Declaraciones del Presidente Oscar Arias sobre los presos politicos en Cuba

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11 Mar 2010

Cuba tiene en sus manos la oportunidad de demostrarle al mundo los
primeros signos de esa transición democrática, que desde hace mucho
tiempo esperamos. Tiene la oportunidad de demostrar que puede aprender
a respetar los derechos humanos, sobre todo los derechos de sus
opositores, porque no tiene ningún mérito respetar sólo los derechos
de sus partidarios. Si Cuba liberara a sus presos políticos, tendría
más autoridad para reclamar respeto a su régimen y a su forma de hacer
las cosas.



DECLARACIONES DEL PRESIDENTE OSCAR ARIAS SOBRE LOS PRESOS POLÍTICOS EN CUBA

Óscar Arias Sánchez
Presidente de la República
Casa Presidencial, Zapote

10 de marzo de 2010

Estimados miembros de la prensa nacional e internacional, amigas y amigos:

He venido a sumar mi voz a un coro de indignación que recorre buena
parte de nuestra América y del mundo. El pasado 23 de febrero,
mientras los líderes latinoamericanos nos encontrábamos reunidos en
Cancún, hablando sobre democracia y libertad, murió en La Habana
Orlando Zapata Tamayo, opositor del régimen castrista y preso político
desde hace 7 años.

Una huelga de hambre de 86 días no fue suficiente para convencer al
Gobierno cubano de que era necesario preservar la vida de esta
persona, por sobre cualquier diferencia ideológica. 86 días no fueron
suficientes para mover a compasión a un régimen que se vanagloria de
su solidaridad, pero que en la práctica aplica esa solidaridad
únicamente a sus simpatizantes.

Nada podemos hacer ahora para salvar a este disidente, pero podemos
aún alzar la voz en nombre de Guillermo Fariñas Hernández, que desde
hace 14 días se encuentra en huelga de hambre en Santa Clara, pidiendo
la liberación de otros presos políticos cubanos, en particular de
aquellos en precario estado de salud.

Sin duda, la huelga de hambre es un arma delicada como herramienta de
protesta. Sería riesgoso que cualquier Estado de Derecho se vea en la
obligación de liberar a sus privados de libertad, si deciden rechazar
su alimentación. Pero estos presos no son como los demás, ni Cuba
cumple las condiciones de un Estado de Derecho. Se trata de presos
políticos o de consciencia, que no han cometido otro delito más que
oponerse a un régimen, que fueron juzgados por un sistema judicial de
independencia cuestionable, y que deben sufrir penas excesivas sin
haber causado un daño a otras personas.

Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país
verdaderamente libre, uno va a prisión por pensar distinto. Cuba puede
hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de
que es una “democracia especial”, pero cada preso político niega en la
práctica esa afirmación. Cada preso político es una prueba irrefutable
de autoritarismo.

A esto se suma el hecho de que se trata de presos con una salud muy
debilitada. Y aquí sí es cierto que no importan las razones por las
cuales alguien haya entrado en prisión. Todo Gobierno que respete los
derechos humanos, debe al menos mostrar compasión ante el estado de
una persona débil, en lugar de llamarlo “chantajista”. Eso sería lo
indicado para un régimen que afirma respetar los derechos humanos.

Ustedes saben que siempre he luchado por una transición cubana hacia
la democracia. Siempre he luchado porque ese régimen de partido único
se convierta en un régimen pluralista, y deje de ser una excepción en
el continente americano. Estoy convencido de que en una democracia, si
uno no tiene oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla y
condenarla a un infierno carcelario, que es lo que hace el régimen de
Castro.

Cuba tiene en sus manos la oportunidad de demostrarle al mundo los
primeros signos de esa transición democrática, que desde hace mucho
tiempo esperamos. Tiene la oportunidad de demostrar que puede aprender
a respetar los derechos humanos, sobre todo los derechos de sus
opositores, porque no tiene ningún mérito respetar sólo los derechos
de sus partidarios. Si Cuba liberara a sus presos políticos, tendría
más autoridad para reclamar respeto a su régimen y a su forma de hacer
las cosas.

Estoy consciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo
tipo de acusaciones de parte del Gobierno cubano. Me acusarán de
inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi
con certeza, de ser un lacayo del imperio. Sin duda, soy un lacayo del
imperio: del imperio de la razón, de la compasión y de la libertad. No
voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos. No voy a
callarme cuando la sola existencia de un régimen como el de Cuba es
una afrenta a la democracia. No voy a callarme cuando se pone en jaque
la vida de seres humanos, por defender a ultranza una causa ideológica
que prescribió hace años. He vivido lo suficiente para saber que no
hay nada peor que tener miedo a decir la verdad.

Muchas gracias.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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