No nos engañemos mas, la culpa de todo lo que sucede en Cuba es de los hermanos Castros

En: Derechos Humanos|Destacados

13 Feb 2011

El pasado 7 de Febrero apareció un interesante artículo en el Periódico Juventud Rebelde en el cual se critica la aparición de una nueva clase de aristócratas. El Periodista al final no nos dice la causa y si señala los efectos de una degradante política que se ha venido imponiendo desde el mismo comienzo del llamado proceso «revolucionario cubano». Para nadie es un secreto que esta nueva clase aristocrática surgida en Cuba es afín y por ende aceptada por los que Gobiernan el País, de que otra manera podrían subsistir sino.



No nos engañemos mas, la culpa de todo lo que sucede en Cuba es de los hermanos Castros

Por: Pedro Pablo Alvarez Ramos

Ex preso de conciencia causa de los 75

Febrero 13 de 2011

El pasado 7 de Febrero apareció un interesante artículo en el Periódico Juventud Rebelde en el cual se critica la aparición de una nueva clase de aristócratas. El Periodista al final no nos dice la causa y si señala los efectos de una degradante política que se ha venido imponiendo desde el mismo comienzo del llamado proceso «revolucionario cubano». Para nadie es un secreto que esta nueva clase aristocrática surgida en Cuba es afín y por ende aceptada por los que Gobiernan el País, de que otra manera podrían subsistir sino.

Es una lástima que tanto talento no esté acompañado de la valentía necesaria para enfrentar y denunciar a los que verdaderamente resultan culpables del resurgir de toda esta lacra, interesada en solo medrar acosta del sufrimiento y las penuria del pueblo cubano, sin importarle para nada que el País se hunda en la más grave miseria de toda su historia.

La gran mayoría de estos nuevos ricos se vinculan a altos personeros del régimen y muchos han sido ex funcionarios del gobierno, de las Fuerzas Armadas o el Minint. El sistema cubano hace mucho rato dejo de tener seguidores, hoy lo que tiene es un ejército de servidores y oportunistas que solo persiguen satisfacer sus necesidades propias a cambio de la más completa complicidad sin importarles para nada mantener la ética o los principios morales.

En Cuba hace rato se perdió el rumbo que una vez fue la esperanza del pueblo cubano y que era lograr un sistema de Justicia Social e igualdad para todos por igual. Hoy el País se encuentra hundido en la mayor ignominia de su historia, es una lástima que Periodistas jóvenes y talentosos no pongan su pluma al lado de los que sufren y padecen por culpa de un grupo que solo ambicionan mantenerse en el poder a costa de cualquier precio. No nos engañemos mas, la culpa de todo lo que sucede en Cuba es de los hermanos Castros.

A continuación el artículo que motivo este comentario:


La aristocracia del barrio

Luis Raul Vazquez Muñoz

Por: Luis Raúl Vázquez Muñoz

digital@juventudrebelde.cu

Febrero 7 de 2011

El título es de Joan Manuel Serrat. Ese catalán, iluminado por la poesía, nos dice que de vez en cuando la vida nos besa en la boca y nos invita a salir a escena. También habla de ciertos sujetos, venidos a menos aunque ellos piensen que llegaron a más. Son personajes que en un momento compartieron nuestras vidas y sueños —esos juegos de pelota en la esquina y las novias de la adolescencia—, y hoy, por obra del dinero y la vanidad detallan al mundo desde las alturas de la arrogancia.

Es —como dice Serrat— «la aristocracia del barrio. / Lo mejor de cada casa (…) Tahúres, supersticiosos, / charlatanes y orgullosos», que «por la hembra y el retaco/ deja hasta el tabaco». Eran los nuevos burgueses surgidos en la España después del franquismo; aunque idénticos por sus esencias a ciertos ricos existentes en todo el mundo: abundancia en la billetera y carencias en el alma.

Una atención a los versos de La aristocracia del barrio nos puede conducir también a quienes en nuestro entorno se creen pudientes. A diferencia de sus homólogos catalanes, estos no se pasean ni toman el sol por la rambla de Barcelona porque se pavonean en cuanto sitio puede reafirmarles el estatus. Más allá de modas y placeres, un vecino de barrio los descubre por su andar arrogante de nariz alzada y con el aquello de no mirar ni saludar a nadie, bendecidos —eso creen— por la «altura» que concede Don Dinero.

Algunos de ellos pertenecen a un sector, acrecentado con el período especial, que practica el enriquecimiento mal habido y sin visos de honestidad. Son personas para las cuales el trabajo es solo una apariencia, para no decir una contrariedad; y así representan un peligro para la Cuba deseada por sus hijos honestos, sobre todo para las generaciones más jóvenes, al convertirse en un referente de un supuesto éxito que se debe, entre otras causas, a la inversión de la pirámide social, por no constituir el salario la verdadera fuente creadora de motivaciones dentro de la población.

Es lógico —aunque nunca aceptable— que las realidades vividas en las últimas décadas implicaran la proliferación de una suerte de pillo, ante el cual se horrorizarían los pícaros del Siglo de Oro de la narrativa española. El Lazarillo de Tormes es un personaje con brillo e ingenio, hay que reírse de sus ocurrencias y reconocer que el muy truhán posee una ética surgida en los rigores de la supervivencia, pero ética que al final encierra una pureza quizá deseada por muchos.

En cambio el «aristócrata» criollo deja mucho que desear. La autosuficiencia es un defecto que anula otros dones, entre ellos el de la autenticidad. Dejan de ser ellos para convertirse en el personaje imaginado de una telenovela de colores rosados. Por ello, esa condena que podemos encontrar a nivel individual o de barrio —con todos los matices que hallamos en la realidad— constituye una muestra de las reservas éticas existentes en el país, como resultado de la obra de la Revolución.

Ese sentido de la honestidad y del ejemplo, del desapego a lo material y la inconformidad con quienes adoran el arribismo, es resultado de los principios inculcados en los últimos 50 años. Precisamente ese referente moral es uno de los logros a proteger con mayor fuerza.

Por eso, una de las mayores complejidades que hoy vive el país es conciliar el éxito económico con la verdadera ética del socialismo. Esa conciliación, en la práctica, con el apego real a la gente sencilla y honrada, se convertiría en una de las mejores curas contra esos burgueses de barrio, enriquecidos en buena medida por la ilegalidad y los dobleces de la moral, siempre dispuestos a cambiar el corazón por el ropero.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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