En: Opinión
23 Mar 2011No es sorprendente que Fidel Castro y los medios de comunicación del régimen cubano defiendan como mejor puedan las recientes matanzas ordenadas por el gobierno de Muamar Kadafi en Libia, e intenten limpiar el baño de sangre con falsas palabras, como de costumbre. Como solo es posible leer en el periódico Granma o escuchar en el Noticiero Nacional de Televisión, donde una tragedia o un crimen perfectamente es informado como una celebración, una justa medida o un pequeño error, y donde los blogueros y periodistas independientes son presentados al pueblo como delincuentes, pagados por el exilio o por Estados Unidos, o sencillamente no existen.
Lo contrario sería democracia
Por: Luis Leonel Leon. El Nuevo Herald, marzo 22 de 2011
No es sorprendente que Fidel Castro y los medios de comunicación del régimen cubano defiendan como mejor puedan las recientes matanzas ordenadas por el gobierno de Muamar Kadafi en Libia, e intenten limpiar el baño de sangre con falsas palabras, como de costumbre. Como solo es posible leer en el periódico Granma o escuchar en el Noticiero Nacional de Televisión, donde una tragedia o un crimen perfectamente es informado como una celebración, una justa medida o un pequeño error, y donde los blogueros y periodistas independientes son presentados al pueblo como delincuentes, pagados por el exilio o por Estados Unidos, o sencillamente no existen.
Esa es la maquinaria maquiavélica y dolorosa que ha dispuesto para los cubanos el gobierno de Fidel Castro, y es únicamente lo que seguirán alimentando Raúl Castro y sus seguidores. Da lástima como el gobierno cubano les permite a algunas personas el acceso a Facebook o a Twitter a cambio de que coloquen mensajes de apoyo al régimen cubano, loas a Fidel, defensas de Hugo Chávez.
Para algunos es una forma de acceder a Internet, de comunicarse con sus familiares y amigos; para otros, una orden y siempre, por desgracia, nunca faltarán bufones gustosos de hacerle al rey las muecas que más le gustan.
Sin dudas ha sido el periodismo, en cualquiera de sus formas, uno de los oficios más terribles de realizar en la Cuba castrista, donde absolutamente todos los medios de comunicación fueron tomados y son dirigidos y controlados, como en una guerra sin final, por el gobierno y su ideología, donde casi no existen válvulas de escape y donde la ambigüedad, la sutil ironía o cualquier otra intención o discurso que no sea el oficialista, son recursos que pueden pagarse muy caros.
Es evidente que hay periodistas cubanos entregados al embuste, al juego macabro, al servilismo. Pero hay otros presos en la vergüenza, otros que sienten no poder hacer nada, como inevitablemente sucede en las dictaduras. Por todo esto no es desconcertante que en los medios cubanos los asesinatos y la revuelta popular en Libia, en Egipto, o cualquier evento similar, sean descontextualizados y manipulados o silenciados. Los caudillos (y Fidel mucho más) siempre han hecho lo mismo en estos casos.
Por suerte, y con toda valentía y pese a todo, existen esos blogueros y disidentes cubanos a los que tanto odia y todo el tiempo intenta desacreditar el régimen de La Habana. Pero ya se sabe: los dictadores viven y mueren como dictadores, no podemos esperar de ellos otra cosa.
El único eco que querrán escuchar será el de sus huecas consignas, ahora intentando tristemente penetrar redes sociales con estúpidas noticias, videos de supuestos logros revolucionarios, frases y discursos sin sentido. Una vergüenza tan profunda que aún sigue hirviendo después de medio siglo, una vergüenza tan maquinada, tan ardua, tan larga, tan corroída, que hoy es el inmenso velo que cubre la isla. Esa ha sido la obra de la Revolución, crear e instituir mentiras cada día, construir miserias en serie, intentar trastocar los fracasos en supuestas victorias. No puede esperarse otra cosa de las dictaduras. Lo contrario sería democracia.
Periodista y escritor cubano.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".