El ineludible final

En: Opinión

27 Feb 2011

El anacrónico tirano Fidel Castro escribe, o firma lo que le escriben, casi de manera diaria en el libelo Granma, único periódico que existe en Cuba, bajo la potestad del partido comunista. Es cosa común que en la prensa del exilio le den cabida a los artículos castristas. No creo que lo hagan con el propósito de exaltar el pensamiento del incoherente y vetusto gobernante, sino más bien para exponer su desgaste mental y amplificado orgullo.



El ineludible final

Por el Rev. Martín N. Añorga. Febrero 26 de 2011

El anacrónico tirano Fidel Castro escribe, o firma lo que le escriben, casi de manera diaria en el libelo Granma, único periódico que existe en Cuba, bajo la potestad del partido comunista. Es cosa común que en la prensa del exilio le den cabida a los artículos castristas. No creo que lo hagan con el propósito de exaltar el pensamiento del incoherente y vetusto gobernante, sino más bien para exponer su desgaste mental y amplificado orgullo.

En días pasados en su espacio habitual Castro expresó admiración y conformidad con las manifestaciones multitudinarias que en Egipto dieron al traste con la larga dictadura de Hosni Mubarack, mencionando que su expulsión era una derrota para los Estados Unidos y una causa de preocupación y miedo para el estado de Israel. También habló el dictador de la conquista de derechos, recuperación de la libertad y esperanzas para el futuro. Increíble es que Castro aplauda a miles de egipcios llenos de ira y belicosos, al tiempo en que sus fuerzas represivas golpean, arrastran y arrestan a las Damas de Blanco, que de manera silenciosa y pacífica desfilan hacia la iglesia para orar por la liberación de sus seres amados.

Es inconcebible que un tirano que admira la sublevación de los que reclaman sus derechos, apague con la más tenaz persecución a los cubanos que se atrevan a confrontarle, reclamando justicia, libertad y disfrute de sus más elementales derechos humanos. Recientemente vimos cómo la policía comunista de La Habana desalojaba de los predios universitarios a un grupo de jóvenes que se atrevió a congregarse pacíficamente para hacer demandas lógicas y necesarias; pero en un artículo del déspota se acusaba a estos jóvenes de sediciosos, ingratos y dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.

Un par de semanas después, sin embargo, Castro cambió su óptica para referirse a los puertorriqueños. “Estos jóvenes –dice el tirano- dieron una gran batalla, y anteriormente demostraron su dignidad en Vieques”. Los estudiantes de la Isla del Encanto protestaron por el alza de costos universitarios, y necesario es decir que exaltados por lo que llamaría Gustavo Le Bon, el sabio sociólogo francés “la pérdida de la responsabilidad individual en medio de la voluntad multitudinaria”, cometieron excesos que hubieran sido controlados sin la imposición belicosa de la policía; pero la pregunta que me hago es ésta: ¿cómo hubieran actuado las fuerzas represivas cubanas ante un hecho semejante bajo el férreo mando de los insensibles dictadores que aplastan con sus botas el corazón de Cuba?. Primero, hubieran declarado que la manifestación de protesta habría sido organizada por el gobierno de los Estados Unidos y que disolverla a como dé lugar es ganarle una batalla al “imperio”.

La hilera de dictadores comunistas que forman, al frente, Fidel Castro, seguido por Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, coincide en afirmar que en sus pueblos respectivos no hay oposicionistas decentes, disidentes justificados ni opositores cívicos. Todo el que levante su voz de confrontación es clasificado como traidor al servicio de una potencia extranjera, lo que justifica el acoso, el abuso y el castigo de que son víctimas sin miramiento alguno por parte de las supuestas autoridades.

Está bien que protesten en Egipto y en Puerto Rico, pero estaría muy mal que lo hicieran en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua. Esta dualidad de pensamiento es hipócrita, cobarde y maliciosa. Otra característica de las dictaduras marxistas del continente es la malvada sagacidad que han tenido al organizar grupos civiles para dar la impresión de que son ciudadanos que defienden a “su” gobierno de la injerencia extranjera, los que golpean, apedrean y hasta ametrallan a los que etiquetan como “revoltosos” “mercenarios” y “traidores” por el solo hecho de expresar inconformidad con las acciones del imperante régimen infrahumano.

Hemos visto en Cuba escenas en que “aparente gentes del pueblo” insultan y maltratan a las Damas de Blanco. No tienen armas visibles ni chapas oficiales. Quieren aparecer como defensores voluntarios y espontáneos de una revolución, que sin saberlo, está al borde del derrumbe. He leído varios artículos en los que se razona que el caso de Egipto es irrepetible en Cuba, algo que considero totalmente inexacto. Estoy de acuerdo, por supuesto, con los que creen que las revueltas del mundo árabe, que de una u otra forma son conocidas por el pueblo cubano, le dan a entender a éste que no hay régimen impenetrable ni dictadura imperecedera.

Hace un par de días el grotesco verbo del tirano Chávez se infló para gritar que en Cuba y Venezuela no podría suceder jamás un hecho como el de Egipto, y se basaba en la exagerada y mentirosa tesis de que en estos países el pueblo ama a sus gobernantes y a su obra de gobierno. Si eso fuere cierto, ¿por qué el par de millones de cubanos exiliados y por qué la huida riesgosa y desesperada hacia costas ajenas de miles de jóvenes que arriesgan sus vidas en el mar? ¿Por qué la existencia de centenares de presos políticos y el miedo a procesos electorales limpios y competitivos? Cuba se está convirtiendo en una caldera de presión pronta a estallar.

En Venezuela la “revolución socialista” es repudiada por estudiantes, empresarios y por el pueblo, no acostumbrado a sufrir la escasez de los productos básicos alimenticios ni el desorden delincuencial prevaleciente. Muchos venezolanos se abochornan de un presidente grosero, mal hablado, bravucón y perenne buscador de enemigos. El mundo ha cambiado y los infames dictadores que oprimen a sus pueblos han entrado en una zona de peligro. Cuba ni Venezuela hacen caso de las organizaciones internacionales. Están con la OEA cuando les conviene y elogian a Insulza cuando se les arrastra, acuden a las Naciones Unidas cuando se les presta una tribuna para que la maldigan con improperios o se les sitúa en comités que les confieran cierto nivel de importancia; pero en cuanto la OEA o la ONU lesionen sus intereses, las tildan de estar al servicio del “imperio’, y se burlan de sus resoluciones descaradamente. Insistimos en esto, porque los pueblos que piensan liberarse de sus cadenas al amparo de organizaciones mundiales que están creadas para defender los derechos y la libertad, van a sufrir la decepción de ser ignorados y hasta probablemente condenados por aquellos de quienes debieran esperar otra cosa.

Si los cubanos que mal viven en la Isla, hastiados de la opresiva e insolvente revolución comunista quieren liberarse de sus yugos, tienen que decidir que son ellos los responsables de hacerlo. Vivir de las remesas del exilio o pensar que arreglando zapatos o cocinando golosinas van a superar la crisis en que están involucrados ya por más de 50 años es una evasiva estéril y decepcionante.

Aprovechemos que ahora a Castro le ha dado por defender a los que protestan y organizan aglomeraciones opositoras y enseñémosle que en Cuba hay poder, voluntad y valor para hacer lo mismo. Muchos de nosotros, en el exilio, hemos agotado los pobres recursos que nos ofrecen las instituciones y gobiernos democráticos del mundo. Cuando analizamos la situación cubana en términos mundiales descubrimos que nuestros amigos son pocos y muy parcos en correr riesgos.

Hasta que haya un movimiento popular en Cuba no gozaremos de adhesiones, y en todo caso, sin pasar de ser verbales. Hay que reconocer que ha llegado el momento de dar el paso para provocar el ineludible final al que tienen que enfrentarse los hermanos Castro y su pandilla de servidores. En los ámbitos diplomáticos lo que tiene valor es el hecho consumado. De veras que quisiera que en mi patria se produjera un levantamiento popular nacional no violento; pero para que eso suceda tendría que confiar en que los hombres y mujeres que están armados, en lugar de pelear contra el pueblo, se le sumen; pero tristemente me duele pensar que eso no se producirá. Hay casos en que la violencia es el parto de la paz. Y el de Cuba será de esos.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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