En: Opinión
18 Nov 2010El tiempo, que es honrado y no deja de pasar, le viene a dar la razón a quienes vieron una decisión unilateral del gobierno de Cuba en lo que se quiso presentar, en el verano pasado, como un acuerdo con la Iglesia y España para poner en libertad a los prisioneros políticos que permanecían en las cárceles de la Isla desde la llamada Primavera negra del 2003.
Realidades cubanas de actualidad.
Discurso personal con ayudantías
Por: Raul Rivero
Noviembre de 2010
El tiempo, que es honrado y no deja de pasar, le viene a dar la razón a quienes vieron una decisión unilateral del gobierno de Cuba en lo que se quiso presentar, en el verano pasado, como un acuerdo con la Iglesia y España para poner en libertad a los prisioneros políticos que permanecían en las cárceles de la Isla desde la llamada Primavera negra del 2003.
Es verdad que han salido deportados hacia Europa 39 de aquellos hombres y decenas de personas de sus familias, pero el plazo anunciado inicialmente se venció esta semana y 13 de los opositores pacíficos siguen en sus celdas como si el pacto, anunciado y comentado en la prensa durante meses, no tuviera que ver con ellos y sus vidas.
La salida de los presos se recibió con alegría y respeto dentro de la oposición interna y en el exilio. Lo que deja al descubierto la esencia de la operación es que el gobierno se niegue a abrir los candados de las celdas de un grupo de cubanos que, después de siete años en las galeras, el hambre y el peligro, quieren regresar libres a sus casas y se niegan a viajar al extranjero.
El acuerdo original establecía unos límites de tiempo para las liberaciones. Y se ve que quienes no quieren salir de Cuba –disposición recibida también respetuosamente– han dejado clavados en sus posiciones de auxiliares a la Iglesia y a España porque, en vez de negociar con su socio principal las fechas de la libertad de los presos, están obligados, ante los reclamos de las Damas de Blanco, a pedir paciencia, fe y esperanza.
Dicen los que saben de estos asuntos que no hubo nunca una intención del gobierno de reconocer la torpeza y el crimen de condenar a hombres inocentes hasta a 28 años de cárcel por trabajar con decencia por sus ideas.
La puesta en marcha del supuesto acuerdo y las deportaciones se debieron a que la muerte de Orlando Zapata en una huelga de hambre en una celda, las manifestaciones públicas (los acosos, las golpizas) de las Damas de Blanco, el ayuno prolongado del periodista Guillermo Fariñas, y la posición de firmeza de los prisioneros, le indicaron al grupo de poder que debía buscar una vía que los sacara del centro de las críticas de los medios de prensa y de los organismos internacionales de derechos humanos.
Todo eso en un mar de marabú, en medio de una economía devastada y bajo un desconcierto ideológico en el que Lenin se parece cada día más a Hugo Chávez.
Como se ha dicho que el gesto original fue dictado por una necesidad del gobierno, ahora pueden, sin contar con nadie, alargar las fechas de liberación de los presos para presionarlos y forzar a sus familias para que acepten salir de Cuba, y no puedan regresar a sus casas, a sus barrios, a sus pueblos.
Se sabe que no están bien de salud Arnaldo Ramos Lauzerique, Félix Navarro y Pedro Argüelles Morán. Me quedo con este mensaje que envió desde la cárcel hace unas horas, otro de los 13, Angel Moya Acosta: «Mi espíritu es el mismo, es de alegría porque estoy preso por luchar por la dignidad y el derecho del pueblo de Cuba, porque no soy un asesino, ni un terrorista, ni un delincuente, ni un ladrón. Estoy preparado desde el punto de vista físico, moral y espiritual».
————————————————————- o ———————————————————–
“Descentralización” de la responsabilidad
Noviembre 17 de 2010
Miriam Celaya
Blog, Sin EVAsion
La primera vez que me engañes, será culpa tuya;
la segunda vez, será culpa mía
(Proverbio árabe)
Una de las habilidades que desarrollamos los cubanos de la Isla ante la insistente capacidad de los dirigentes para “hablar sin decir”, es descifrar posturas e intenciones oficiales, no por lo que se expresa, sino –al contrario– por lo que no se dice. La más reciente muestra de esto se refleja en el folleto sobre los lineamientos que deberán aprobarse –que no “discutirse” – durante el VI Congreso del PCC en abril de 2011; un documento que, cantinfladas y eufemismos aparte, no deja de ser interesante al resumir de manera implícita en solo 32 páginas el evidente fracaso del modelo socialista impuesto a lo largo de 50 años. Finalmente, aunque no sea eso lo que se propone, coloca las cosas en perspectiva al menos en un tema raigal: el país está económicamente devastado.
Por supuesto, dicho resumen no incluye un reconocimiento oficial del chasco nacional, ni muchísimo menos implica la aceptación de alguna responsabilidad gubernamental por la crítica situación socioeconómica actual de Cuba. Reconocer semejante descalabro equivaldría forzosamente a la renuncia del Presidente, del Buró Político y del Comité Central en pleno, incluidos la totalidad de sus muñecones de comparsa (que no son pocos); algo impensable puesto que de lo que va toda esta opereta es, justamente, de tratar de retener el poder a toda costa, aun al precio (¡Ay!) de introducir algunos mínimos cambios.
Es más fácil, entonces, pasar la papa caliente de la culpa a otros que, por lo que sugiere el Proyecto de Lineamientos del VI Congreso del PCC, podrían ser lo mismo los ministerios de Economía y Planificación, de Finanzas y Precios, del Trabajo y Seguridad Social, que quién sabe si algún otro chivo expiatorio. Sustituir los muñecones, en fin, que siempre son sacrificables y nadie los va a extrañar; en definitiva aquí todos los funcionarios de diferentes rangos se fabrican por troqueles, son simples ventrílocuos y vienen con el rótulo de “desechables”. Si alguien lo duda, solo tienen que recordar a Lage, Pérez Roque y Soberón, para mencionar algunos de los más recientemente sacados del carnaval. Y es que, si bien el régimen durante décadas ha centralizado todo el poder y ha hecho alarde de control sobre vida y hacienda, siempre ha mostrado verdadera pericia en aplicar la “descentralización” de la responsabilidad ante los fracasos.
Nadie se explica de qué discreta manera se pudieron cometer tantas pifias económicas y financieras durante tan largo tiempo burlando los supuestamente eficientes controles del gobierno; yo al menos no me lo creo. Tampoco existen garantías de que sean irrepetibles los innumerables errores cometidos durante medio siglo: a fin de cuentas, aunque cambien los funcionarios de turno, las reglas y los árbitros de este juego siguen siendo los mismos. Y como la crisis es sistémica, abarca todas las esferas de la vida nacional y –ella sí– tiene carácter irreversible, no existen garantías de que “ahora sí” las cosas van a ser distintas para mejor. Las crisis sociales no se superan con congresos, pero esto es algo que, estoy segura, conocen los señores hacendados, así que sospecho alguna conjura escondida tras las aparentes y mal enunciadas buenas intenciones del gobierno con la súbita celebración de una reunión que tiene nada menos que ocho años de retraso, de un ¿partido político? que harto ha demostrado su ineptitud para gobernar. Por cierto, según como yo lo veo, el PCC, –tal como ocurre con la revolución–, en realidad no existe, salvo que estemos llamando “partido político” a un inmenso rebañoincapaz de tomar decisiones, designado para pagar una cuota mensual y, encima, aplaudir las ocurrencias y órdenes de los Geróncratas en Jefe.
Hace poco el Supremo Orate declaraba a la prensa internacional que si había un responsable de la persecución a los homosexuales en las décadas de los 60’ y 70’ del pasado siglo en Cuba, ese era él. Pero esa insólita, casi póstuma revelación, no puede clasificar siquiera como arrepentimiento debido a que no vino acompañada de las correspondientes disculpas por la enorme cuota de sufrimiento que trajo consigo la política abiertamente homofóbica de la “revolución”. Más que un mea culpa, aquella fue la expresión abierta y cínica de una fanfarronada que casi equivalía a decir: “Sí, fui yo, yo lo hice… ¿Y qué?”. Ese es el espíritu esencial de la dictadura que se revela también ahora, cuando se propone “renovar el modelo” sin antes admitir el fracaso de un experimento que ha costado a varias generaciones de cubanos tantos desgarramientos y miserias. ¿Acaso tendría sentido renovar lo que no funciona?
Hoy, pese a la insuficiencia de las “reformas” que propone, la casta geriátrica sabe que se juega una carta precaria en su desenfrenada apuesta por más tiempo en el poder y piden a los cubanos un nuevo voto de fe ciega. ¿Cuántos estarán dispuestos a apostar por ellos?
————————————————————- o ——————————————————
¿Tal vez el principio del fin?
Miguel Iturria Savon
Blog, Ancla Insular
Anoche, mientras esperaba al meteorólogo que ofrece el parte del tiempo en el Noticiero Nacional de la Televisión, escuché el Llamamiento del General Castro al pueblo de Cuba para que se sume al análisis de los Lineamientos sociales y económicos que aprobará en abril del 2011 el Congreso del Partido Comunista.
Ya había olvidado al Partido Único y sus congresos quinquenales, pero recordé aquel Llamamiento de 1992, cuando se les pidió a la población que opinara, las gentes dijo muchas cosas y los hombres del poder doblaron la pagina. Otra vez la misma película, como el “debate” del año pasado para subir la edad de jubilacion y meses después anuncia el despido de un millón de trabajadores, con el “visto bueno” del Partido y de la Central Obrera controlada por este.
Como no es posible entender la cronología de absurdos e improvisaciones de quienes dirigen al país como si fuera un regimiento de caballería, apagué la tele y olvidé el parte meteorológico. ¿Qué sentido tiene saber de la lluvia, el frío o los ciclones si el huracán es desatado por los gurús del Palacio?
Ni pensando en H. G. Welles y su Máquina del tiempo es posible entender a estos dioses rotos que perdieron el rumbo, escriben llamamientos y sacan de las gavetas los congresos relegados para retocar las desgarraduras nacionales. Si el bulldog del castrismo leyera El hombre invisible, El alimento de los dioses, La puerta en el muro y otras obras de Welles activaría la imaginación y nos ahorraría el cuentecito sobre el papel Partido, sus congresos y lineamientos rectores.
Tal vez el general cubano, como el citado Welles con sus fantasías, sepa que los sueños de dominación no tienen asidero en la realidad. Ni las revoluciones son eternas ni las personas pueden creer en un modelo social que demora las transformaciones y trasmuta sus fracasos en pesadillas inacabables.
Los congresos del Partido Comunista de Cuba, reorganizado en 1965 y reconocido por la Constitución Socialista de 1976 como la “fuerza dirigente superior de la sociedad y el estado”, continuaron la ortodoxia política trazada por Lenin, fundador de la antigua Unión Soviética, a cuyo carril estuvimos afiliados durante tres décadas. Al desaparecer aquella fuente de recursos y orientaciones la nave insular quedó a merced de los vientos. El ciclo quinquenal fue interrumpido, desde 1990 se celebra o pospone según convenga a los hermanos Castro, secretarios en jefes.
Ahora, después de una década de posposiciones, las aguas del molino totalitario retoman los afluentes del Partido. Sobran los porqués y para qué pues la dictadura conoce sus mascaras. Si necesita recobrar la brújula de los congresos partidarios impondrán lineamientos y orientaciones. Creo, sin embargo, que no vale la pena desgastarse en discusiones inútiles. Para abrir las puertas del muro hay que convocar a todas las fuerzas del escenario nacional y normalizar la vida del país.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".