En: Opinión
9 Feb 2011Hoy Granma abre con otra de las frases que Fidel Castro ha acuñado a lo largo de su historia, en sus miles de horas de discursos que se acumulan en los archivos de los departamentos de la propaganda del régimen castrista. Discursos con los que ha querido “vender” la imagen de un paraíso terrenal que nunca ha llegado a materializarse, por su responsabilidad, incompetencia y absoluta falta de conexión con la realidad. Un material que, previsiblemente, quedará para el estudio, en el futuro, por parte de los psicólogos del comportamiento con el fin de comprender cómo la naturaleza humana puede llegar a degenerarse de este modo.
Fidel Castro: Los enemigos y los revolucionarios
Hoy Granma abre con otra de las frases que Fidel Castro ha acuñado a lo largo de su historia, en sus miles de horas de discursos que se acumulan en los archivos de los departamentos de la propaganda del régimen castrista. Discursos con los que ha querido “vender” la imagen de un paraíso terrenal que nunca ha llegado a materializarse, por su responsabilidad, incompetencia y absoluta falta de conexión con la realidad. Un material que, previsiblemente, quedará para el estudio, en el futuro, por parte de los psicólogos del comportamiento con el fin de comprender cómo la naturaleza humana puede llegar a degenerarse de este modo.
La frase no tiene desperdicio, y dice textualmente:
La seriedad de un Partido revolucionario se mide por la actitud ante sus propios errores
[… ] Deseo traer a colación aquí un pensamiento de Lenin, quien dijo que la actitud —es decir—, la seriedad de un Partido revolucionario se mide, fundamentalmente, por la actitud ante sus propios errores. Y así también nuestra seriedad de revolucionarios y de gobernantes se medirá por nuestra actitud ante nuestros propios errores.
Claro que los enemigos siempre están atentos a conocer cuáles son esos errores. Cuando esos errores se cometen y no se autocritican, el enemigo puede aprovecharlos…
Fidel, 26 de marzo de 1962
Con independencia de que ya han transcurrido más de 48 años desde que se pronunciara, y que la “guerra fría” desapareció en 1989, la alusión directa a Lenin no tiene desperdicio. Otro que acabó sus últimos días confundiendo la realidad con lo imaginario, en la butaca de un establecimiento en el que los enfermos mentales recibían una atención piadosa, que él siempre negó a los que le sirvieron. Tal vez, la personalidad de Lenin requiera otro espacio, pero como acabo de terminar la lectura de “La caída de los gigantes” la última, magnífica, novela de Ken Follett, los interesados en este tema pueden encontrar una muy buena descripción del personaje Lenin en las andanzas de Grigori, uno de los protagonistas de la novela.
Lenin dirigió un partido revolucionario con mano dura desde el exilio; y cuando volvió a Rusia aprovechando la oportunidad de la revuelta popular, y asegurando su vida con la protección alemana, puso todo patas arriba, lo mismo que hizo Fidel Castro con Cuba a partir de 1959. Y esto no se debe olvidar, porque quienes cometen el error de olvidar su pasado, terminan cometiendo los mismos, y graves errores, en el futuro.
Pero, ¿a quién le puede interesar en 2011 la seriedad de un partido que se denomina revolucionario, y que, sin más, le da la vuelta al calcetín ante la gravedad y la magnitud de sus errores? Evidentemente, a quien también, una vez, hace más de medio siglo dijo, “la historia me absolverá”, y se quedó tan tranquilo.
¿Seriedad de revolucionarios?, ¿seriedad de gobernantes?
Pero vamos a ver, ¿qué cubano o cubana considera que sus gobernantes son serios, cuando hasta el régimen, se encarga de liquidar cualquier actitud que no se ajuste al mandato oficial, a la línea única, al pensamiento único en que se ha convertido el castrismo? Primero, éramos comunistas, marxistas y leninistas, después de haber abandonado una revolución “verde como las palmas”. Luego nos hicimos, comunistas institucionales, después probamos el mercado, luego lo eliminamos; más tarde, nos hicimos revolucionarios olvidándonos de la herencia comunista, sin aflojar el poder económico.
Ahora apostamos por la economía de pequeños emprendedores. En fin, errores y errores, rectificaciones y vueltas a empezar, en una sociedad que debe estar harta de tanto engaño, de tanto ensayo y de tanto fracaso acumulado. Y ello, para terminar con la renta per cápita más baja de América Latina y, eso sí, una serie de indicadores estadísticos manipulados para tratar de esconder una realidad que se derrumba todos los días en La Habana.
Pero esto no es lo peor de la frase de Fidel Castro. Lo peor es no es sólo que la dijera, y que le aplaudieran. Lo peor, lo más grave, es que cuando habla del adversario lo califica de “enemigo”. Enemigo atento a los errores, enemigo dispuesto a aprovecharlo, enemigo…. En democracia, el enemigo no existe, Fidel Castro. En todo caso, hablamos de rivales o adversarios. Se reivindica a la oposición, cuyo papel es, precisamente, denunciar los errores del que gobierna y si puede, aprovecharlos para alcanzar el gobierno tras unas elecciones democráticas y plurales, las que no han tenido los cubanos en más de medio siglo. En el régimen castrista, no existe lugar para el pensamiento del “enemigo”. Ni del interno, ni del externo. Lo que hizo Fidel Castro, desde 1962, fue unirlos a ambos, y con ello propició la salida silenciosa de más de dos millones de cubanos que no podían vivir sin libertad.
El balance final lo recogemos ahora los que nacimos en aquella época y leemos las cosas que este personaje decía en público cuando vivían nuestros abuelos y padres, muchos de ellos ya desaparecidos para siempre. Ni Cuba, ni los cubanos, se merecen este drama social que no parece tener fin. Cuba necesita reconstruir un nuevo discurso político y social, equilibrado y comparable al de otros países occidentales democráticos, a partir de conceptos como paz, la comprensión y el respeto entre todos, el diálogo, la ausencia de “enemigos”, y la permisión del pensamiento alternativo. El castrismo ha sido una mala experiencia histórica, abundante en errores, estupideces y penurias que toca a su fin. No hay espacio alguno para su transformación. No hay espacio para su futuro.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".