En: Opinión
22 Dic 2010Como es tradicional, el presidente Raúl Castro clausuró la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular el 18 de diciembre que aprobó el Plan de la Economía y el Presupuesto para 2011. Su discurso fue confuso y contradictorio, pues reconoce la grave situación del país, pero al mismo tiempo repite las viejas y gastadas concepciones que durante decenios provocaron la crisis actual.
Cuba: bordeando el precipicio.
Por: Oscar Espinosa Chepe
Diciembre 21 de 2010
Economista y Periodista Independiente
“Perdura lo que el pueblo quiere”.
José Martí
Como es tradicional, el presidente Raúl Castro clausuró la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular el 18 de diciembre que aprobó el Plan de la Economía y el Presupuesto para 2011. Su discurso fue confuso y contradictorio, pues reconoce la grave situación del país, pero al mismo tiempo repite las viejas y gastadas concepciones que durante decenios provocaron la crisis actual.
En primer lugar expuso que el plan de 2010 tuvo un desempeño aceptable, cuando los problemas se acrecentaron, evidenciados en el despido hasta abril próximo 500 000 trabajadores, con la afectación a sus familias; la peor zafra azucarera en más de 100 años; un descenso en la producción y exportación del níquel y la minoración de las inversiones por segundo año consecutivo -en esta ocasión por el incumplimiento del plan en 23,6%-, lo cual profundiza el proceso de descapitalización iniciado a comienzo de la década de 1990. Sin soslayar que el próximo año los cubanos volverán a beber el café mezclado con chícharo.
El gobierno no puede ufanarse de los resultados de la producción agropecuaria, por haber tenido una caída reconocida del 2,8%, posiblemente superior, al no contemplar la deficiente cosecha cañera; disminuyó la construcción en 12,2%, incluida la edificación de nuevas viviendas con una baja del 6,7%. Paralelamente el nivel de vida de la población sigue constriñéndose: aumentan los precios de los productos esenciales debido a la escasez y ya es difícil obtener arroz, frijoles, leche en polvo -hasta pagada con divisas- y el pan en determinadas zonas del país.
Mientras, se saca del sombrero un crecimiento inexplicable en Otros Servicios de 4,4%, aunque es evidente la regresión en la educación y la salud pública, especialmente en esta última con carencias agudas de medicamentos, reconocidas oficialmente, y hasta la defunción de un número significativo de pacientes en el Hospital Psiquiátrico de La Habana debido a : “…varias deficiencias relacionadas con la no adopción oportuna de medidas” Todo evidencia que resulta insostenible que el PIB en 2010 creciera en 2,1%, como afirma el gobierno.
Tampoco puede ser motivo de complacencia el hecho de que este año se hayan conocido escándalos de corrupción de mayúsculas magnitudes, como nunca antes. Esta situación no debe extrañar por la falta de control de los recursos existente durante decenios, incluido que la mayoría de las empresas carecen de una contabilidad confiable, panorama agravado con la doble circulación monetaria.También contribuye al malsano ambiente, la gran frustración y el incremento sostenido de las diferencias sociales, así como la pérdida generalizada de confianza en el futuro de la nación.
La creciente ilegalidad es fomentada además, por el modelo económico sociolista, basado en las componendas, el oportunismo y el clientelismo político, terreno fértil para la mentira, el engaño y la doble moral, que ha conducido la sociedad a la pérdida de valores éticos y morales en colosales dimensiones.
Frente a esta situación el presidente, aunque reconoció la gravedad del momento, reiteró fórmulas desgastadas, “actualizadas” con medidas insuficientes, para permitir ciertas iniciativas tipo bonsái, con el propósito de mantener el rígido control centralizado estatal, que se quedan a mitad de camino, y, por consecuencia, no sacarán la nación de la crisis, sino que podrían provocar mayores dificultades.
Desafortunadamente se continúa hablando de un modelo socialista que nunca ha existido en Cuba. En realidad ha habido un esquema disfuncional y antisocial, mediante el cual no se han defendido los intereses de los trabajadores, quienes han sido perjudicados constantemente con salarios y pensiones miserables que no alcanzan para vivir, y ahora con el despedido masivo del 25,0% de los actualmente ocupados, en varias etapas.
No es casual que desde hace tiempo los socialdemócratas y otros socialistas moderados del mundo, sean críticos de la situación imperante en Cuba, y que en estos momentos hasta la llamada extrema izquierda se quiera desentender de sus antiguos compromisos con La Habana.
Desafortunadamente, el gobierno continúa inmerso en sus viejas concepciones. Así, el presidente arremetió contra la “concentración de la propiedad”. Se niegan a que personas emprendedora con tenacidad y trabajo honesto desarrollen negocios eficientes y prósperos, y paralelamente contribuyan a la riqueza de la sociedad mediante el pago racional de impuestos. Prefieren empresas estatales improductivas e irrentables, devoradoras de subsidios y generadoras de corrupción. Parece que sólo una elite política y sus allegados tienen derecho a poseer lujosas residencias, autos modernos, disfrutar de vacaciones en lugares privilegiados y viajar al extranjero cuando desean.
Paradójicamente, mientras el presidente hace hincapié en la eliminación del secretismo, no se pone a disposición de la población el Plan 2011-2015, y sólo son brindados datos aislados sobre el comportamiento de la economía en 2010, conociéndose que se distribuyó entre los diputados un informe detallado que debería ser de dominio público. Pruebas demostrativas que en Cuba del dicho al hecho, hay un gran trecho.
Ciertamente, el presidente en determinados momentos, cuando asumió el poder, creo ciertas esperanzas de cambio, pero estos se han esfumado y quedado una gran frustración, a pesar de que en todos los puestos claves del aparato estatal ha podido situar personas de su confianza.
Los motivos de esta inercia no se conocen en detalle. Quizás haya tenido que hacer concesiones a los sectores más conservadores del Estado-Partido.Quizás sus deseos de reformas económicas choquen con el miedo de perder el poder, ante la posibilidad real de que creen posteriores aspiraciones de libertades políticas.Quizás sea una combinación de ambas visiones lo que impide los cambios estructurales y de conceptos, que con urgencia necesita Cuba.
La situación de régimen, mientras tanto, es cada vez más insostenible y la sociedad ya no bordea el precipicio, está en caída libre.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".