En: Derechos Humanos
15 Feb 2011En 12 hojas de una libreta escolar, con tinta roja, el 26 de enero de este año Harold Brito escribió lo que hoy puede considerarse su testamento. Lo recibió este corresponsal de manos de Rosario Parra, apenas unos días antes de la muerte de su hijo.
«Nos encarcelan, nos desaparecen, nos humillan, nos ultrajan, y pienso que no hay palabras para explicar tanto crimen. Las naciones, los gobiernos y toda la humanidad de la tierra nada hacen para acabar con tanto dolor y tanto sufrimiento», dijo Harold en la hoja número dos su libreta.
Un preso enfermo muere en circunstancias sin aclarar en Las Tunas
Diario de Cuba(DDC)
Febrero 14 de 2011
‘Por favor, que alguien interceda para no morir gota a gota’, había escrito el pasado 26 de enero. Harold Brito Parra tenía 38 años, 16 de ellos los pasó en prisión.
«Ahora eres libre», dijo Nena Balmaceda al despedir el duelo. Eran las 3:19 p.m. de este domingo, 13 de febrero, cuando los albañiles comenzaron a sellar la tumba del preso Harold Brito Parra.
En Medicina Legal dijeron a Herseld, hermano de Harold, que lo habían traído de la cárcel sobre las 2:00 de la madrugada y que murió de un edema pulmonar.
Antonio Brito, el padre, residente en La Habana, había llamado al Hospital Guevara, de Las Tunas, alrededor de las 10:00 de la mañana del sábado. Reticentes, funcionarios le informaron que a Harold lo tenían acostado en una sala enrejada, todavía esposado, pero que dada su gravedad sería trasladado a terapia intensiva.
El preso moría poco después de la una de la tarde. El día anterior, viernes 11, Rosario Parra, la madre de Harold Brito, había interpelado al jefe de la Prisión Provincial de Las Tunas, dada la gravedad de su hijo, según dijo a DIARIO DE CUBA.
«Dónde usted se va a meter si mi hijo se muere», preguntó la mujer al carcelero.
«En ningún lugar, porque voy a ordenar que lo lleven para el hospital ahora mismo», le había respondido el director del penal. Pero el «ahora mismo» se prolongó hasta la madrugada del sábado.
En la madrugada de este domingo, Rosario Parra arremetía en la funeraria de Puerto Padre contra los miembros de la policía política, que no conseguían hacerse pasar por dolientes, mientras, alejados, los oficiales dirigían el operativo fúnebre.
«¿Usted es de la Seguridad del Estado?», preguntó la madre del difunto preso al mayor Rogelio Oliva, segundo jefe de esa institución en Puerto Padre, sentado en un banco frente a la funeraria.
«Sí, señora, déjeme explicarle…», intentó decir el mayor.
«No me explique nada. Ustedes mataron a mi hijo y se me van de aquí ahora mismo», cortó iracunda Parra.
El oficial y sus acompañantes se retiraron de la funeraria. No así sus colaboradores, quienes mezclados con los dolientes prosiguieron la observación.
«Lo dejaron morir, ellos lo dejaron morir», repetía entre sollozos la mujer.
Enfermo de tuberculosis y con problemas psiquiátricos
Yolanda Fonseca, madre del reo Pablo Yadiel Martínez, visitó junto a otros familiares la prisión provincial el viernes. «Es cierto, eso es público, todos lo vimos. Harold se encontraba totalmente desequilibrado. No me explico cómo tenían allí a una persona enferma», dijo a DIARIO DE CUBA.
«¿Por qué ocurrió esto?», preguntó este corresponsal al teniente coronel Aguilar Hernández, de la jefatura provincial del Ministerio del Interior en Las Tunas.
«Se está investigando, pero él no estaba sin asistencia médica, la prisión cuenta con su sistema de salud», respondió el oficial.
Harold Brito Parra sufría tuberculosis y tenía un precario estado psíquico, según revelan las radiografías y la historia clínica en poder de Rosario Parra. No obstante, permanecía en prisión como un recluso más.
Parra dijo a DIARIO DE CUBA que, según le confirmaron reclusos presos junto a su hijo, el pasado jueves llegó hasta la celda un médico. «Harold, vamos para que te vea el psiquiatra», dijo un carcelero. «No, mándele el psiquiatra a Fidel Castro», contestó el reo, tras lo cual, sin más, el médico se marchó.
Hasta la fecha, salvo lo dicho por una forense y un investigador en la morgue a pedido de Herseld, el hermano de Harold, las autoridades no han dado explicaciones a los familiares sobre la muerte del preso.
Ante la reticencia de los empleados del Hospital Guevara, el padre de Harold Brito pidió a la doctora Bravo, del Ministerio de Salud Pública, en La Habana, conseguir información. «Me dijeron que había envenenado con pastillas y un líquido. ¿Cómo con pastillas? ¿Cómo un preso tiene acceso a pastillas en la cárcel?», dijo a este reportero Antonio Brito, encolerizado.
El testamento de un «chico malo»
En 12 hojas de una libreta escolar, con tinta roja, el 26 de enero de este año Harold Brito escribió lo que hoy puede considerarse su testamento. Lo recibió este corresponsal de manos de Rosario Parra, apenas unos días antes de la muerte de su hijo.
«Nos encarcelan, nos desaparecen, nos humillan, nos ultrajan, y pienso que no hay palabras para explicar tanto crimen. Las naciones, los gobiernos y toda la humanidad de la tierra nada hacen para acabar con tanto dolor y tanto sufrimiento», dijo Harold en la hoja número dos su libreta.
Daniel, un amigo de la infancia de Harold y su compañero de cautiverio declaró a DIARIO DE CUBA: «En el año 1994, a las 4:00 de una madrugada, nos detuvieron; a las 2:00 de la tarde nos condenaron a cuatro años por índice de peligrosidad, y ya a las 6:00 estábamos en celdas de castigo en la prisión provincial. Allí tenían a los presos marchando y coreando ‘1, 2, 3, aplasta al yanqui’, y nosotros dijimos que ni marchábamos ni aplastábamos a nadie».
Pero en realidad, el Vía Crucis de Harold comenzó mucho antes, cuando sólo tenía 13 años y, tenido como chico malo por bailar, cantar y tener hábitos afines al rock, la policía política le acusó de «diversionismo ideológico», llegando a filmarlo en un video. De ahí en adelante, las condenas por desacato, desobediencia, resistencia, atentado e índice de peligrosidad llovieron, imputándosele al final un robo con violencia.
«Por favor, que alguien en la tierra, después de saber esta, mi situación, interceda para no morir gota a gota, tal como se lo propone la dictadura castrista», dijo Harold en el último párrafo de su libreta.
En noviembre de 2010, Rosario Parra presentó a la opositora Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional y al Arzobispado de La Habana denuncias de la situación de su hijo.
«Harold Brito Parra, dossier de su cautiverio», se titulaba el voluminoso expediente. Antes, se había dirigido a la Fiscalía General de la República, al Tribunal Supremo y al Consejo de Estado. La retórica legal y política habría primado en las respuestas.
Tres semanas antes de morir su hijo, Rosario Parra llamó al Arzobispado. «Su caso fue tramitado, pero su libertad no depende de la Iglesia, esa es una potestad del gobierno», le dijo el portavoz Orlando Márquez, según relató la mujer a DIARIO DE CUBA.
Última escena
Toda la mañana de este domingo en Puerto Padre se mantuvo una llovizna pertinaz. La funeraria estaba colmada de amigos y enemigos de Harold Brito.
«Decía mi padre que cuando alguien muere y llueve es signo de que Dios acoge su alma», recordó Rosario Parra.
Alejado de la funeraria y, en medio de su operativo, el teniente coronel Juan Peña, jefe de la Contrainteligencia en el territorio norte de Las Tunas había dicho a la mujer: «Nosotros no estamos aquí por su hijo, sino porque la contrarrevolución quiere utilizar a su hijo para provocar disturbios, pero si nuestra presencia en el velorio de su hijo le ha provocado malestar, le pedimos disculpas».
Luego, volviéndose a este corresponsal, el teniente coronel afirmó: «Sabemos que usted está aquí para su denuncia, que sacará en su reportaje sus propias conclusiones».
Contrario a lo afirmado por el oficial de la policía política, este reportero dejará al lector que saque sus propias conclusiones. Pero primero, la última escena del funeral.
Asombrosamente, tras todo un día lluvioso, cuando bajaban el cadáver de Harold Brito al sepulcro salió el sol y, cuando Nena Balmaceda, la encargada de despedir el duelo, dijo «ahora eres libre, de ti brotarán retoños», refiriéndose a la hija del preso fallecido, presente en el entierro, dos de los informantes de la policía política apartaron la vista de la oradora, se miraron entre sí.
Al cierre de este reporte, DIARIO DE CUBA recibió información sobre la preocupación de los carceleros en el penal provincial de Las Tunas. El deceso de Harold pesa como rueda de molino. Ojalá no falten más por morir.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".