En: Opinión
11 Ene 2011Raúl Castro está empeñado en construir un socialismo eficiente y productivo capaz de generar beneficios. Por eso acaba de despedir a medio millón de asalariados innecesarios. El propósito es desligar del Estado al 25% de la fuerza laboral en el plazo de año y medio. Un millón trescientos mil trabajadores serán puestos de patitas en la calle para que los absorba el todavía nonato sector micro empresarial privado. Raúl y sus corifeos repiten que la revolución no puede alimentar a un ejército de trabajadores ociosos. Hay que recortar subsidios y reducir prestaciones sociales.
La confusión de Raúl Castro
Por: Carlos Alberto Montaner
Enero de 2011
Un socialismo sin prestaciones sociales ni subsidios y un capitalismo sin competencia, libertad para producir ni mercado: esas son las ‘reformas’ económicas.
Raúl Castro está empeñado en construir un socialismo eficiente y productivo capaz de generar beneficios. Por eso acaba de despedir a medio millón de asalariados innecesarios. El propósito es desligar del Estado al 25% de la fuerza laboral en el plazo de año y medio. Un millón trescientos mil trabajadores serán puestos de patitas en la calle para que los absorba el todavía nonato sector micro empresarial privado. Raúl y sus corifeos repiten que la revolución no puede alimentar a un ejército de trabajadores ociosos. Hay que recortar subsidios y reducir prestaciones sociales.
El general está muy confundido. No entiende nada. Lo obnubilan su falta de experiencia en el mundo empresarial, aunada a medio siglo de jefatura autoritario del ejército. La búsqueda de eficiencia y productividad son los medios que poseen las empresas capitalistas para competir en el mercado. No son fines. No se desviven por ahorrar, invertir y elaborar buenos productos por amor al prójimo, sino por temor a que otros empresarios las desplacen del mercado.
Sin competencia no hay desarrollo ni progreso. La agonía de producir cada vez más y mejor, empleando la menor cantidad posible de recursos, norma permanente de la rigurosa economía capitalista, es la consecuencia de la competencia. Donde no existe, donde prevalecen monopolios, o donde éstos reciben subsidios del Estado, las empresas privadas tienden a ser ineficientes, se atrasan tecnológicamente, también crujen bajo el peso de plantillas obesas y encarecen sus productos para compensar su incapacidad.
Los fines de los empresarios son dos y están íntimamente ligados: ganar dinero y prestigio social. En general, a más dinero, más prestigio, y viceversa. Algunos, los menos, tienen cierto instinto filantrópico, pero ésa pulsión solidaria no los hace mejores ni peores creadores de riqueza, aunque sí los convierten en seres humanos más interesantes y benévolos.
Los fines de los comunistas son otros. Sus burócratas no producen porque sientan la urgencia por ganar dinero y adquirir prestigio que aguijonea a los individuos emprendedores, sino, los mejores, unos pocos, para redimir a la humanidad, y los peores porque quieren medrar dentro del Partido. Para ello construyen sociedades igualitarias basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción, en las que suprimen las libertades, y someten al conjunto de la sociedad al calvario de las «dictaduras del proletariado» administradas por fanáticos incompetentes.
La «legitimación» de ese atroz modelo de organizar la sociedad radica en que les garantiza a todas las personas un salario simbólico y ciertos bienes elementales, aunque sean escasos y malos, porque la calidad, el confort y el progreso no forman parte de los objetivos de los Estados colectivistas, como se demostró en la experiencia comunista europea o en China, mientras prevaleció el maoísmo. Es una vidita miserable y sin esperanzas de mejora, pero al menos no hay que «ganársela». Te la imponen.
Raúl Castro, tras repetir, enfáticamente, por milésima vez, que no renuncia al socialismo, se ha acogido, sin embargo, a los modos capitalistas de producir bienes y servicios, como si en Cuba existiera un sistema de economía de mercado basado en la competencia, lo que lo ha llevado a adoptar lo peor de ambos mundos: un socialismo sin prestaciones sociales ni subsidios, sumado a un capitalismo sin competencia, sin libertad para producir y sin mercado, vigilado de cerca por la policía política, porque no se permitirán la acumulación ni las desigualdades.
Esto es como tratar de curar un cáncer con un jarabe para la tos. La enfermedad no tiene nada que ver con el remedio. Esta confusión entre medios y fines, entre métodos y objetivos de sistemas fundamentalmente distintos, no tardará en mostrar sus falencias. Le ocurrió a Gorbachov en Rusia en la segunda mitad de los ochenta. Trató de adaptar algunas normas capitalistas para hacer más eficiente al socialismo soviético y en pocos años descubrió que el engendro marxista-leninista no es reformable: ese disparate, ese sueño de la razón, productor de monstruos, hay que demolerlo. Dulcemente, con voladura controlada y sin degollinas, pero hay que demolerlo.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".
1 Comentario para La confusión de Raúl Castro
Mario Acosta
enero 12th, 2011 at 7:11 pm
¿Por qué miramos apacibles el genocidio cubano?
No se entiende. Es más que claro que la mafia comunista cubana ha apostado a cometer un genocidio muy bien calculado. Millones no podrán conseguir ni un grano de arroz para llevarse a la boca, eso lo sabemos todos, pero lo que no se comprende es que tanto ellos, como nosotros y el mundo en general, observemos expectantes a ver como mueren tanto ancianos, niños, hombres y mujeres como si fueran moscas envenenadas.
La mafia comunista cubana está decida no alimentar más al pueblo, pero no dejará que el pueblo libremente se alimente a si mismo, restringiendo fuertemente toda posibilidad de éxito que el pueblo pueda tener.
Esta mafia comunista se ha transformado desde que apartaron al Don Castro del poder en el 2006. Don Castro basó su poder absoluto en el paternalismo, impidiendo que el pueblo pudiera trabajar y alimentarse a si mismo, para él, mal alimentarlo gracias a los subsidios que les daban los comunistas soviéticos. El poder de esta nueva mafia comunista, es el poder económico de los militares, sustentado en los grandes negocios monopólicos que poseen, por lo que no necesitan del paternalismo para mantenerse en el poder político.
Hasta sabemos a quien culparán. Culparán al embargo del gobierno de Estados Unidos sobre la dictadura comunista de la isla. Terrífica jugada de estos mafiosos comunistas para ganar el mercado norteamericano a sus insaciables negocios.
El paredón del hambre ha sido decretado para el pueblo cubano, y nadie se ha percatado o si lo alguien lo percibe no le importa, que al final es lo mismo. Solo alzando la voz de alerta ante el mundo, se podría evitar el genocidio cubano que se avecina. Si permanecemos callados nos convertiremos en cómplices.
Muchas gracias.