Papa Estado

En: Opinión

12 Nov 2010

Los cubanos que viven en Cuba, muchos, están acostumbrados a que todo se lo «den». No son los únicos culpables de esa actitud: llevan cincuenta y un años (casi cincuenta y dos), metidos en una marasma que les ha hecho creer que es así: que papá Estado les «da» todo lo que reciben. Además, que están en deuda con ese Estado-Gobierno que les ha «dado» cosas que podrían perder en un cambio político. Por esa razón, y por otras, durante muchas décadas se ha guardado silencio: una especie de autocensura. Y, en algún momento, casi era verdad.



Papa Estado


Desde Madrid


Por: Grace Piney.



Noviembre de 2010


Los cubanos que viven en Cuba, muchos, están acostumbrados a que todo se lo «den». No son los únicos culpables de esa actitud: llevan cincuenta y un años (casi cincuenta y dos), metidos en una marasma que les ha hecho creer que es así: que papá Estado les «da» todo lo que reciben. Además, que están en deuda con ese Estado-Gobierno que les ha «dado» cosas que podrían perder en un cambio político. Por esa razón, y por otras, durante muchas décadas se ha guardado silencio: una especie de autocensura. Y, en algún momento, casi era verdad.

Ahora, ya no todos los cubanos, ni son mayoría los que sí, siguen creyendo en la bondad de ese Gobierno pero, desgraciadamente, muchos arrastran la tara de que les «den».

Durante todo el tiempo en el que el Gobierno cubano recibía los fondos de los países exsocialistas los precios a los que los cubanos adquirían los productos de primera necesidad eran asequibles. Sabemos que hablamos de productos siempre racionados y mínimos pero suficientes como para que no murieran de inanición y vistieran y calzaran mínimamente (en los últimos años ya ni eso): La política que en la práctica ha sido de supervivencia. Los cubanos, por tanto, se acostumbraron a sobrevivir.

El Gobierno cubano se ha hartado de hablar de igualdad de condiciones. Esto no sólo es una falacia sino que es un imposible y un indeseable: Las personas no sólo somos diferentes, nuestras circunstancias lo son, sino que también queremos serlo: nadie quiere parecerse a nadie; cada quien quiere y necesita su individualidad y aunque no la deseara: la tiene. Además, es un imponderable que se alinea con el derecho a la dignidad de las personas.

En esa época en la que en Cuba se recibían los subsidios socialistas, se vendían juguetes (una vez al año: el día del niño) rusos y chinos (de buena calidad valga apuntarlo), había muchas familias que no podían comprar los juguetes de sus hijos y que vendían sus cupones porque necesitaban el dinero para comprar comida y para cubrir otras necesidades. Esos niños, entonces, como los de los países más subdesarrollados, jugaban con piedras, palos y latas… mientras otros estrenaban bicicletas, patines y muñecas de pelos brillantes. Esto no me lo ha contado nadie: lo he visto; mis padres compraban todos los cupones que les vendían y yo tenía todos los juguetes que existían… ¡que luego compartía con los mismos niños cuyos cupones habían comprado mis juguetes (pero los juguetes seguían siendo míos y esos niños no tenían la ilusión de un juguete nuevo)!

Al extinguirse el «campo socialista», papá Estado tuvo que aceptar, a regañadientes, inversiones extranjeras en Cuba, legalizar la tenencia de dólares (¡por lo que habían sido condenadas a cárcel muchas personas con anterioridad!) y se abrió la otra brecha para que los cubanos continuaran creyendo que les tienen que «dar»: el envío de remesas por parte de las familias que viven en el extranjero. Son muchas las familias que viven en Cuba gracias a la «ayuda» de sus familiares en el extranjero. Son muchas también las familias que viven en el extranjero que reciben listas de pedidos que incluyen el último iphone, el mp10 no inventado, las zapatillas super Adidas y los jeans de pitillo marca Levis… «pero de los que tienen el membrete en grande y arriba» (más de una familia cuando recibe estas listas no sabe ni de qué les hablan pero los cubanos que viven en la Isla saben qué están pidiendo).

A pesar de la liberación cultural y social de la mujer cubana, que en comparación con la de la mujer del resto de Latinoamérica, EEUU e incluso parte de Europa, la mujer cubana de cuando llega el golpe de Estado que han dado en llamar «Revolución» tampoco lo estaba tanto. Era una mujer «liberada» en muchos sentidos pero dependiente del papel del padre, el marido y/o los hermanos; muchas veces incluso a su servicio. ¡Y era realmente una mujer liberada en comparación con la mujer española, por ejemplo, de muchas décadas posteriores! Sigue percibiéndose, no obstante, esa especie de dependencia de los maridos de quieres esperan que sean los que costeen sus necesidades o sus gustos o a quienes ponen por delante de sí mismas en el reparto del bienestar familiar (aunque muchas veces «cobran» caro, en guerras psicológicas, el coste de esos sacrificios, pero ese sería otro tema a tratar).

Creo que las mujeres de las generaciones posteriores, para bien, cada vez menos tienden a esa actitud y no será adjudicable únicamente a haber pasado por el tamiz del feminismo. Puede que algunas hayan llegado a ese punto por propia evolución natural, el de la sociedad y/o condicionadas por el agotamiento, o sea, por un sentido práctico. Las mujeres de mi generación, por lo general, consideraríamos una humillación depender de lo que nos compre un marido. Somos mujeres que necesitamos sentirnos capaces y suficientes y que rechazamos la idea de ser «mantenidas».

Considerar que lo que adquirimos nos lo «dan» tendría que ser una humillación para los cubanos. Lo peor de esa actitud que se ha afianzado en el cubano que vive en la Isla es la creencia de que, además, son merecedores de que las cosas se las «den», que les caigan del cielo, que el Estado, u otros, están en la obligación de «darles»/garantizarles porque, además, son merecedores de ello. Es un error. Y tendrá que sanearse. No pasamos por alto las obligaciones y deberes de los Estados, pero no hablamos de ese «pormenor» en este momento.

La capacidad de gestión de la propia vida, poder disponer de sí mismo, independientemente de las circunstancias, a las que no estamos obviando, es uno de los elementos imprescindibles para que la persona se sienta digna: ser dueño de su vida, ser libre.

El Gobierno cubano ha jugado una carta muy sucia pero que durante cincuenta y un años les ha sido rentable: le ha vendido a los cubanos que el Estado cubría todas sus necesidades, llegando a hacerles sentir en deuda y dependientes; a cambio, a limitado hasta extremos, sus derechos civiles, entre ellos el derecho a ser y a expresar su individualidad.

1 Comentario para Papa Estado

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Jose Vilasuso Rivero

noviembre 12th, 2010 at 10:19 pm

Brillante columna, prueba de la capacidad de discernimiento de la mujer cubana, libre de prejuicios y que ha sido capaz de superar los escollos de la censura. Vale exportar estos materiales para sanidad mental del mundo libre donde todo se puede alcanzar si hay un mínimo de solidaridad y comprensión para con el prójimo. Vale para los cubanos de dentro y de fuera por igual. Estos ejemplos prueban que merece las pena luchar por una Cuba libre y democrática donde personas como esta dama pueden dar mucho por sus conciudadanos. Que Dios nos escuche.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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