En: Opinión
23 Abr 2011El Congreso del PCC no ha defraudado a nadie. Tal y como se preveía, ha servido para aprobar el documento de los “Lineamientos”, con algunas modificaciones, alguna que otra propuesta de organización interna política, y poco más. Salvo la visita desafortunada, de última hora y rodeado de guardaespaldas, de quién debería haberse autoexcluido de esta fanfarria, no ha trascendido ninguna información de relevancia.
Balance del congreso en el que todos perdemos y nadie gana
Economista y Periodista cubano
Abril 20 de 2011
El Congreso del PCC no ha defraudado a nadie. Tal y como se preveía, ha servido para aprobar el documento de los “Lineamientos”, con algunas modificaciones, alguna que otra propuesta de organización interna política, y poco más. Salvo la visita desafortunada, de última hora y rodeado de guardaespaldas, de quién debería haberse autoexcluido de esta fanfarria, no ha trascendido ninguna información de relevancia.
Los medios de información internacionales han vuelto a dar la espalda a la gerontocracia que gobierna la Isla, en concreto a Raúl Castro, cuya campaña de imagen y de marketing se ha visto empañada por el peso de un inmovilismo perezoso y absolutamente opuesto a liberalizar la participación política o el funcionamiento de la economía.
Es posible que algunos piensen que las cosas pueden cambiar después de este Congreso. Lo dudo. Con personajes de conocido prestigio anti reformista como Machado o Valdés muy cercanos al poder, cualquier empeño en poner orden en los asuntos políticos y económicos, puede resultar en vano. La comunicación directa con Fidel Castro de este núcleo de poder hace imposible reformar las estructuras de un viejo sistema político heredado de la guerra fría. Por eso, cuando en el discurso de cierre del Congreso Raúl Castro delante de su soñoliento hermano, anunciaba que “el capitalismo nunca volvería a Cuba”, lo que estaba haciendo era dirigir un mensaje a quién verdaderamente sigue dirigiendo los destinos de la nación desde sus crónicas de Cubadebate.
Este Congreso ha confirmado que todos perdemos, y que nadie gana porque ha vuelto a confirmar el poder de Fidel Castro, su liderazgo indiscutible. El reconocimiento público que el propio Raúl Castro hizo de su hermano, enviándole personalmente la boleta con su asesor para que emitiera el voto, es un ejemplo de aquella silla vacía del pasado.
Si, es cierto que Fidel Castro ya no ocupa cargo alguno, pero en la estrategia del juego político, las posiciones en la sombra registran réditos más elevados que el cartel, y de eso Fidel Castro sabe mucho. Los llantos histéricos de algunas congresistas, los aplausos de entusiasmo de los asistentes puestos en pie cuando el dictador entró en la sede del evento con su chándal de enfermo, son el ejemplo más claro de la imagen que Cuba transmite al mundo: una sociedad secuestrada por un personaje que es capaz de mantener cerrados en un puño a 11,5 millones de personas e impedir que progrese, que avance, que se liberalice, que se democratice.
Este Congreso confirma el poder absoluto y real de Fidel Castro por encima de todas las cosas. Las frases pronunciadas parecen extraídas de sus colaboraciones más recientes en Cubadebate. Cuba nunca volverá al capitalismo, el partido es el eje del poder, el socialismo es la ideología del futuro, nos comprometemos en la defensa de los débiles, la unidad de la patria, etc., etc., mensajes recurrentes, alejados de la realidad, que no s sitúan en el polo opuesto de la sociedad del siglo XXI en la que el régimen castrista no quiere entrar.
Ciertamente, el PCC nunca ha sido reflejo de las aspiraciones de la sociedad. El pretendido debate masivo abierto con los Lineamientos se ha quedado en nada. Mucha gente ha podido lanzar sus críticas y aportaciones, pero la criba final ha servido para dejar las cosas peor que como estaban. Transformar la base de una economía improductiva e ineficiente, con un modelo de planificación centralizada y sin propiedad privada, no se hace con comisiones cada seis meses. Exige vocación de emprendedores, derechos de propiedad, normas comerciales y mercantiles responsables, cumplimiento de la legalidad y de los contratos, capacidad para asumir riesgos, libertad de comercio y de empresa, conocimientos técnicos y de comercio, finanzas, y nada de eso se puede confeccionar por medio de reuniones semestrales, por muy competentes y cualificados que sean sus miembros integrantes. Por eso, todos hemos perdido.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".