En: Destacados
6 Jun 2011Hay una tendencia generalizada fuera de Cuba que quiere minimizar, relegar y dejar en una estación olvidada del pasado reciente el trabajo de la oposición pacífica, la labor diaria de los activistas de derechos humanos, la obra de casi dos décadas del periodismo independiente y la gestión intermitente de los brotes de una legítima sociedad civil.
Ellos están allí
Ex preso de conciencia causa de los 75
Periodista. Escritor y Poeta
Junio 05 de 2011
Madrid – Hay una tendencia generalizada fuera de Cuba que quiere minimizar, relegar y dejar en una estación olvidada del pasado reciente el trabajo de la oposición pacífica, la labor diaria de los activistas de derechos humanos, la obra de casi dos décadas del periodismo independiente y la gestión intermitente de los brotes de una legítima sociedad civil.
Son comentarios escépticos, desesperanzados, pesimistas y amargos que aparecen de repente en una conversación, en la página de un periódico, en un blog o en una emisora, amparados por la observación en la distancia (a veces en compañía de unas frases de comprensión y entendimiento) y resumidos con la sentencia de que allá no se mueve nada.
No hay que tener en cuenta ese intento de descalificación cuando descubrimos su origen en el gobierno o en sus pandillas de amigos en el extranjero, ya sea de los encapotados o de los que trabajan a cara descubierta.
Esa propuesta merece una respuesta cuando la preocupación tiene su origen en otras parroquias. El asunto importante es utilizar todos los espacios a los que se pueda acceder –desde una tertulia hasta un plató de televisión– para decir, por ejemplo, que los 274 hombres y mujeres (jóvenes y viejos) que fueron arrestados, golpeados y amenazados a lo largo del pasado mes de mayo son ciudadanos cubanos, con nombres y apellidos, que quieren vivir en una sociedad libre y próspera.
En esos sitios, y en otros, donde quiera que se pueda hay que hablar de los ex presos políticos que decidieron renunciar a su destierro a España y participan todas las semanas en jornadas de protestas, en actos de apoyo a otros opositores y regresan con frecuencia a las cárceles en las que acaban de cumplir ocho años en calabozos y celdas de castigo.
Hay que sostener la vigencia de las Damas de Blanco, un símbolo de relieve internacional, cuyo núcleo principal, sigue allí, de frente, a favor de la liberación definitiva de sus familiares y de los que aún están en los calabozos por sus ideas políticas.
Es necesario que quienes digan que están preocupados por la realidad de la isla sepan que cuatro jóvenes acaban de ser condenados a penas de entre tres y cinco años por desacato y desorden público acusados de distribuir octavillas que tenían esta inscripción: Abajo los Castro. Y que las brigadas paramilitares atacan a opositores, apedrean sus viviendas, los someten a vejaciones, insultos y golpizas porque salen a las calles a protestar o expresan en público la necesidad de un cambio.
Detrás de esos enfrentamientos y de otros episodios que estallan cada día en ese país, está, además, la inconformidad de las oleadas silenciosas de ciudadanos que de la única abundancia que han disfrutado a plenitud es la de las promesas de abundancia.
Sí, allí todos los días pasan cosas y el riesgo, los dolores y el rigor corren a cuenta de los opositores pacíficos. Ellos suelen tener menos sitios en los medios que los dirigentes chinos, Lula da Silva y los desesperados asesores, buscadores de petróleo y los inversores que merodean las ruinas del país.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".