Engáñame, que me gusta

En: Opinión

5 Ene 2011

No sé si a todo el que tuvo la oportunidad de escuchar o leer el último discurso de Raúl Castro le pasó lo mismo que a mí. Me quedé atónita y un tanto confundida. No supe definir si realmente estaba ante un hombre reformista o simplemente era más de lo mismo. Tal vez todo se debió a mis deseos de escuchar la palabra cambio.



Engáñame, que me gusta

Laritza Diversent

Enero 3 de 2011

Lo que sentí oyendo a Raúl Castro.

Raúl Castro durante el cierre de la segunda sesión anual de la Asamblea Nacional. (AP)

No sé si a todo el que tuvo la oportunidad de escuchar o leer el último discurso de Raúl Castro le pasó lo mismo que a mí. Me quedé atónita y un tanto confundida. No supe definir si realmente estaba ante un hombre reformista o simplemente era más de lo  mismo. Tal vez todo se debió a mis deseos de escuchar la palabra cambio.

En una primera lectura, descubrí a un hombre que hablaba de un futuro incluyente «proseguiremos, haremos, incrementaremos, continuaremos…» y que confesó ser un luchador contra el secretismo estatal. Incluso, citó versículos de la Biblia «no darás falsos testimonios ni mentiras» y principios éticos incaicos «no mentir, no robar, no ser holgazán».

El Presidente del Consejo de Estado habló de la igualdad de todos ante la ley y de la responsabilidad de aquellos que cometan «un delito en Cuba, con independencia del cargo que ocupe». «Sea quien sea», dijo, tendrá que «enfrentar las consecuencias de sus errores y el peso de la justicia». Él, en cambio, se siente con el derecho a corregir (o no) impunemente las faltas cometidas en cinco décadas de construcción del socialismo.

El menor de los hermanos Castro dijo que pondría fin a los incumplimientos y los sobregiros. El dirigente histórico no se conformará con justificaciones, imprecisiones y mentiras de los cuadros a cualquier nivel. «Los compañeros que den información inexacta serán removidos definitivamente y hasta separado de las filas del Partido si militan en él», afirmó.

Como ejemplo, puso la destitución de Jorge Luis Sierra Cruz, Yadira García Vera y Pedro Sáez Montejo, que ocuparon importantes responsabilidades en la dirección del Partido y del Gobierno, «por tomarse atribuciones que no le correspondían y que les condujeron a serios errores en la dirección».

Sería interesante saber qué estaba haciendo el también segundo secretario de Partido Comunista de Cuba, como máximo responsable del Estado y del Gobierno, cuando esos hechos ocurrieron. Tal vez haya sido su propia y eludida responsabilidad el freno para no haber puesto a los funcionarios a disposición de los tribunales de justicia.

El dirigente histórico reconoció la libertad de crítica como un derecho del que no se debe privar a nadie, pero mantiene vigente la Ley 88/99, (Ley Mordaza) que penaliza severamente el ejercicio de libre expresión.

Habló de la discusión abierta, de debates sin ataduras a dogmas y esquemas inviables, de no excluir criterios divergentes, pero condicionándolo todo a un escenario específico. Aceptará la diferencia de opiniones, siempre que se expresen «preferiblemente» en tiempo oportuno, forma correcta y lugar adecuado.

También reconoció que el Estado no se tiene que meter en las relaciones entre los particulares, pero decide qué se compra y vende en la sociedad. Afirmó que el trabajo por cuenta propia los liberaría de realizar actividades relacionadas con la oferta de bienes y servicio a la población, pero no renunció al control sobre la misma. Incluso es el gobierno quien decide qué y cómo debe trabajar este sector, y en qué forma y bajo qué métodos de organización tendrá que funcionar.

A la par de reformista, el discurso de Raúl Castro me pareció camaleónico y surrealista. En una segunda lectura de sus palabras, mi confusión desapareció, lo mismo que mis esperanzas por el cambio. A medida que avanzaba y profundizaba mi análisis, mi inconsciente no dejaba de repetir esa frase proverbial: «engáñame, que me gusta».

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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