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10 Mar 2010Algo patético, nada poético, ocurre en un hospital habanero. A un prisionero de conciencia, Ariel Sigler Amaya, lentamente, lo están asesinando. Es obvio, a un hombre totalmente sano, fuerte, no le entra un coctel de enfermedades de un solo golpe. El primer puntillazo lo sintió hace unos 18 meses. Una polineuropatía sentó al boxeador en el medio del cuadrilátero para un conteo del que no ha podido levantarse.
Fotos: Ariel Sigler Amaya, antes de entrar en la carcel(2003) y ahora.
Para que no asesinen a Ariel
Pablo Rodríguez Carvajal
Me quedé estático al ver el asombro de mi -a veces- escandalosa hermana. Estaba acostumbrada a ver una montaña de papeles en mi escritorio; libros cubriendo la mayor parte de la cama; pero hasta ese día no se había percatado de que su hermano leía el periódico hoja por hoja, en vez de continuar el artículo que empezara en la hoja que estuviera. Por supuesto, me refiero a la prensa plana previa a la era del Internet. Y fue así que tomé conciencia de que aquel proceder mío, como el de llevar la lectura de varios libros a la vez, era, o es, algo anormal.
Aviso, más bien alerta: No pienso para esta nota evocar al sevillano Bécquer, al bonaerense Borges ni al también sevillano Machado. Si lo que busca es bonita prosa que por vía de sus ojos acaricie su corazón, vaya a uno de esos medios de «comunicación» que dice lo que en moda esté para satisfacerlo a usted.
Algo patético, nada poético, ocurre en un hospital habanero. A un prisionero de conciencia, Ariel Sigler Amaya, lentamente, lo están asesinando. Es obvio, a un hombre totalmente sano, fuerte, no le entra un coctel de enfermedades de un solo golpe. El primer puntillazo lo sintió hace unos 18 meses. Una polineuropatía sentó al boxeador en el medio del cuadrilátero para un conteo del que no ha podido levantarse.
Ariel, hasta la fecha, no ha abrazado la huelga de hambre como método de lucha en la prisión (y en la condición que está, ojalá no se le ocurra). Entonces, ¿cómo exterminarlo? El cómo, lo estamos viendo, lo que está bien oscuro es el porqué. Resulta que esa banda de frustrados (no sé si sexuales o qué) que quiere mantener el control absoluto en Cuba no puede resistir que algo, al parecer insignificante, se le vaya de la mano.
Cuando Miguel Sigler Amaya salió con su esposa Josefa López Peña, e hijos, al exilio, los sicarios pensaron que, como sucede en la mayoría de los casos, la pareja se iba a quedar callada, por tener otros dos miembros de la familia de rehenes en las prisiones castristas: Ariel y Guido Sigler Amaya. Pero no fue así.
Esa opción jamás hubiese sido aceptada por la hoy difunta Gloria Amaya, madre de los Sigler, ni por los hermanos en prisión ni por un larguísimo número de miembros de esa familia que lucha en favor de los derechos humanos. Y le tocó a Ariel, el más fuerte de los dos. El boxeador. El mismo que hasta hace unos 18 meses cada vez que preguntaba por él me decían: «No te preocupes por Ariel, es un tronco”.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la forma de leer un periódico? Veamos. No es necesario centrarse en el mal de una sola persona, ni el hecho noticioso de última hora, ni dejarse llevar por noticiarios que van «donde pique el peje» a pescarlo a usted. Su cerebro tiene capacidad, sin que sea poseedor de un alto cociente intelectual, para estar atento a muchísimos de esos hechos noticiosos y a la misma vez denunciar a voz en cuello lo que le están haciendo a Ariel, no tiene que esperar a que lo maten para entonces reaccionar.
Si Ariel Sigler Amaya muere a manos de esos asesinos, y hasta ahora no hay un farito que indique un desenlace diferente, quien nada haya hecho por evitarlo reaccionará, aun más que los demás, pero sin duda tendrá una gran dosis de culpabilidad.
Ahora leeré una poesía de Bécquer, Borges o Machado; apagaré la luz, y aunque sea por pocas horas, cerraré mis ojos con la certeza de haber intentado rendir mejor labor que ayer en pos de mi sueño: la libertad de Cuba; y mañana, intentaré hacerlo mejor que hoy.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".