Al combate corred, generales

En: Opinión

29 Abr 2011

En el momento en que escribo este artículo aún no conocemos en qué han consistido los múltiples arreglos hechos a los Lineamientos que sirvieron de preámbulo a este VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Y por ello, poco sabemos acerca de lo discutido y hacia donde se torció el timón. Sin lugar a dudas cuando los conozcamos, podremos tener una idea más clara de cómo la élite política cubana piensa seguir avanzando en su “actualización socialista”.



Al combate corred, generales


Por: Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo, abril 25 de 2011

De los 15 miembros del nuevo Buró Político, ocho son militares en activo o provienen de sus cenáculos

En el momento en que escribo este artículo aún no conocemos en qué han consistido los múltiples arreglos hechos a los Lineamientos que sirvieron de preámbulo a este VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Y por ello, poco sabemos acerca de lo discutido y hacia donde se torció el timón. Sin lugar a dudas cuando los conozcamos, podremos tener una idea más clara de cómo la élite política cubana piensa seguir avanzando en su “actualización socialista”.

Es posible, sin embargo, avanzar algunas ideas acerca de lo que ha sucedido con la élite política a partir de algunas cuestiones mencionadas por Raúl Castro en su discurso central y de la constitución del nuevo Buró Político (BP). Creo que hay tres temas que vale la pena mencionar: el mea culpa vergonzante del general/presidente, la avalancha de los militares y el surgimiento de nuevos herederos que deberán caminar por la cuerda floja del ser y no ser para llegar al final de la puesta en escena.

En el primer sentido, estoy obligado a parafrasear a Lord Acton con su apotegma sobre el poder absoluto: el poder es siempre cínico, diría yo ahora, pero el poder absoluto lo es absolutamente. Justo lo que nos muestra el general/presidente cuando habla de malos reclutamientos de dirigentes, remitidos a errores de terceras personas difusas; o cuando elogia la renovación de los dirigentes en los cargos públicos como condición de la buena gobernabilidad, como si la inmensa mayoría de las personas que estaban en ese congreso, su buró político y él mismo, fuesen consultores internacionales evaluando a la distancia una situación en la que no tienen ninguna responsabilidad.  Son concesiones muy poco elegantes al impudor que ocurre cuando no existe un espacio de oposición y de opinión pública que le recuerde a los gobernantes que la procacidad política tiene un límite.

En segundo lugar, y esto es más interesante, el congreso confirmó el predominio absoluto de los militares —principales sostenedores políticos de la orientación pro mercado y de la tecnocracia que la construye— sobre el otro fragmento de la élite: los ateridos burócratas partidistas encabezados por el nada fotogénico Machado Ventura. Hubo 12 bajas (9 plazas no fueron llenadas por la reducción de la membresía de 24 a 15), la más visible de las cuales fue la del frívolo ministro de Cultura, de quien se dice que ha amenazado al público cubano con dedicarse con más ahínco a su vocación de escritor.

De los 15 miembros del nuevo BP, 8 son militares en activo o provienen de sus cenáculos. Pero entre ellos hay seis personas que simultanean su cargo en el BP con presidencias o vicepresidencias en los otros dos órganos más importantes de poder: los consejos de Estado y de Ministros. Cuatro de ellas son militares: Raúl Castro, Colomé Ibarra, Casas Regueiro y Marino Murillo, y un quinto, Ramiro Valdés, no es ajeno al gremio y sus oportunidades. Otras seis tienen asiento en al menos una de las otras dos instituciones y tres de ellas son militares. En resumen que si estar en varias de estas instituciones al mismo tiempo es un indicador de poder dentro de la élite, habría que asumir que de los 12 miembros del BP en esta situación 7 son militares. Un nivel de concentración de poder superior a todos casos precedentes.

Esta correlación ha venido afirmándose desde los ya lejanos tiempos en que Lage y Pérez Roque fueron cazados como conejos asustados. Pero llama la atención la intensidad como el general/presidente ha cargado contra sus aliados de la burocracia partidista, acostumbrados a medrar mezquinamente a costa del presupuesto estatal y decididos a frenar cualquier cambio que implique alejarlos de ese presupuesto. Otro derroche de impudor, pues el general/presidente ha sido por casi cinco décadas el segundo secretario del Partido Comunista, y con frecuencia se ha dedicado a los aspectos institucionales y de vida interna en los que su trascendentalista hermano nunca se involucró. Tampoco son nuevos los argumentos, pues esa cantaleta de que el-partido-dirige-pero-no-administra ha sido un pie forzado de muchas rimas discursivas. Pero sí es nuevo el contexto, y en ello está la diferencia de lo que sucede al interior de la élite. Los chicos de Machado Ventura no solamente han sido disminuidos en sus posicionamientos públicos, sino que también han sido llamados al orden, todo lo cual, supongo, podrá verse con más detalle en la programada conferencia partidista de enero de 2012.

Por último, como que todo el proceso de reclutamiento de jóvenes fracasó, la edad de los nuevos arcontes es extremadamente alta, lo que hace supernumeraria la desinteresada oferta de RC de gobernar solo por cinco años. La prensa ha destacado que el promedio de edad es de 68 años, lo que no parece malo. Pero no olvidemos que hay una niña exploradora de 45 y dos mozalbetes en sus 50. Quizás más gráfico sería apuntar que la mediana es de 73 años, y que una tercera parte de estos gladiadores del socialismo rebasan la media de expectativa de vida que prima en la Isla. Todo un récord.

Entre todos, sin embargo, se destaca la figura de una relativamente joven estrella ascendente: Marino Murillo. Reclutado del propio despacho de RC, Murillo ha hecho una meteórica carrera, primero sustituyendo a una persona muy cercana a Machado Ventura en el Ministerio de Comercio Interior, y luego en lugar de José Luis Rodríguez en el Ministerio de Economía. En 2009 fue nombrado miembro del Consejo de Estado, y en 2011 una suerte de superministro de economía y finanzas. Lo distintivo de Murillo es que conjuga su reinado en el área económica con un discurso muy conservador. A diferencia de otras figuras que coquetean abiertamente con el lado renovador de la “actualización”, Murillo siempre se cuelga de la parte más tradicional: habla despectivamente del mercado, recalca la necesidad de una planificación en todos sus detalles, jura que no va a dejar a nadie desamparado, y canta loas a una igualdad que no es igualitarismo, porque es igualdad de oportunidades, etc. Todo lo cual me hace pensar que niega con vehemencia justo lo que quiere hacer, quizás porque sabe que así se hace la política y, en particular, cuando hay que hacerla sobre un campo minado por los resentimientos de los burócratas desplazados, el apetito de los funcionarios-haciéndose-burguesía y la sensibilidad de generales cuasi-octogenarios que se perciben ungidos por la intangibilidad de los liderazgos históricos.

Murillo no indica una solución a ese gran cuello de botella que afecta a la élite cubana: la carencia de mecanismos regulares de reclutamiento y circulación. Pero al menos abre una ventana en un cuarto lleno de humo. Su prueba de fuego es lograr que efectivamente la economía crezca. Y si es así, tanto Murillo como los demás dirigentes cubanos irán moviendo el discurso hacia una mayor apertura económica, desplazando el tablero político solo lo imprescindible para que la apertura económica funcione.

Si el IV Congreso fue una esperanza de renovación socialista y democrática, y el V un retroceso en lo poco que se pudo avanzar, el VI es el que inicia el proceso de restauración capitalista en Cuba de la mano del Partido Comunista y de la élite tecnocrático-militar. Seguro que también eso lo sabe Murillo. Pero no creo que esto le genere conflicto ideológico alguno. Murillo conoce —desde los tiempos en que era un aplicado estudiante en el colegio de defensa— que los dirigentes que han gobernado a Cuba por medio siglo y los que lo harán por solo una década cada uno de aquí en adelante, se aprovechan del peculiar sentido polisémico de la palabra socialismo, de manera que hagan lo que hagan, siempre la revalidan. Así la han asociado indistintamente al guevarismo, a la planificación soviética, al modelo chino y siempre a José Martí que sirve para todos los fines. Y usando uno y otro referente, lo han construido, consolidado y perfeccionado.

Que ahora lo actualicen no es nada extraño. Y al final, dirá Murillo a sus cortos 50 años, todavía hay tiempo para continuar con la rima por algún tiempo siempre que no fallen dos cosas en lo inmediato —las remesas y la policía— y que al final lleguen buenas noticias de la perforadora semi-sumergible por la que esperan hindúes, noruegos, brasileños, venezolanos, vietnamitas y españoles. La misma que observa la Halliburton desde la perforada valla del bloqueo/embargo.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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