El cobarde en jefe

En: Culturales

24 May 2011

Pero, verdaderamente la noticia de que Fidel Castro Ruz no es, ni ha sido nunca valiente no me llegó por conducto de ningún batistiano. Todo lo contrario. En 1959, unos amigos comunes, fueron a recibir, a abrazar y a felicitar al Comandante Raúl Díaz Torres, un güinero que había llegado a Cuba en el Granma y que se había pasado todo ese tiempo muy cerca del futuro tirano.



El cobarde en jefe


Por:  Esteban Fernández

No se puede escribir del poco valor personal del tirano sin mencionar a los dos hombres que él les tenía terror: Rolando Masferrer y Eufemio Fernández. Y es necesario indicar su pobre actuación durante la expedición a Cayo Confites y en el «Bogotazo» en Colombia.

Pero, verdaderamente la noticia de que Fidel Castro Ruz no es, ni ha sido nunca valiente no me llegó por conducto de ningún batistiano. Todo lo contrario. En 1959,  unos amigos comunes,  fueron a recibir, a abrazar y a  felicitar al Comandante Raúl Díaz Torres, un güinero que había llegado a Cuba en el Granma y que se había pasado todo ese tiempo muy cerca del futuro tirano.

Mis amigos, emocionados,  fueron a ver a su héroe. Regresaron a mi lado con «el rabo entre las piernas», sumamente decepcionados. Me dijeron: «Mi socio, tu no nos  vas a creer lo que nos dijo Raúl»… Nos pidió que no lo felicitáramos y añadió:  «Muchachos ¡nos cayó carcoma; este tipo es miles de veces peor que Batista!»

Y además les dijo algo increíble: que Fidel Castro es (palabras textuales del Comandante Raúl Díaz Torres)  ¡TREMENDO PENDEJO! Les manifestó  que: «Lo primero que hizo cuando llegamos a lo más alto de la Sierra Maestra fue conseguir una hamaca, un montón de libros, muchos tabacos, y ahí se tiró y se pasó el 90 por ciento de la contienda inactivo». Y acto seguido habló con el forajido Crescencio Pérez para que le consiguiera un grupo de guajiros machos, de total confianza,  fornidos, que le sirvieran de protectores y guardaespaldas.

Ahora bien, que nadie me haga caso a mí, ni a Raúl Díaz Torres como  testigo presencial.  Díganme ¿dónde están las versiones de los historiadores, periodistas y  escritores que se han atrevido a situar a Fidel Castro en un lugar de peligro?

¿En que batalla alguien  ha podido colocar al genocida entre los combatientes? Cuando el ataque al Moncada el tirano  se apareció armado solamente con una pistola Luger. Dice el  brillante historiador Antonio de la Cova que Castro se negó rotundamente a que le hicieran la prueba de la parafina porque sabía que iba a demostrarse que no había disparado un solo tiro… He leído más de 20 historias sobre ese ataque, pero en ninguna el autor lo identifica en un lugar peligroso luchando como un león con una ametralladora Thompson en sus manos.

En Tuxpan, México, no participó en los entrenamientos militares suministrados por el  Teniente Coronel español Alberto Bayo. Eso les permitió intuir a los futuros guerreros (Camilo, el Che, Arsenio García Ávila, Juan Manuel Márquez,  Frank Chicola etc.) que el tipo no tenía ni la más leve intención de participar en la contienda bélica anunciada a bombo y platillo.

Y así fue.  En la primera escaramuza atacando el cuartel de La Plata,  a lo más que llegan a decir sus panegiristas y elogiadores,  es que dio el grito de «AL ATAQUE» y ahí se quedó plantado. Sobre ese detalle, el argentino Ernesto Guevara ha sido el único que cometió la indiscreción de hacer mofa de «las habilidades combativas» de su jefe.

Y después de robarse el poder, ni se diga. ¡Nadie, absolutamente nadie en todo el Planeta ni en toda la historia universal se ha cuidado más que este pusilánime! A través de 52 años ha utilizado a miles de testaferros en su seguridad personal.  Le tiene miedo hasta a su sombra.

Durante las batallas de El Escambray contra los alzados (que estos si fueron combates a rajatabla) no participó ni en un solo cerco. Al frente de todo puso al antiguo falsificador de cheques General Raúl Menéndez Tomasevich y al Comandante Lizardo Proenza. Y él, como siempre, brilló por su ausencia.

En Girón, ya después que estaba asegurada la derrota de los brigadistas, se retrató montado en un tanque junto al General José Abrantes. El escritor oficial Norberto Fuentes describe -en forma feminoide- el «momento histórico» diciendo «lo bellos que lucían los dos». La bronca con el General Ochoa se inicia porque el tirano quería dirigir la guerra desde La Habana sentado en  una oficina con aire acondicionado y cien mapas. Y Ochoa se burlaba de su cobardía.

Durante el famoso Maleconazo hizo la misma payasada: después que fue controlada la monumental protesta  llegó con tremendo alarde. Y en el ocaso de su vida, pareciendo una momia ambulante, todavía tiene terror a la muerte, no confía ni en su sombra y muestra el desparpajo de anteponer a su nieto para que en un momento dado le sirva de escudo y reciba  las balas destinadas a él.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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