En: Opinión
22 Abr 2011Raúl Castro ha pedido paciencia a quienes desean un cambio generacional en Cuba y afirma que el país carece todavía de líderes jóvenes con experiencia para llevar adelante a la revolución, 52 años después de que junto con su hermano llegó al poder.
Pero algunos observadores dicen que los Castro son los únicos responsables, y que un historial de cerrarle el paso a políticos prometedores ha marcado a su gobierno desde el principio.
Los “históricos” siguen en el poder
Paul Haven.(AP), abril 21 de 2011
LA HABANA — Raúl Castro ha pedido paciencia a quienes desean un cambio generacional en Cuba y afirma que el país carece todavía de líderes jóvenes con experiencia para llevar adelante a la revolución, 52 años después de que junto con su hermano llegó al poder.
Pero algunos observadores dicen que los Castro son los únicos responsables, y que un historial de cerrarle el paso a políticos prometedores ha marcado a su gobierno desde el principio.
“La desconfianza de Raúl por los jóvenes del aparato radica en que no entiende la precipitación, la velocidad de la necesidad de los jóvenes por acelerar el proceso”, dijo Eduardo Bueno, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Iberoamericana en México. “Hay una ética de la generación fundadora que es bastante cerrada y que ha servido para descalificar a esos líderes jóvenes que buscan acelerar el proceso”.
Raúl y Fidel han criticado con frecuencia a los jóvenes por una falta de una buena fe revolucionaria, al decir que lo que tienen se les ha entregado, en vez de haberlo ganado en una lucha valiente.
La brecha generacional nunca fue más evidente que en el Congreso del Partido Comunista de esta semana, cuando Raúl nombró como sus principales subalternos a las viejas figuras revolucionarias de José Ramón Machado Ventura, de 80 años, y Ramiro Valdés, de 78. Tres políticos relativamente jóvenes fueron ascendidos entre los 15 miembros del consejo directivo, o Buró Político, del partido, pero en puestos menores.
Tanto Raúl como Fidel habían despertado grandes expectativas cuando dijeron que reconocían la necesidad de una “rejuvenecimiento” y que intentaban abrirle camino a los futuros líderes. Después del anuncio, Raúl reconoció que los errores cometidos durante varios años habían causado una ausencia de líderes jóvenes, pero insinuó que el error fue creer en las personas equivocadas – y no socavar a personajes en ascenso.
Sugirió que algunas nuevas caras podrían ser incorporadas al consejo directivo en el 2012, cuando el Partido Comunista tendrá otra reunión importante.
En Cuba, quienes vuelan demasiado alto y demasiado rápido caen con frecuencia, como en el caso más prominente del súbito cese en marzo del 2009 del vicepresidente Carlos Lage, entonces de 57 años, y del canciller Felipe Pérez Roque, quien tenía 43.
Ambos fueron considerados como potenciales líderes después de los Castro, y tenían un relativo respeto en Washington y en capitales europeas clave. Y ninguno temió presentarse ante las cámaras en un país donde la presencia excesiva no es necesariamente el sendero más seguro al éxito.
Irónicamente, fue una cámara –de la cual ninguno se enteró– la que marcó el fin. Ambos fueron captados en un video secreto mientras bebían whisky y bromeaban sobre los viejos gobernantes del país.
Un día después de que el presidente Raúl Castro los destituyó, Fidel puso en claro que los otrora protegidos habían perdido la confianza de ambos hermanos, y sugirió que fueron dejados libres porque su avidez por puestos de liderazgo se había vuelto indecorosa.
“La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno”, escribió Fidel. “El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos”.
Después de las severas palabras de Fidel, de inmediato Lage y Pérez Roque bajaron la guardia, aceptaron la responsabilidad y se fueron en un discreto y forzado retiro, tan común en Cuba que tiene nombre; el “Plan Pijama”.
Lage es ahora al parecer el administrador de un hospital modesto; Pérez Roque trabaja como ingeniero en un parque industrial en la periferia de la capital.
Aunque el video nunca ha sido difundido para el público en general, ha sido mostrado a miles de miembros del Partido Comunista en la isla, en una verdadera lección para los que pudieran repetir el error.
El escarmiento de Lage y Pérez Roque se ha ejecutado una y otra vez desde la revolución de 1959.
El joven predecesor de Pérez Roque como canciller, Roberto Robaina, fue cesado en el 2002, por supuesta deslealtad después de que sugirió que estaría en condiciones para la presidencia en la Cuba posterior a los Castro, así como por aceptar favores de autoridades y empresarios del extranjero. Ahora pinta paisajes rurales en su casa de La Habana.
Otro colaborador joven y otrora confiable, Carlos Valenciaga, miembro del Consejo de Estado de Cuba y secretario personal de Fidel Castro, fue removido en el 2008 por causas desconocidas, y son incontables los otros ejemplos al paso de varias décadas.
La parálisis política ha contrastado drásticamente con los audaces cambios económicos de libre mercado que Raúl Castro ha aplicado desde que llegó al poder, incluyendo una mayor facilidad para que los cubanos ingresen al autoempleo, contraten trabajadores y puedan alquilar habitaciones y vehículos.
En el congreso del Partido Comunista, los delegados aprobaron más de 300 cambios, incluida una propuesta para legalizar la venta de propiedades privadas.
Mientras los cínicos pudieran percibir que los líderes revolucionarios carecen de la credibilidad para ser adalides de esos cambios, Bueno dijo que Raúl Castro vio esto como su última misión en la preparación del país para el día en que él y su hermano se vayan.
“De alguna manera se vieron a sí mismos como los líderes del recambio”, indicó Bueno. “Y eso chocó con esa ética tan cerrada de la generación fundadora de que el proceso tiene que ser de rectificación de errores pero dentro de la línea del socialismo”.
La renuencia de los líderes de Cuba para tener fe en una generación más joven es pasmosa, dado que fueron en un tiempo los símbolos mismos de la juventud.
Fidel tenía apenas 32 años cuando llegó al poder en 1959, y Raúl, 27. Su compañero de armas, Ernesto “Che” Guevara, tenía 31 y ninguna experiencia en finanzas cuando fue nombrado director del Banco Central de Cuba.
Antes de que fuera muerto en Bolivia en 1967, el comandante argentino narraba a menudo el relato al parecer apócrifo de que cuando Fidel buscaba a un nuevo director del banco, preguntó en una reunión de los rebeldes victoriosos si alguno era un buen “economista”.
Al entender mal creyendo que el comandante quería saber si entre los rebeldes había un “comunista”, el Che levantó la mano, y consiguió el trabajo.
Uva de Aragón, una especialista sobre Cuba en la Universidad Internacional de Florida, dijo que medio siglo después las contradicciones en Cuba son claras, y podrían apreciarse en la laguna entre la intención expresa de Raúl de promover a jóvenes y su persistente dependencia en un círculo interno de camaradas rebeldes que se ganaron la confianza con sangre.
“Por una parte, está en el poder una generación atrapada por su edad –con todo lo que ella implica de limitaciones físicas y mentales–, su historia, ideología e interés de mantenerse en el poder”, señaló. “Por otra, el país está en quiebra. Saben que es urgente hacer reformas, pero piden hacerlas con calma”.
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Los periodistas de The Associated Press Peter Orsi y Andrea Rodríguez contribuyeron en la información.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".