La insoportable levedad de los lineamientos

En: Laborales

18 Nov 2010

La no toma de posiciones en un documento que presuntamente debe servir para articular consensos sociales y para retroalimentar las decisiones de la élite es fatal. Nada sabemos de cuáles serán las prerrogativas de las empresas, o de cómo esas prerrogativas serán manejadas en entidades que devendrán espacios más contradictorios. Como tampoco si los cuentapropistas y mini-empresarios tendrán oportunidades de asociarse.



La insoportable levedad de los lineamientos



La propiedad privada es la novata del año en el texto publicado en la Isla para servir de documento base del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba

La lectura de los Lineamientos de la Política Económica y Social, documento base del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, nos deja la impresión de una clase política que presiente que no tiene el tiempo a su favor pero que simultáneamente está obligada a desperdiciarlo.

El documento es una lista de supermercado, atropellada y confusa. Muy poco transparente, como toda la política cubana. No parece ser el tipo de programa llamado a sobrevivir los rigores del corto plazo, aunque tampoco parece lo suficientemente relevante como para que alguien se tome el trabajo de derogarlo. Le va a pasar como decía Engels que le iba a pasar al Estado en el comunismo: se va a extinguir.

Pero a pesar de ello es el documento que más intensamente indica la reorientación promercado de la élite política, al menos de su fracción dominante compuesta por los militares, los empresarios y sus tecnócratas asociados. Ciertamente una buena noticia para los partidarios de la restauración capitalista en Cuba. Y con toda seguridad una muy mala noticia para los ingenuos partisanos de una izquierda que ha pasado todo el tiempo confundiendo sus posiciones frente a la realidad con la realidad misma. Pero más allá de estas disquisiciones, creo que vale la pena analizar y debatir con cuidado su contenido, pues sin lugar a dudas en sus páginas se dicen algunas de las cosas que van a pasar en los próximos meses en la Isla, incluso antes de que se celebre el congreso en abril de 2011. Pero, sobre todo, en él se puede calibrar por dónde anda la voluntad política de la élite cubana para salvar “la patria, la revolución y el socialismo”.

Analizar la totalidad del documento sobrepasa con mucho tanto al espacio que generosamente ofrece CE, como a las capacidades del autor y muy probablemente a la paciencia de los lectores. Por ello, en aras de la brevedad, quiero referirme a tres cosas que el documento no dice, pues supongo que en las condiciones de desacuerdo intraelite que han circundado al texto, las cosas que no se dicen pueden ser tan importantes como las que se dicen.

La primera de ellas, es el sentido vergonzante del texto respecto a la propiedad privada y sus colaterales. Cualquier lector medianamente informado entenderá que la propiedad privada es la novata del año en el texto. Pero no se le menciona. Se le dice ahora “cuentapropismo”, luego “inversión extranjera”, más tarde “formas de propiedad no estatales”, pero nunca propiedad privada. El sofisma “propiedad no estatal”, por ejemplo, agrupa a todo aquello fuera del sector estatal que va a garantizar cosas tan sensibles como la producción de alimentos, decenas de servicios cotidianos imprescindibles para la vida urbana, y el empleo de muchos cientos de miles de personas. La inversión extranjera, anunciada como “complemento” de la inversión estatal, es mencionada más para explicar sus inconvenientes y la necesidad de controles que para hablar de su pertinencia en un país imperiosamente obligado a captar ahorro externo.

Todo ello, obviamente, responde a la manera como este asunto puede ser transado en las complejas relaciones intraelite, e incluso como puede ser explicado a una parte de la población cuya franja minoritaria (pero crucial) de consenso activo se define per se en contra de la actividad económica privada y de la desigualdad social. Sin embargo, más allá de los vericuetos semióticos, aquí el problema está en que esa actitud vergonzante pudiera implicar una omisión del problema en las políticas futuras que acompañarán a la reforma. Y en consecuencia obliterará aquello que Weber llamaba un escenario mínimo de predictibilidad. Y es que el sector tecnocrático/empresarial cobijado en el Estado —el meollo de la burguesía cubana del futuro— sólo concibe a la propiedad privada como el complemento de su enrevesado nicho de acumulación en que propiedad y posesión se mezclan en el propio sector público.

La segunda omisión que me llama la atención es la que se refiere a los que hasta ahora habían sido revalidados como los paladines indoblegables del socialismo, es decir a los trabajadores. De hecho la palabra trabajadores se menciona 11 veces, pero regularmente referida a modalidades de trabajo cuentapropista o cooperativo. El término “obreros” solo aparece 3 veces (para hablar de los comedores o el transporte), la misma frecuencia de “socialismo”. La palabra “socialista” tuvo más suerte: aparece 4 veces. No hay referencias a los costos sociales del ajuste. Tampoco se menciona a los perdedores netos: los grupos más vulnerables que incluyen a envejecientes, mujeres, personas con menores niveles escolares, habitantes de zonas poco dinámicas, etc., hasta el momento cobijados por un acuerdo paternalista/clientelista que está en franco proceso de descomposición.

Se trata de una omisión que refleja los nuevos derroteros que tendrá la política en Cuba. En momentos en que uno de sus signos más dramáticos es el matadero social que ocasionarán los despidos y la eliminación de los subsidios al consumo personal y eventualmente al social (¿no recuerdan a una chica de muchas Y en su nombre hablando de la necesidad de cobrar algunos servicios médicos?), la omisión indica claramente que el Gobierno está optando por otros medios menos caros para mantener la estabilidad política. En otros artículos me he referido a ellos: policías y remesas.

Finalmente, me resulta desesperante la omisión de la dimensión legal/institucional. Obsérvese que no digo la omisión de la política, pues el documento está todo el tiempo hablando de un cierto perfil de la política, es decir, de la interacción contradictoria de los actores sociales por el acceso a la distribución de los recursos. Mientras que del otro, el referido a la democracia y a las libertades públicas, no se habla, pues si de algo están de acuerdo todas las facciones de la élite política cubana —militares, tecnócratas, burócratas tradicionales— es que de la democracia no hay nada que decir pues ya todo está conseguido. Pero sí hablo de una definición mínima de cómo las instituciones estatales —locales o centrales— o de las que van a emerger inevitablemente de esta nueva realidad social, van a interactuar, representar intereses, involucrarse en el desarrollo y la planificación, etc., aunque sea solamente en el prosaico tema de la economía.

La no toma de posiciones en un documento que presuntamente debe servir para articular consensos sociales y para retroalimentar las decisiones de la élite es fatal. Nada sabemos de cuáles serán las prerrogativas de las empresas, o de cómo esas prerrogativas serán manejadas en entidades que devendrán espacios más contradictorios. Como tampoco si los cuentapropistas y mini-empresarios tendrán oportunidades de asociarse. O de cómo se define el rol de los gobiernos locales en el desarrollo territorial, en momentos en que los territorios se perfilan como otra variable decisiva del desarrollo desigual del país. Y menos aún de lo que se llama “zonas especiales de desarrollo”, que están llamadas a suplir por igual la sustitución de importaciones que las exportaciones, la alta tecnología que el desarrollo local, y que tienen como un componente a la inversión extranjera: ¿se trata de maquilas desfasadas?

Y por supuesto que si nada se dice, cualquier cosa puede pasar. Y ello agrega aún más incertidumbres al futuro de la sociedad cubana.

En esto último muchos coincidirán conmigo, pero hay que tomar nota de los que no lo hacen. Entre estos últimos hay uno que escribió un alegre artículo en Juventud Rebelde identificando a los Lineamientos con “lo que será la Cuba del mañana”. Admiro la jovialidad entusiasta del periodista, pero confieso que prefiero un futuro nacional algo más coherente que el que nos ofrece los Lineamientos.

La sociedad cubana lo merece.

Haroldo Dilla Alfonso

Santo Domingo, Noviembre 17 de 2010

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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