En: Opinión
13 Mar 2011En las economías estalinistas, donde la planificación burocrática asume el rango de ser superior al resto de los mortales y trata de ordenar el proceso de desenvolvimiento de los agentes económicos y sociales con mecanismos ajenos al funcionamiento libre de los precios, la ineficacia suele ser la norma. Los ejemplos no nos faltan.
Los burócratas castristas contra los lineamientos de Raúl Castro
Elías Amor Bravo
Economista ULC
Marzo 11 de 2011
En las economías estalinistas, donde la planificación burocrática asume el rango de ser superior al resto de los mortales y trata de ordenar el proceso de desenvolvimiento de los agentes económicos y sociales con mecanismos ajenos al funcionamiento libre de los precios, la ineficacia suele ser la norma. Los ejemplos no nos faltan.
Día sí día no, en el diario oficial del régimen castrista, Granma, nos obsequian con reportajes que nos muestran cuál es el origen del actual desastre de la economía castrista, y su incapacidad para dar de comer a la población.
En esencia, ya no sólo han dedicado esfuerzos y energías a diseñar instrumentos de planificación económica que no van a ningún sitio, sino que además, los organismos que han creado bajo ese modelo enloquecido, no sólo son ineficientes, sino que tampoco han servido para nada y pueden llegar a convertirse en auténticos obstáculos para el éxito de los “Lineamientos” de Raúl Castro.
Granma publica un artículo titulado “Servir y lucir, ambos a la vez”, escrito por Livia Rodríguez y Anneris Ivette Leyva. El artículo presenta al denominado Instituto de Planificación Física, IPF, como el “organismo rector” encargado de conseguir que los espacios públicos “dejen de ser ferias del caos”, según descripción textual de las autoras. En esencia, este Instituto es algo así como el responsable de conseguir una armonía entre los espacios urbanos, comerciales, calles y espacios naturales en las ciudades.
Según las autoras, el IPF está plenamente justificado en el momento actual, “por la fuerza y celeridad, procesos de actualizaciones y reacomodos como el que lleva a cabo nuestro país (…) lo que pudiera quebrantar esa imagen común y balanceada que caracteriza a los territorios, si en medio de tantas batallas no se incluye, como una más, el respeto al entorno que nos rodea, preciso en colores, tamaños y geometría”.
Así que trabas y más trabas, obstáculos y más frenos al desarrollo de la actividad económica. Ojo los extranjeros se someten igualmente a este IPF, cuya preocupación es que, al parecer, son muy pocos los nuevos cuentapropistas que se dirigen a sus oficinas a obtener los correspondientes permisos y autorizaciones, así que este artículo viene a ser como una “advertencia” a los que no cumplen con la norma.
Incluso se denuncian “violaciones de este tipo” por empresas estatales. Increíble, no les parece. Los que tienen que dar ejemplo, se lo pasan por el forro.
La verdad es que cuando uno presta atención a este tipo de artículos, se tiene la sensación de que están hablando de otro mundo. Las articulistas hablan de que “la propiedad de un inmueble no da derecho sobre la imagen colectiva de la ciudad”. ¿De qué propiedad? De la estatal, evidentemente. El único que puede tener activos en Cuba bajo el castrismo, el primer incumplidor de la normativa.
Es asombroso que este IPF tenga que decir obviedades que en cualquier economía de mercado libre son práctica cotidiana, porque el respeto de lo ajeno es fundamental para la actuación de los agentes. En una economía privada de mercado no hace falta advertir contra el uso de “materiales constructivos obtenidos de forma lícita”, o del “uso de mesetas y mostradores móviles, no permanentes para cafeterías e jardines”, tampoco se pueden “ocupar libremente terrenos ociosos, porque siempre hay alguien que responde del derecho de propiedad”, los carteles se sitúan donde se deben ubicar y con la actividad que se realiza.
En cualquier ciudad europea o de América Latina, los centros comerciales son muy bellos, se encuentran perfectamente ordenados, ofrecen servicios a los clientes y nadie tiene que planificar, ni regular, ni ordenar nada. No pierdan el tiempo. Se dedican a perderse por las ramas sin advertir que el bosque es mucho más sencillo. Lo único que les preocupa a estos burócratas es como impedir, frenar, controlar y limitar la libre iniciativa, poniendo en todo caso multas, sanciones y todo tipo de medidas represivas.
Lamentablemente así es como funciona el régimen castrista. Y créanme, sacudirse esta herencia de encima, no va a ser fácil.
Lo mejor que podría hacer el IPF es cerrar sus puertas, al igual que otros muchos institutos burocráticos que no sirven para nada y que lo que hacen es consumir el escaso presupuesto que tiene la economía castrista. Ahí es donde se les ve el plumero. Por qué no cierran el IPF y dejan de causar molestias con sus prohibiciones y majaderías, y advertencias de demolición.
Cuando yo veo las imágenes de aquella La Habana de los años 50 y sus calles repletas de comercios y de establecimientos acreditados, no puedo menos que sentir una gran admiración por aquellos antepasados que hicieron grande la economía cubana. Los 51 años de castrismo han hecho desaparecer aquel espíritu emprendedor con instrumentos de control burocrático como este IPF que no contento con servicios centrales tiene direcciones provinciales y un montón de aparatos municipales de control. Increíble. ¿A dónde vamos a parar?
Las medidas del raulismo contenidas en los “Lineamientos” hablan de promover la actividad emprendedora de los cuenta propistas, pero luego llegan “institutos” como éste y obligan a una guarapera de una CCS a modificar su proyecto de negocio por una serie de lindezas, que si los materiales no son los adecuados o que se ocupa más espacio del permitido. Y cito textualmente porque no tiene desperdicio “porque transforma el sitio desde el punto de vista de la expresión urbana”.
Pobres cuenta propistas cubanos. Lo suyo es un vía crucis que no conduce a la salvación, sino al desastre. Lo dicho. Echando la culpa a la población y a la ciudadanía del incumplimiento y lo permisible, no hacen otra cosa que confirmar que todo el sistema se debe caer por su propio peso. Cuando la sociedad no cumple unas normas, además impuestas, alguien se debe preocupar de explicar por qué.
Colgar un cartel en un sitio o ocupar más espacio del permitido, pueden ser graves delitos para el castrismo, pero dar de comer a toda la población puede ser, qué duda cabe, menos importante. Toda una lección de economía práctica y permítanme de nuevo que me ría a carcajadas.
La educación superior en el castrismo: ¿Éxito o Fracaso?
Elías Amor Bravo. Economista ULC, marzo de 2011
Uno de los emblemas de la “propaganda” castrista, el que hemos tenido que soportar estoicamente de los defensores de este sistema político, cada vez más aislado en el mundo, es el de los “éxitos de la educación”. Décadas y décadas hablando de lo mismo, y sin salirse del discurso que gira en torno a un círculo vicioso de gasto, despilfarro y pésima gestión, conducen a un modelo que, la experiencia de los años, ha mostrado que tiene indudables deficiencias y que, en modo alguno, permite sostener una visión de futuro para la economía y la sociedad cubana del futuro.
Y me explico. En un artículo en Granma titulado “Coordenada para el ingreso a la educación superior” se pone de manifiesto el pésimo funcionamiento del modelo.
Primero, porque no puedo aceptar que en Cuba antes de 1959 no existiera un sistema educativo capaz y orientado por criterios mucho más eficientes que los desplegados por la doctrina totalitaria. Yo fui alumno en los años 60 de profesores cuya edad, desde luego, era anterior al triunfo de los “revolucionarios”. Y quiero dejar testimonio de su valía, de su capacidad para enseñarme a aprender, y a ellos debo, qué duda cabe, buena parte de mi trayectoria profesional.
Nunca les negaré su parte en el proyecto, como tampoco voy a aceptar que aquellos docentes fueran el resultado de la aplicación de las doctrinas castristas. Más bien todo lo contrario. Como más de dos millones, terminaron aburridos de las consignas ideológicas y de la barbarie de un gobierno que a los seres humanos lo más preciado que pueden tener: la libertad.
Y si pude beneficiarme de aquellos profesores, cuyo nombre aún recuerdo, también padecí en años de mi educación primaria y secundaria, lo que serían experimentos de una absurda ideología empeñada en “educarnos en el campo”, condicionar nuestra elección de futuro profesional en aras a no se sabe muy bien qué ideología o partido, y sobrellevar de la mejor forma posible aquellos cánticos y discursos de “seremos como el ché” y la uniformidad permanente de los pioneros. Una “gran experiencia educativa” que la propaganda castrista, que siempre ha contado con abundantes recursos, se ha encargado de presentar como una gran gesta de la humanidad. De hecho, en todos los informes anuales de organismos internacionales, el castrismo aparecía con notables records en materia educativa, mientras que las cartas llegaban llenas de faltas de ortografía, los textos sin posible comprensión y el deterioro de la expresión iba en aumento.
Y ahora, el director de Ingreso y Ubicación Laboral, menudo título, del Ministerio de Educación castrista dice que hay que “formar profesionales capaces, que respondan a las necesidades actuales y futuras del país” estableciendo una vez más la “planificación”, de acuerdo con este objetivo, de las plazas aprobado para el acceso a la Educación Superior en el curso 2011-2012.
O sea, que 51 años después, en el castrismo se sigue sin poder estudiar lo que uno quiere libremente, para acceder a la universidad no sólo se tiene que obtener buenas notas, sino ser obediente del régimen, un buen pionero, un buen comunista, y al final te han formado durante media vida ¿para qué? Para ganar 240 pesos, unos 12 dólares al mes como médico, economista o arquitecto. ¿Qué les parece?
Por primera vez en 51 años, las autoridades educativas se han decidido a ofertar plazas en función de los «los requerimientos de la economía territorial». Cualquier análisis económico de la educación pone de manifiesto que formar y educar por el mero hecho de hacerlo, termina dando los resultados que existen en Cuba, donde los profesionales malviven con sueldos miserables, carecen de estímulos para su desarrollo y prefieren dedicar su tiempo a las actividades, mucho más rentables en el área del dólar, euro o de la moneda fuerte. El abandono escolar, incluso en un sistema donde la vigilancia y el control, se mantiene con especial incidencia en la vida cotidiana, es muy elevado.
Y en vez de escuchar a la voz de la economía, de las empresas, de los flujos económicos actuales y futuros, todo este grupo de burócratas y planificadores anuncian en Granma un plan “de manera colegiada, con la dirección del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), los organismos de la administración central del estado, los consejos provinciales y las entidades formadoras de la Educación Superior, para determinar los 46.341 nuevos ingresos aprobados, y destinar el 43 % a las carreras pedagógicas, el 15 % a las especialidades técnicas y el 5 % a las agropecuarias”.
Magnífica resolución, sí señor. Así es cómo se hacen las cosas. Un burócrata, convencido de tener el dominio absoluto de la realidad, decide que las plazas tienen que ser 46.341 ni una más ni una menos, y además las reparte con el criterio discrecional de 43%, 15%, 5% y así.
Les digo, de verdad, que no sé muy bien a dónde puede llegar todo este despilfarro de tiempo, recursos, imaginación y voluntad. Mientras que los llamados “Lineamientos” de Raúl Castro hacen una defensa mediocre de los emprendedores, a los que denominan “nuevas formas económicas”, las autoridades de Educación construyen un modelo planificado ajeno a cualquier planteamiento racional y de futuro, cuyo énfasis debe ser la vocación, la competencia, la libre elección y la libre prestación de los servicios educativos y formativos.
Es la misma pregunta de siempre. ¿Por qué toda la educación en Cuba debe ser pública y suministrada con cargo a unos presupuestos estatales cada vez más escasos? ¿Por qué no se abre la provisión de la educación a la iniciativa privada o la privada en colaboración con la infraestructura pública? ¿Qué impide a la Iglesia católica poder crear escuelas y centros universitarios en Cuba? ¿Por qué el castrismo quiere, de forma obsesiva, secuestrar el derecho a la libre educación de los ciudadanos cubanos?
La respuesta es evidente: para controlar más aun a la población. La vida de las personas se decide desde el nacimiento por el Estado, lo que deben beber de leche y lo que van a estudiar, por qué y para qué. Cómo se van a vestir y qué cánticos deben aprender. Todos como el Ché. El que quiera ser distinto, simplemente se le elimina o se le deja escapar. No hay alternativa.
Secuestrando el derecho a la libertad educativa y formativa, el castrismo cierra aspiraciones para los casi 52.000 estudiantes de enseñanza preuniversitaria convirtiéndolos en siervos de una ideología que ya no se justifica por su incapacidad para afrontar los retos de la sociedad de la información. Todos los mensajes hablan de racionamiento, de limitaciones, de autorizaciones, de distribuciones de la escasez. Lamentable para un país que ha venido exhibiendo durante mucho tiempo la educación como uno de los “logros” de la revolución. Visto desde esta perspectiva, es más un fracaso. ¿No les parece?
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".