En: Opinión
21 Feb 2012Durante los años en que viví en Cuba, Fidel solo concedía entrevistas a periodistas extranjeros. Es una característica que mantiene desde hace tiempo. Ya en la Sierra Maestra prefería desplegar sus encantos histriónicos frente a los cronistas foráneos, norteamericanos de ser posible, como cuando para sacar de dudas a sus admiradores estadounidenses sobre su sobrevivencia, concedió una entrevista a Herbert L. Matthews en lugar de a un periodista cubano.
Febrero 20 de 2012
Errol Flynn, el famoso actor de películas de Hollywood, llegó a sentirse atraído por la mística revolucionaria y visitó a los rebeldes en sus campamentos. Fidel trabó amistad con él y sostuvo charlas con fines propagandísticos. Pero no profesaba ese nivel de simpatía por ningún periodista ni artista de la escena nacional.
El propio Che Guevara, a través Radio Rebelde, creada por él, habló a periodistas cubanos que el jefe máximo no deseaba atender.
En los años recientes he podido apreciar que se le ha entrevistado en más de una ocasión, en un programa de televisión que se desarrolló en la última década, pero sin el más minimo incomodo para el mandatario, no creo que criatura alguna se atreva a llamar periodismo, a ese ejercicio de obsecuencia límite.
En una ocasión pude ver a su conductor entrevistándolo, agachado, esbozando la sonrisa que cualquiera pagaría por esconder, una mueca de servilismo indescriptiblemente patética. No tengo nada contra ese trabajador de la información, valoro en la justa medida su trabajo al frente de aquel programa, la Mesa Redonda, el cual resulta dificil de ver completo desde la pluralidad de las sociedades injustas, pero de libre opinión.
Luego fue Frei Betto, un fraile dominico brasileño, quien escribió un libro sobre Fidel y la religión, donde a pesar de haber fustigado de mil maneras a todos los religiosos en la isla, el comandante se permitió hacer una loa de la educación de los jesuitas. Yo, no estando seguro de la evolución ni de la creación, pero siendo preferentemente ateo, no daba pábulo a lo que oía.
Más tarde leí un libro de Tad Szulc, periodista de origen polaco, nacionalizado norteamericano, el mejor de los documentos que he leído, sin trazos sentimentales, netamente descriptivos y documentales. El libro es una serie de extensas entrevistas concedidas al periodista en La Habana, mientras cualquier periodista cubano se relamía por la milésima de lo que le había dado al bueno de Tad.
Incluso María Schriver, del clan Kennedy, le hizo una melosa entrevista en 1988, donde declaraba que el poder lo vivía no sin pesadumbre, ya que su deseo oculto, eternamente postergado, era sentarse a tomar un helado en una esquina, tal como lo comentó alguna vez, Gabriel García Márquez. Otro que carecía de carnet de identidad azul, al que dedicaba horas de entrevistas y charlas. Aunque este, extrañamente, no era norteamericano como Oliver Stone, a quien concedió una larga entrevista filmada, que constituye una conocida pelicula comercial.
Pareciese haberle asistido una fascinación inicial con Estados Unidos que en algún punto sufrió una sensible quiebra, tal como revelan sus continuadas visitas a ese país cuando era joven, en detrimento de cualquier país socialista o del tercer mundo, y su inclinación a sentirse refrendado en el respeto de los profesionales, gobernantes o artistas de aquel país, pretendidamente enemigo.
Ernest Hemingway, tras su enfática determinación, dejó claro que no fue mutua la admiración y devoción de Fidel hacia su literatura y fama de aventurero, si bien tuvo una simpática respuesta en los primeros días de la revolución.
Recientemente, se presentó un libro de sus memorias,
Fidel Castro: Guerrillero del Tiempo, lo que permitió verlo en denodada lucha por terminar alguna de las frases que a duras penas comenzaba, mediante titubeos, preguntas difusas, aclaraciones absurdas y toda suerte de incoherencias.Desde afuera resulta fácil criticar, y sé que es un universo de dificultades, tan solo percatarse de lo bajo que se llega a caer con esa actitud. Cuando alguien crece en aquella sociedad, donde ese hombre-simbolo lo significa todo, desde la virtud hasta la última palabra sobre el destino de sus semejantes, de todos los hombres que allí habitan, resulta dificil discernir entre el instinto de conservación y la adoración ritual. En cualquier caso no resulta una situación envidiable.
Hoy el país espera impaciente la visita del Papa Benedicto XVI. Ya el Papa ha dicho que está interesado en conversar con él personalmente. La feligresía cubana en altísimo crecimiento, no solo en comparación con la época en que era más que recomendable ser marxista y ateo, sino en comparación también con era prerrevolucionaria, se aviene a un halo de esperanza, con respecto de la cual me permito mantener mis reservas.
¿O hará movimientos, una vez más de agilidad maquiavélica incomparable, para situarse entre quienes hasta hace poco eran sus enconados enemigos?
Una incógnita inquietante.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".