depreciación o el aplastamiento.