En: Opinión
22 Abr 2010Los derechos políticos y libertades civiles no son, como sugieren sus declaraciones, lujos superfluos para ser añadidos al fin de un programa de reformas económicas. Ellos son la esencia misma del progreso que le otorga a una ciudadanía el poder para corregir errores, expresar descontento, y provocar cambios en el liderazgo de la nación. Insistir en derechos políticos y libertades civiles no es, Su Eminencia, «comenzar por el final». Cualquier esfuerzo reformista que pretenda dejar a la sociedad civil inarticulada e incapaz de responsabilizar a sus funcionarios está ignorando que una sociedad moderna no puede funcionar en el mejor interés de los ciudadanos sin un sistema eficaz de controles y equilibrios.
Carta al cardenal Ortega
Por José Azel
Publicado el miércoles, 21 de abril de 2010 en El Nuevo Herald
José Azel
Eminencia Cardenal Jaime Lucas Ortega: Todos estamos de acuerdo en que Cuba se encuentra en una crisis donde se necesitan cambios de carácter urgente y que el sentimiento de que el cambio es necesario se ha convertido en un consenso nacional. Pero insistir que el gobierno respete las libertades individuales y los derechos humanos no es, como usted afirma, «comenzar por el final».
La Cuba de hoy puede ser descrita como «un país imposible», con estructuras económicas y sociopolíticas insostenibles, en el que para la mayoría de los cubanos, el trabajo ha dejado de ser la fuente principal de sus ingresos. Como usted sabe, los cubanos, imposibilitados de vivir del resultado de sus legítimos trabajos, han desarrollado una ética, que lo justifica todo. Esta es una manera de vivir con la incoherencia de la vida en Cuba, donde para escapar de un futuro absurdo sin posibilidades, la sociedad civil ha cometido una especie de suicidio filosófico y ético. Estos son elementos que, estoy seguro, le preocupan a usted profundamente.
Pero la salida a la problemática cubana no radica solamente en combatir las deplorables condiciones económicas. Las potencialidades de Cuba como nación dependerán más de las libertades individuales y la autonomía personal que de un determinado conjunto de reformas económicas. Como Santo Tomás de Aquino nos enseñó: «La mayor manifestación de la vida consiste en esto: que un ser humano gobierne sus propias acciones».
Los derechos políticos y libertades civiles no son, como sugieren sus declaraciones, lujos superfluos para ser añadidos al fin de un programa de reformas económicas. Ellos son la esencia misma del progreso que le otorga a una ciudadanía el poder para corregir errores, expresar descontento, y provocar cambios en el liderazgo de la nación. Insistir en derechos políticos y libertades civiles no es, Su Eminencia, «comenzar por el final». Cualquier esfuerzo reformista que pretenda dejar a la sociedad civil inarticulada e incapaz de responsabilizar a sus funcionarios está ignorando que una sociedad moderna no puede funcionar en el mejor interés de los ciudadanos sin un sistema eficaz de controles y equilibrios.
La libertad, como Juan Pablo II señaló, consiste en tener el derecho de hacer lo que debemos. Y así, la libertad debe ser el primer paso para el cambio real y efectivo, que coincidimos los cubanos quieren porque es una condición necesaria para revertir la apatía política. La libertad, se destaca a la vez como un medio y un fin. La reconstrucción espiritual, sociopolítica y económica de la nación cubana no puede tener lugar en un ambiente totalitario, no puede tener lugar sin restaurar las libertades civiles y derechos políticos que permitan la práctica de la tolerancia heroica y sabiduría política.
Como usted señala, el cambio es necesario rápidamente. El Papa Juan Pablo II también nos enseñó que «la experiencia histórica de los países socialistas ha demostrado tristemente que el colectivismo no acaba con la alienación, sino que la aumenta, añadiéndole una falta de necesidades básicas y eficiencia económica». Para tener éxito, el proceso de reforma cubano deberá ser de base amplia, completo y llevado a cabo rápidamente. Tiene que tener como base una filosofía que faculte el sentimiento ciudadano para recuperar las energías individuales e iniciar la restauración de la responsabilidad individual sobre el colectivismo asocial y las ineficiencias que Juan Pablo II señaló. Por otra parte, Su Eminencia, las libertades individuales y el empoderamiento ciudadano no se deben descartar con la indiferencia con la que usted aparentemente lo hace al insistir en que deben ser considerados como meta final. Las libertades individuales son esenciales para vivir vidas dignas y plenas. Son fundamentales para otorgar dignidad a la existencia humana.
Los cambios económicos aislados que usted parece preferir, no se enfocan en las libertades individuales y el empoderamiento ciudadano, y condenarían a la sociedad cubana a vivir una existencia provisional de límite desconocido. Esta es una condición que lastima el espíritu humano y no promueve el desarrollo de valores espirituales o sociopolíticos. Su Eminencia, el cambio exitoso de que usted habla requiere, necesariamente, una visión convincente de esperanza para todos los cubanos; una realización irrefutable de una de las enseñanzas de la Iglesia: que la vida siempre puede recuperar su significado a pesar de sus aspectos trágicos. Requiere una visualización del futuro que no equipare la dignidad de una sociedad con sus ganancias económicas, o como el Señor nos ha enseñado, que «no sólo de pan vive el hombre».
José Azel es analista investigador del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos (ICCAS) de la Universidad de Miami.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".