The last of Michael least

En: Culturales

3 Abr 2010

Para colmo, Capitalism: A Love Story peca de traer por los pelos su trama: en el documental no hay trauma tragable, al menos en el trópico. La decadencia de su Cupido post-Cuppy no es más que pura capitalofobia, complicada con rashes jazzísticos de La Internacional. Michael Moore se erige en cantor de un Mío Cid contra la demacrada democracia Made in USA, y en este film él patentiza que la palabra perfecta para su paladar es Socialism, acaso por aquello de “que es fácil ser el número uno cuando no tienes competencia” (las citas son de él).



moorelunes 29 de marzo de 2010

THE LAST OF MICHAEL LEAST

SOCIALISM: A LOVE STORY

Orlando Luis Pardo Lazo

Michael Moore es un periodista con suerte. Navega a contracorriente y gana millones con sus manipulaciones mediáticas anti-sistema. Su prosa de comentarista apenas parece norteamericana: es un apátrida que nadie patea al pasear y un intelectual jodedor a la par que un inversionista nada ingenuo. Está gordo y feo y usa una gorrita de borracho o imbécil, pero en el American Way of Lift eso implica que para subir ha empleado a fondo su ingenio.

Michael Moore es un periodista cuyos Audiovisuales Completos se han proyectado del pí al pá por la televisión cubana (ningún joven realizador local ha logrado ese récord). Y la semana pasada le tocó el turno a la premier nacional de Capitalism: A Love Story.

Por más que lo intento, nunca logro perderme los panfletos fílmicos de este autor. Son geniales de tan groseros. Son un indicio de la idiotez ideológica que bien podría comerse por una pata a su imperialista país. Pero, paradójicamente, son también la mayor defensa de la democracia tan demonizada en ese “absurdo Primer Mundo” a su vez tan demonizado aquí.

Por alguna angustiosa o anexionista razón, el EUAngelio según Michael Moore siempre me deja con ganas de habitar una nación donde sea posible criticar así, sin que oponerse oportunistamente a la voz del Estado sea causa de cárcel o crimen a costa del criticador.

Y es que hay muchísima libertad residual a la hora de interpretar entrelíneas a Mr. Michael Moore. Sus detalladas descripciones de defectos traídos por los pelos son una minucia para nuestro humor negro entrenado en totalitarismos y tonfas. Sus quejas quijotescas ya no causan ni cosquillas en Cuba: con las décadas, nos hemos acostumbrado a que las cosas son como son, y es preferible no revolver demasiado la mierda delante del ventilador, mucho menos delante del micrófono y la cámara digital (el silencio es ahora nuestro salvoconducto).

Tras medio siglo o medio milenio de incultura del diálogo, los cubanos hemos matado a ese mini Michael Moore que alguna vez todos llevamos por dentro. El guión de sus jugarretas nos sabe a payasada de performer que muy pronto terminaría preso de este lado del paraíso politcial. Su obsesión de meter sus obesos dedos en la llaga nos resulta un tanto obscena (técnicamente, tonta). Como ciudadanos paraciviles, se nos hace inverosímil que un hombre se gane la vida haciendo leña del árbol si no caído ya a punto de caer.

Para colmo, Capitalism: A Love Story peca de traer por los pelos su trama: en el documental no hay trauma tragable, al menos en el trópico. La decadencia de su Cupido post-Cuppy no es más que pura capitalofobia, complicada con rashes jazzísticos de La Internacional. Michael Moore se erige en cantor de un Mío Cid contra la demacrada democracia Made in USA, y en este film él patentiza que la palabra perfecta para su paladar es Socialism, acaso por aquello de “que es fácil ser el número uno cuando no tienes competencia” (las citas son de él).

No sin un tufillo apocalíptico de 2012, nuestro Estúpido Hombre Blanco en la Mesa Redonda (donde se transmitió dos veces en un día esta obra) abusa de la confianza de obreros, gendarmes, gerentes, sacerdotes y gente dolida al punto del resentimiento, así como apabulla la crasa credulidad de sus espectadores tercermundistamente desinformados (excluidos los cubanos, por supuesto, que lo tildan de cheo y tecoso: aún no logro entrevistar a un vecino que viera completa la primera hora).

Pero justo esa libertad de acción y creación es el ejemplo más peligroso de cómo hay que hacer para provocar al poder, jalándole jirones a la justicia, mordiendo sus márgenes, escandalizando en público de cara a la eternidad o internet: toda una leonina lección para la blogosfera cubana más intranquila (“me niego a vivir en un país así, y yo no me voy a ir”, Michael Moore dixit).

Por lo demás, tampoco es nada nuevo en aquel otro mundo (Woody Allen le saca noventa millas de ventaja a la hora de ser cáustico). Odio a los ciclos eleccionistas. Rumiar las ruinas del reino. Vender el dolor ajeno como sinónimo de sinceridad. Flirtear con la flatulenta falta de fe que le da por culo al siglo XXI en pleno. Putear presidentes a cambio de ciertas patrañas de predicador (a ratos oscurantismos de casino o bolera). Un retoque hollywoodense de Teoría de la Conspiración y un esputo a la plutocracia a nombre de la primera o la póstuma Enmienda de la Constitución. Montajes paralelos proselitistas. Ojeriza del tipo ojo-de-camello contra los ricos. Izquierdismo infantil en fase no tan incipiente como insipiente. Y un etcétera populista que culmina con la calumnia de que “el capitalismo es un mal y no se puede regular el mal: hay que sustituirlo por otra cosa, por la democracia…” (sin especificar adjetivos).

Esos mismos componentes michaelmooreanos son los cartuchos con los que la escritura cubana no sabe remar a contracontexto (menos aún rematar a contratexto). Esas mismas balas de bilis son las que nuestros autores rehuyen para no verse como apestados de cara a la institucionalidad.

Claro, con tal de desmentir mi “mercenarismo” in-the-pendiente, es posible que algún Varela burdo o un ubicuo Ubieta se sacrifiquen ante la pantalla para teclear una reseña filocubana de Capitalism: A Love Story. Ni se tiren, por favor, que se estrallan contra mi estilo estrella: si no se han dado cuenta, esta reseña con saña supura cubanofilia por sus doce apóstatas párrafos.

Publicado por Orlando Luis Pardo Lazo en 22:50
Etiquetas: 2012, Capitalism, Estúpidos Hombres Blancos, Love Story, Mesa Redonda, Michael Moore, Socialism, Stupid White Men
9 comentarios:

Enviar Comentarios

    

Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

Damas de Blanco Nobel
  • mjh: Hmm is anyone else having problems with the imaages on this blog loading? I'm tryinjg to determine [...]
  • grx: My brother recommended I mmay like thiss blog. He wwas totyally right. This post acfually madee my [...]
  • gmf: I blog often and I truly appreciatge yyour content. Thiss great articxle has truly peaked myy inter [...]
  • zzf: Right hee iis the perfect site ffor everyone whho wouild like too understand this topic. Youu unde [...]
  • lda: I really luke what yoou gugs are upp too. This type oof clver woork and coverage! Keeep uup thhe gr [...]

Contador