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3 Oct 2010Durante la etapa en que existió profesionalismo, el béisbol cubano fue la segunda potencia beisbolera del mundo, sólo detrás de Estados Unidos, y de manera simultánea era el mejor del universo a nivel amateur. Y como testigo están recogidos en los libros de la historia los títulos profesionales y amateurs alcanzados por Cuba antes de 1961.
LA ESQUINA CALIENTE
¿Qué se debe hacer en la pelota cubana?
Por MARINO MARTINEZ PERAZA
mmartinez@elnuevoherald.com
Si a lo largo de la historia de Cuba, se puede mencionar una actividad que siempre llenó de orgullo a toda la nación, esa fue el béisbol.
Desde las épocas de José de la Caridad Méndez, Adolfo Luque, Martín Dihigo y Orestes Miñoso, hasta llegar a las etapas de Manuel Alarcón, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares y Kendry Morales.
El béisbol se convirtió en una pasión de casi todos los cubanos desde la segunda mitad del siglo XIX al pasar a ser un símbolo de identidad anticolonial, representado por el patriota Emilio Sabourín.
Durante la etapa en que existió profesionalismo, el béisbol cubano fue la segunda potencia beisbolera del mundo, sólo detrás de Estados Unidos, y de manera simultánea era el mejor del universo a nivel amateur. Y como testigo están recogidos en los libros de la historia los títulos profesionales y amateurs alcanzados por Cuba antes de 1961.
Después de la eliminación del profesionalismo, el béisbol cubano enfrentó en la década de los sesenta lo que parecía ser el reto más alto de su historia: sobrevivir con buena salud la eliminación de la popular y fuerte Liga Invernal Cubana.
Gracias al entusiasmo de los aficionados y al talento de nuevos jugadores, la pelota se mantuvo como el principal espectáculo nacional.
Durante los años sesenta y ochenta, Cuba conservó la supremacía en el escenario amateur internacional, mientras los mejores jugadores de otras potencias mundiales pasaban a integrar los circuitos profesionales.
Una larga cadena de victorias, algunas fáciles, otras sensacionales y varias reñidas, hicieron creer a las nuevas generaciones de que la pelota cubana era la mejor del mundo, sin tomar en cuenta el desarrollo que cogía en otros países en el campo profesional.
En la década del noventa comenzaron a cambiar muchas cosas, y en Cuba, el béisbol no fue una excepción.
Muchos jugadores cubanos decidieron arriesgarlo todo para probar suerte, con más o menos éxito en el béisbol profesional, y los peloteros rentados comenzaron a participar en los eventos de la Federación Internacional.
El siglo XXI sorprende al béisbol cubano con un nuevo escenario, y a la vez complejo.
En el ámbito internacional, rivales más difíciles. En la propia casa, estrellas que por diferentes razones han pasado al retiro o al exilio sin encontrar sustitutos con un mismo nivel.
En estos momentos y con relación a cualquier otra etapa de su historia, el béisbol cubano padece una crisis grave. En el campo internacional sufre una sequía de títulos en eventos de primer orden que supera los tres años. Dentro de la isla, la calidad del espectáculo ha decaido y ha mermado el interés de los aficionados. Los estadios vacíos fueron un triste espectáculo durante los últimos torneos del pasatiempo nacional.
Lo que siempre había sido pasión de multitudes en la isla, sólo arrastaba al público en las series finales del torneo nacional donde actúan los mejores conjuntos de la temporada regular en busca del título.
Por diferentes circunstancias ha sido muy difícil que la mayoría de los cubanos acepten la realidad palpable de que ya la pelota no es la misma en la isla. Al menos, tendremos que esperar para que regrese a sus mejores días, siempre que se den los pasos positivos para salir de la actual crísis.
Las lagunas y carencias son cada día más visibles y considero que es necesario que se haga un análisis profundo de las causas y circunstancias del actual retraso y que se tenga el valor necesario para emprender los cambios que se requieren para devolverle la vida y el esplendor al béisbol.
Lo primero que se requiere es abandonar el sentimentalismo con la llamada supremacía de décadas pasadas y romper con los falsos esquemas que separan a los peloteros cubanos del fogueo y la experiencia que reportan la participación en las mejores ligas del mundo y muy en especial, dejar de tratar como traidores o desertores a los peloteros que se atreven a buscar en otros rincones las oportunidades de desarrollo económico y éxito profesional que se les niega en su propia patria.
Algunas cosas importantes se han demostrado durante la celebración de los dos Clásicos Mundiales de Béisbol. Entre ellos, la distancia que separa a los peloteros cubanos de los avances técnicos de este deporte.
El talento natural del pelotero cubano está ahí y nadie se lo puede quitar.
En Cuba se levanta una piedra y debajo de ella sale una futura estrella del deporte de las bolas y los strikes. Así fue antes y después de 1961.
Pero con talento natural y entrega no es suficiente para superar a las mejores estrellas de las Mayores.
También se ha comprobado que se puede ser una luminaria de Grandes Ligas y multimillonario, y a la vez ser un orgulloso defensor de la bandera nacional en competencias internacionales.
Hasta hoy, ha costado mucho trabajo reconocer las deficiencias y cambiar lo que debe ser cambiado en el béisbol, por eso es difícil imaginar que en corto plazo lleguen esas transformaciones necesarias para ubicar a Cuba en el lugar que siempre estuvo en otras etapas y que merece estar por la calidad de sus peloteros.
El gobierno cubano debe reconocer con orgullo y respeto los éxitos de sus peloteros en otros rincones del planeta y abrirles las puertas del país sin condiciones, además de permitir la actuación de los jugadores en otras ligas de verdadero nivel.
Si se encuentran los mecanismos para mejorar la calidad de las Series Nacionales, se crean las condiciones para el desarrollo beisbolero desde etapas escolares y se permite la remuneración material de sus atletas, serían pasos decisivos para alcanzar lo que todos deseamos.
El reto actual que tiene el béisbol cubano es mucho más complejo que el asumido en cualquier otra etapa.
La solución urgente se encuentra en hacer los cambios necesarios para avanzar y renovar sus grandezas de más de un siglo. De lo contrario, sería caer en un abismo que pudiera convertir dichas glorias en recuerdos de un pasado que cada día se hace más lejano.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".